Capítulo 1

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Capítulo 1:
Evermore.

—No, no... soy un desastre —asegura mi madre, nerviosa—. Luciana, que bueno que te levantaste. Tu padre llamó, llegará en media hora, bueno, eso fue lo que dijo, pero seguramente demorará más.

Me encontraba algo dormida o más bien sonámbula, solo venía por un vaso con agua para luego continuar mi cita con la almohada, pero las palabras de mi madre me despertaron completamente. ¿Mi madre y mi padre habían estado hablando? Aún peor ¿mi madre y mi padre habían hablado sin requerir de mi presencia en el medio para evitar agarrarse de los pelos?
Me desperté por completo, asustada, algo. Y es que es normal que tus padres se hablen y se comuniquen, lo está si tus padres siguen juntos y no en medio de un problemático proceso de divorcio. Me regreso a la sala, mi madre limpia lo que regó en la alfombra. Me acerco an ella y le doy un beso en la frente.

—Buenos días, mami.

—Buenos días, Luciana —responde concentrada en su labor de quitar esa mancha de café—...No, no podré deshacerme de ti hoy. Me rindo.

Hablaba con la mancha, al menos esperaba que le estuviese hablando a la mancha y no a mi.

—¿Papá habló contigo?

Mi madre se levanta del piso, se sacude el pantalón y cruza los brazos. Esa posición me da pánico.

—Hemos hablado...

—Del divorcio —complete.

Mi madre niega.

—De ti, cariño.

Sonreí, es lo mejor que puedo hacer en esta situación. Aunque la verdad sospechaba del tema del que estuvieron hablando en mi ausencia. No tenía que entrar en pánico, aún no ha dicho mucho mi madre.

—Hablaremos cuando llegue Fabricio —aclaró.

Hace unos minutos me levantaba por la sed que se posaba en mi garganta, mi objetivo netamente era refrescar mi garganta sedienta y volver a la cama, ahora mi objetivo es esperar a que papá y mamá estén por decirme que ya no se van a tomar de los pelos cada que se vean. Me temo que eso no es la cosa tan importante de la que mamá quiere hablar.
Estar sentada en el sillón y mirando por la ventana me parecía lo más aterrador en estos momentos, me hacía recordar cuando de pequeña me castigaban con la televisión y lo único que podía hacer era sentarme aquí y mirar los pajaritos volar y cantar en los árboles. Eso hice por los siguientes treinta y seis minutos.

—Bueno, viendo que tu padre no será puntual hoy —se impacientó de esperar a mi padre—. Luciana, tu padre y yo te hemos matriculado en la universidad.

—Qué...

Mi madre continúa sin darme la oportunidad para procesar lo que acaba de decir.

—Mira, cariño, se que últimamente las cosas no salieron como esperabas, tu último año en el colegio salió mal, lo sabemos, pero no podemos permitir que sigas encerrada en esta casa como si fueras una prisionera que solo sale de su habitación para comer y beber agua. Incluso los privados de libertad salen al patio a tomar un poco de sol y tú no.

—¿Me matricularon en la universidad? —pregunté incrédula.

Mis manos empezaron a sudar y a temblar como nunca.

Desde las cenizas, cariño Donde viven las historias. Descúbrelo ahora