9. Convergencia ◉

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Una vez más, Hermione se encontraba instalada en su cama con dosel, con los pensamientos del profesor Snape y Harry pesando en su mente. Al menos esta vez, pensó con pesar, no estaba tumbada de espaldas mirando el dosel. Pero ni siquiera esa pizca de humor fue suficiente para levantarle el ánimo.

Tras la revelación de la profecía por parte de Harry, los tres se habían sentado a hablar hasta bien entrada la noche, reafirmando y fortaleciendo los lazos que los unían. Ella sólo podía esperar que el apoyo que Ron y ella le brindaban a Harry fuera suficiente; aún había mucha rabia dentro de Harry, y aunque la tristeza de sus ojos había disminuido durante su charla, no había desaparecido. También había algo en su ira apenas controlada que la inquietaba. No era el mal genio en sí, porque no cabía duda de que Hermione también lo tenía. No, era algo sobre la calidad de la ira, casi una alienación que la perturbaba y la ponía incómoda.

Pero ahora sabían a qué se enfrentaba Harry, y se preparaban para afrontarlo juntos como habían hecho con todas sus otras pruebas a lo largo de los años. Sabiendo que era la profecía lo que condenaba a Harry, casi deseó haberse quedado en clase de Adivinación. Casi. Hermione pensaba leer un poco sobre adivinación y estaba segura de que podría aprender tanto, si no más, de sus libros de lo que Sybill Trelawney podría enseñarle jamás, aunque la mujer hubiera conseguido pronunciar una profecía verdadera. Aún le costaba creer aquella noticia cuando Harry se la había contado. Sybill Trelawney, la farsante de la torre, había logrado pronunciar una profecía verdadera: era la vidente que había condenado a Harry a seguir ese camino. Si la situación no fuera tan grave, todo el asunto sería risible. Por desgracia, nadie se reía.

Dejando de lado por un momento los pensamientos sobre Harry, centró su atención en su otra preocupación, el profesor Snape. No estaba haciendo tantos progresos con él como esperaba. Aún no se le había ocurrido cómo combatir sus malos hábitos alimenticios y de sueño. Aún más preocupante era la sensación de que se le estaba acabando el tiempo. Nunca había pensado que su campaña S.N.I.N.R duraría tanto. Era casi final de curso. Los estudios y los exámenes pronto ocuparían todo su tiempo. Si iba a estar fuera todo el verano, quería dejar al profesor Snape al menos un poco mejor antes de marcharse.

Aunque en un principio no había planeado continuar con S.N.O.R.T. en su séptimo año, se dio cuenta de que seguiría adelante. Pero primero necesitaba un punto de partida. Había encomendado a Rink la tarea de registrar exactamente lo que comía el profesor Snape. Hasta el momento, la pequeña elfa no había vuelto con ella. Sólo esperaba que el deseo de la elfa de ayudar al Maestro de Pociones fuera más fuerte que su deseo de hacerse daño a sí misma por hacer algo que creía que enfurecería al profesor Snape. Aunque, teniendo en cuenta el legendario temperamento del profesor, le sorprendió que Rink no estuviera permanentemente cubierta de vendas. No es que pensara que el profesor Snape fuera a maltratar a un elfo doméstico, pero no le extrañaría que Rink se hiciera daño si creía que Snape estaba enfadado con él.

Miró el reloj y se fijó en la hora. Las once y pocos minutos habían pasado ya el toque de queda. Era la hora. Cogiendo su varita, primero lanzó un hechizo silenciador y luego uno de los menos potentes alrededor de su cama cerrada con cortinas. Sintiéndose segura, extendió el Mapa de los Merodeadores sobre la colcha, alisando las arrugas del viejo papel.

"Juro solemnemente que mis intenciones no son buenas." dijo, mientras golpeaba una vez el pergamino con la varita. Como tinta derramada, unas líneas oscuras empezaron a extenderse por el papel, delineando habitaciones y pasillos y pasadizos no tan ocultos hasta que todo Hogwarts quedó ante ella.

Mirando hacia la torre del director, observó que, una vez más, las huellas identificadas como Albus Dumbledore iban y venían. Al ver esos pasos todas las noches, sintió una confusa mezcla de consuelo y ansiedad. No le cabía duda de que la guerra en la sombra con Voldemort pesaba mucho en su mente. Al ver esos pasos, Hermione sabía que, a pesar de la fachada de seguridad que el director mostraba al mundo, estaba profundamente preocupado.

𝐏𝐫𝐨𝐲𝐞𝐜𝐭𝐨 𝐅𝐚𝐯𝐨𝐫𝐢𝐭𝐨 (𝐒𝐞𝐯𝐦𝐢𝐨𝐧𝐞)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora