ALEX DONOVAN
No puedo creer lo que he hecho. Casi no creo que canté esta canción luego de cinco años y sentí como si fuese mi primera vez. Ya no tengo diecisiete, sin embargo, aquí estoy vistiendo como el Alex que corresponde a esa edad. No me hace sentir mal, por lo contrario, me lleno de fuerzas y esperanzas como ese pequeñuelo que me he enfrascado en olvidar.
Estoy cantando la siguiente canción cuando noto algo en la tribuna vip, varias personas se han concentrado en un solo punto y no tardo en distinguir la situación: alguien se ha desmayado.
No es la primera vez que pasa, sin embargo, no dejo de sentirme inquieto y detengo la canción. Anuncio por los altavoces que alguien se ha desmayado en esta zona y el equipo encargado empieza a moverse, sin embargo, estoy nervioso.
Recuerdo a Grace, la he estado pensando durante el show, pero aún no consigo a esa niña entre la multitud. Sin embargo, ¿qué probabilidad hay de que sea ella? Carajo. Ahora estoy más intranquilo. Y en retazos de recuerdos, se viene a mi mente cuando dijo que esa sería su tribuna.
No retomo el show hasta que no veo que los de primeros auxilios se encargan, entonces, cuando levantan a la persona; palidezco al saber que se trata de ella.
No, no, no puede ser.
De inmediato corro a backstage, pero el equipo me detiene tan pronto me ve. Estoy alterado, estoy asustado cuando me dirijo a ellos y en balbuceos les hablo acerca de ella, pero nadie me entiende.
—¿Qué diantres te pasa? —me dice uno de mis compañeros de equipo, que no reconozco al momento—. ¡Debes regresar!
—La chica, la que se ha desmayado...
—La atenderán, sabes cómo es el protocolo. Esto ya ha pasado antes, ¿que está mal contigo? ¡Ya sal al escenario!
—Llama emergencias médicas, solicito que vaya a un hospital.
—Sí, como quieras, ¡sal de una buena vez!
Eso es lo que hago, con el corazón acelerado, y sintiéndome irracional, me obligo a seguir dando un show. Sabiendo que ella ya no está dentro de todas esas personas.
...
Tan pronto como termina el show y culminan los asuntos pendientes, exijo que me lleven al hospital dónde la trasladaron. Sé que ha pasado un intervalo de media hora, o más, pero lo que más estoy anhelando es que se encuentre bien y permanezca allí.
Aunque el clima es muy frío, estoy transpirando. Voy en camino hacia el hospital y difícilmente mantengo mis piernas quietas, ¿por qué estoy tan ansioso? Mejor dicho, angustiado. Supongo que el grado de culpa aumentó unos dos niveles más. Para añadir más tormento, mi mente evoca el instante dónde habló acerca de su dinero, el que dejó de utilizar para sus tratamientos.
Tratamientos. ¿A qué se refería?
Me dejan en la zona de emergencia y me bajo sintiendo mi corazón como un cañón, me dirijo a secretaría y solo digo su nombre; sin embargo, ni siquiera sé su apellido.
—¿Grace Brooks? —cuestiona la enferma, pero no estoy seguro, solo asiento—. Está estable. Dígame, ¿qué parentesco tiene con la ingresada? ¿Es familiar?
—No, somos amigos —aclaro—. Se desmayó en mi concierto y he pedido que la trasladaran hasta acá.
—Comprendo, joven. Sí, estoy al tanto que la solicitud está hecha bajo su nombre. Puede pasar a verla, está en este pasillo que sigue, camilla cinco.
Le agradezco y tránsito por el tenebroso pasillo hasta que diviso el número cinco entre cortinas. Sin preguntar, corro este objeto y la diviso. Está sentada en la camilla, con la espalda en el respaldo y sus piernas reposan por completo. Nunca la había visto tan pálida como en este momento. Luce incómoda con una intravenosa en su brazo, sube la mirada para encontrarme, pero no dice nada.
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Melodías de engaños
RomanceGrace ama a Alex. El único detalle es que él es un cantante famoso que nunca ha visto. Después de largos seis años soñando con conocerlo, Grace se aventura a otra ciudad para hacer realidad sus sueños. Pero nada resulta como ella piensa. ¿Qué pasa...