Capítulo IV: Auténtico Alex

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**GRACE BROOKS**

Cuando despierto, lo primero que hago es hacer un recuento cuidadoso en mi memoria acerca de ayer para asegurarme de que haya sido real.

Hoy, aproximadamente catorce horas después, con la cabeza fría y medio adormilada, siento remordimiento. ¿Descubrí que ese cínico era Alex Donovan y me ofendí? Lo más lógico hubiera sido orinarme encima y morir derretida ahí mismo por tal hombre. Por supuesto, también recordé que él mismo pagó las flores, y eso me hace sentir avergonzada. Supongo que también molesta, porque percibo que jugó conmigo todo este tiempo. Sea como fuere, lo de ayer no es algo de todos los días, y lo mejor hubiera sido haber obtenido evidencia fotográfica, pero como no pienso claramente bajo presión o nervios, esa brillante idea no pasó por mi cabeza.

También me siento avergonzada por pedirle que me besara. Pero lo único que decía era lo primero que me pasaba por la mente. De cualquier modo, sé que lo más realista y lógico es que no nos veremos después de ayer. Sería extraño e insólito. Además, conocí una parte oscura de él que me deja claro que no es un hombre de ir detrás de nadie.

Saberlo me da cierto alivio; se me dispara la vida con solo estar cerca de él. De ese modo, puedo regresar prontamente a tener una vida normal.

Voy al show, siempre supe que debía ir, por más molesta que estuviera. Es por eso que las horas pasan tan rápido que me estoy alistando cuando recibo una llamada de mamá.

—Hola, hija. ¿Qué haces?

—Maquillándome, ma. Todo bien, ¿cómo estás?

—Bien, cariño. Mira, quería preguntarte algo: ¿cuántos suplementos de hierro te quedan al irte?

Me muerdo el labio con fuerza. ¡Rayos! ¿No podía vivir un solo día sin el hierro?

—No recuerdo, pero tengo para hoy —miento—. Puedes estar tranquila.

—¿Ya compraste más?

—No, pero prometo que lo haré —contesto—. Mami, todo está bien, ¿okey? Ya en una hora es el concierto.

—Apúrate, debes estar pronto. ¿Tomas el vuelo mañana mismo?

—Esos son los planes, mami. Aún no estoy segura, pero te mantendré al tanto de todo.

—Okey, hijita. Mira, ya sabes que si pasa algo, solo llama a tu tía Ofelia.

—Casi no la conozco...

—Pero no deja de ser tu tía —contesta—. Además, yo muero de los nervios al estar sin ti. Cuídate mucho.

—Lo hago, mamá. También cuídate tú y descansa estos días.

—Sabes que descansar es lo que menos hago.

—Sí, solo te estás quieta cuando duermes —bromeo—, ya me voy. Que tengas un bonito día, te quiero.

—Te quiero, hermosa de mamá. Un beso.

—Adiós.

Cuelgo y me sonrojo mientras niego. Para las mamás, nunca vamos a crecer.

***

Cuando llego a la Arena, no puedo contener la emoción en mis venas. Veo a todas esas personas con buzos, gorras y cintas de Alex, y solo quiero ponerme a llorar porque no puedo creer que sea verdad. Es ridículo, no lloré al tenerlo ayer, pero sí ahora. Finalmente, asistiré a uno de sus conciertos.

No puedo esperar para escucharlo cantar y verlo a los ojos de nuevo. Ver a Alex Donovan, el cantante y músico que admiro desde hace años. De cierto modo, en mi mente es muy distinto al hombre con el que estuve ayer. Llámenme loca.

El proceso dura unos minutos; estoy en la fila hasta que validan mi entrada virtual. Estar dentro de la Arena es un mundo aparte, pero yo voy directo al aforo y busco mi asiento en la tribuna. Se me infla el pecho de emoción. Desde donde estoy, puedo verlo muy bien y casi no puedo respirar.

La sensación de que estás a punto de cumplir algo que jamás pensaste que sucedería es inexplicable.

Los minutos pasan, y los teloneros aparecen. No sé quiénes son, pero suenan genial. Los disfruto, pero cuando anuncian a Alex, me paralizo, y luego, no puedo dejar de gritar.

Una ola de gritos lo recibe cuando las luces llenan el escenario y lo revelan. Viste una franela blanca y sobre ella una camisa a cuadros, y unos pantalones negros. Físicamente, no es nada impresionante, pero para mí sí. Porque no se escapa de mí que esa era su forma de vestir a los diecisiete años.

Empieza con una de sus canciones más recientes y de las que más estoy enamorada. Canto entre lágrimas y gritos que no son entendibles, mi brazo está alto con mi celular porque no puedo dejar de filmar un momento como este. Una canción pasa tras otra, en ocasiones hace una pausa y habla con palabras que llegan al corazón. Y sé que es él, el único hombre del que siempre he estado enamorada. El auténtico Alex.

—Realmente, realmente, han sido grandiosos —una ovación casi ni me deja escucharlo—. Estoy muy feliz de estar aquí, esta ciudad tiene algo que siempre hace que quiera quedarme. Hoy es una noche especial para ustedes, pero sobre todo para mí. Me permití hacer un cambio en la lista de canciones y agregué la canción con la que debuté, pocos sabrán de ella. No es mi favorita. Pero sí lo es para una persona especial: Mamá, esto es para ti.

—Esto es: comienza  a vivir. 

Conozco esos acordes de guitarra cuando

emergen y no puedo creerlo.

Tan solo ayer la escuché a todo volumen en su habitación de hotel mientras brincaba en su cama. No quiero pensar que he hecho algo para hacer posible esto, pero algo me ilusiona diciéndome que sí. Entonces, soy un mar de lágrimas y no puedo dejar de llorar.

Su mamá, la mamá de Alex. Sé que murió, pero por alguna razón, no recuerdo muchos detalles, y la prensa tampoco reveló demasiada información. Fue algo discreto, y me duele saber que él puede estar sufriendo en este momento.

Canto la canción a todo pulmón hasta que ya no puedo más. Me siento sin oxígeno y tan cansada que no puedo alzar más mi brazo, pronto me golpea un mareo y necesito sentarme, pero me desestabilizo rápido y siento extraño todo mi cuerpo.

Me suplico a mí misma que no sea lo que estoy creyendo. Por todo mi organismo se extiende un malestar y soy consciente de que incumplí con el tratamiento, pero sobre todo que no me alimenté bien estos días. Me insulto por lo bajo mientras solo veo luces de colores en mi visión nublosa, voy cayendo mientras pierdo las fuerzas y...

Luego, ya no sé de mí.

Melodías de engañosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora