ᏴᏞᎪᏟᏦᎠᎡᎬᏚᏚ | gran hermano

deux

SI SE ESPERABAN UNA ENTRADA ESCANDALOSA, DE PASARELA O ENTUSIASTA, LUCRE LES DIO TODO LO CONTRARIO.
Los participantes estaban rodeando a los otros nuevos, no sabía quién había entrado antes de ella.

Esperó unos segundos con la puerta cerrada tras ella para observar el jardín de la casa. La última vez que lo había visto fue en la edición de Chile, pero juraba darle escalofríos en persona de lo hermoso que era todo.

Camino de forma lenta y segura, pero por sobre todo silenciosa. Cabellera larga e igual de negra que su vestido y campera de cuero, así no era fácil detectarla, pero pronto los hermanitos voltearon su vista cuando la puerta vidriada fue abierta de nuevo.

— ¿Otra más? —y si alguien no la había notado aún, ahora el foco de atención se lo había llevado por completo por el comentario de Catalina.

— La última —respondió con tranquilidad antes de que se le peguen sus nuevos compañeros— Lucrecia, un placer.

— ¡Qué hermosa que sos! Yo soy Rosina —se anunció. Si la cámara le parecía invasiva, no sabía cómo describir a esta chica, le toqueteó el cabello comentando lo lindo que era— Ay boluda, posta qué hermosa.

Dejando a Rosina hablar sola, se fue presentando con los demás.

— ¿Ven eso, público? No sólo captó miradas de los chicos, fíjense como a las mujeres también —comentó Santiago mirando los monitores— Lucrecia, señores. Última participante en ingresar a la casa.

— Ah, mirá. Yo también soy de Santa Fe —dijo Catalina cuando la morocha se terminó de presentar.

— Y yo también estoy metida en la moda —agregó Flor.

Y no fue de sobradora, pero no pudo hacer más que dar una pequeña sonrisa en respuesta. No podía disimular lo contenta y embobada que estaba con sus compañeros varones. Apenas la dejaron sola mientras le llevaban las cosas hacia el lado de las habitaciones, se acercó a una cámara. Debía compartir sus pensamientos o se lo iba a tirar a quién no debía, aún no podía confiar en nadie.

— Che, es una agencia de modelos esto —del otro lado el público avaló su comentario con gritos.

— Lucre, las piezas no son una de mujeres y otra de varones. Pero ya nos dividimos así, ¿Te parece bien? —la rubia de Denisse se le acercó frente a los espejos de los lavamanos.

— Sí, dale. No importa —guiñó al espejo antes de seguirla.