La sangre luce bien en ti [Chanlix]

Capítulo 08: La danza de dragones

Cuando Felix baila con su bella prometida, todo el tiempo siente los ardientes ojos de Chris; él no se inmuta, ¿qué puede hacer?

Cada vez que cierra los ojos, recuerda esas gruesas manos acariciando su cuerpo, la misma boca sobre la suya, palpando partes que no deberían ser tocadas por otro hombre, exprimiéndole gemidos, solo con esa voz.

Ahora hambriento y deseoso de terminar aquello, ahora que unas puertas se le han abierto a un nuevo conocimiento, piensa en sofocarse en ese calor humano.

Solo piensa en dejarse llevar por un arrebato y hundirse nuevamente en el fervor de esa emoción que solo encontró en los brazos de Chris.

Es irremplazable.

Y es lo único que se le arrebata.

Él se ríe cuando cruza mirada con Larisa, sabe cómo se ven en este momento, puro coqueteo y dulzura, como dos jóvenes enamorados. Pero es una puesta en escena.

Su objetivo ridículo es irritar a Chan.

La música cambia, los giros y vueltas en el salón los hacen cambiar de pareja al son de la sonata.

Una fácil sonrisa crece en su rostro cuando sus pasos se detienen ante su nueva pareja de baile. Jisung es encantador, hace una floritura que le arranca una carcajada, y con más facilidad de la que debería ser, coloca la mano sobre su cintura, llevándolo al compás de la música.

Felix se ríe encantado ante este caballero de ojos coquetos y de sonrisa hechizante.

Todavía se encuentra bailando con Jisung entre muchos cuerpos, cuando lo escucha.

—Si me permite, seré yo quien baile con él, ahora.

Jisung, los detiene, hay un conocimiento en su mirada, le regala una última sonrisa, una mirada privada, que la guarda para analizarla después.

Felix se vuelve furioso hacia su tío.

Chris no pierde el tiempo; lo toma del brazo y lo arrastra más lejos del centro del salón.

Fácilmente lo lleva, como si fuese una damisela que requiere ser rescatada.

—¿Es esto lo que quieres? —reprende a penas se detienen.

Ni un saludo, ni un cuestionamiento de su sentir.

Solo lo irrita más.

El hombre tiene el rostro contenido, ojos furiosos que solo sirven para calcinarlo por dentro y permite que su lengua se deslice en un rápido valyrio.

—No sabía que fuera de tu interés que es lo que quiero.

Chris todavía no lo suelta, luce como un dragón hostigado, harto de lo que sea que haya tenido que aguantar, de ver en ese salón.