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Estaba fuera de sí, como si su alma lo hubiese dejado a la deriva en medio de un mar de inmesas olas cargadas de emociones.

Aun así, tenía la seguridad de haber dicho bien las cosas, sin duda había sido así, pero no pudo evitar sentir un sobre peso en su agitado corazón.

Su respiración aumentó y con ella sus latidos. Alzó la cabeza y se dio cuenta de que había caminado muy lejos, tan profundo en el bosque que la sensación de pánico empezó a tomarlo por los pies.

Se levantó pero nuevamente sus muslos fueron a dar contra el suelo, lleno de ramas, hojas secas y humedad.

¿Había pasado mucho tiempo? ¿Cuánto rato había estado en ese trance? Alzó la cabeza y revolvió su cabello con ambas manos.

—Carajo... Carajo...—Repitió mientras apretaba sus encías y mantenía su entrecejo fruncido.

Su cabeza empezó a divagar entre lo que creía correcto y lo que no. No sabía porque, pero no se sentía ni de cerca como lo esperaba. Le gustaba ese azabache de ojos grandes, pero entonces ¿porque su pecho dolía mucho?

¿Porque carajo no podía parar de llorar desde aquel día?

Su confesión no había sido repentina en lo absoluto, pasó días enteros divagando entre su corazón y mente. Sus emociones eran tan reales como el aire entre sus pestañas. Sin embargo había algo que no paraba de joderlo desde entonces.

Como si soltar esas débiles palabras ahora recayeran sobre si con el triple de intensidad. Un peso que no estaba preparado para cargar.

Sus manos temblaban al igual que sus labios cada vez que pronunciaba aquel nombre, sus sentidos le gritaban a toda costa que esto estaba mal, que no tenía el derecho de hacer lo que hacía y que era una horrible persona por traicionar de esta manera a quien se supone debía estar amando hasta ahora.

Cellbit, su prometido, ese chico que veló por él durante muchísimo tiempo.

—¡Roier! —Escuchó a la distancia. Abrió muy grande los ojos y se puso de pie. Se sacudió el pantalón, aclaró su garganta, y limpió las lágrimas en sus cachetes.

Palpó sus mejillas y respiró hondo. No podía dejar que lo viese así. No después de todo lo que habían estado haciendo juntos.

Juntos. Esa sola palabra le provocaba escalofríos.

—¡Roier! —Esta vez lo escuchó cerca, así que decidió asomarse y dejarse a la vista del otro chico.

—Quackity, aquí —Sonrió y se acercó.

—Roier, ¿donde estabas? —Lo tomó de ambos hombros y lo acurrucó en su pecho —Estaba preocupado, tardaste demasiado.

Su respiración se sentía acelerada, él realmente estaba angustiado.

—Lo lamento, creo que me entretuve mucho...

—¿Encontrate un poco?

Roier le sostuvo la mirada y entre abrió sus labios con la intención de responder pero había olvidado a lo que se refería.

—Madera, dijiste que necesitabas y bueno —Se torció ligeramente hacía atrás y dejó ver un extenso surtido de madera de todo tipo —Busque por ti, no sabía de cuál buscabas en específico así que me tomé la tarea de traerte un poco de todas las que iba encontrando. Se que no es mucho pero supongo que por algo la necesitabas en un principio, quizá podemos encontrarr mucha más mientras caminemos en esa dirección y así...

Roier se perdió, después de todo el chico hablaba mucho y demasiado rápido. Su mirada se mantuvo quieta sobre la madera que de apoco se acomodaba entre los brazos del azabache y suspiró.

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⏰ Última actualización: Dec 17, 2023 ⏰

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Si Tu Me Quisieras || SpiderDuckDonde viven las historias. Descúbrelo ahora