Hermione subió las escaleras con la sanadora Alverez en dirección a la habitación del profesor Snape. Entre la falta de sueño, la búsqueda de Snape, la loca carrera cargada de adrenalina para ir a buscar a la sanadora, y luego el calvario estomacal de enfrentarse a Ron, Harry y la Orden... estaba aniquilada y funcionando con los últimos resquicios de sus reservas.
Una vez más, tuvo que preguntarse si eso era lo que el profesor Snape sentía todo el tiempo, entre enseñar y espiar y correr entre Dumbledore y Voldemort. Y las chicas tontas que lo molestaban por su tiempo agregó, reconociendo que ella era sólo una carga más en su plato ya lleno. Era realmente un milagro que el hombre no tuviera más mal genio que él. Sacudió la cabeza incrédula ante sus propios pensamientos -justificar los hábitos menos nobles de Snape-, realmente estaba cansada.
Pero ni siquiera el cansancio que le entumecía el cuerpo conseguía disipar la punzada de preocupación que se le agolpaba bajo las costillas. Una vez que Dumbledore había terminado sus hechizos sobre el profesor Snape para eliminar las maldiciones persistentes de Voldemort, no le habían permitido subir a ver al profesor. Aquella sería la primera vez que vería al hombre desde que lo había encontrado arrugado, empapado y ensangrentado en el umbral de la puerta.
Intentó decirse a sí misma que estaba siendo tonta. Snape iba a mejorar. Alverez estaba aquí y ya había hecho una ronda de curaciones. Hermione había sido asignada para cuidar del profesor Snape mientras se recuperaba. Rink también estaba aquí y cuidaría de Snape. Independientemente de su castigo por parte de la Orden, sabía que nunca conseguiría que el elfo no pusiera de su parte para cuidar del profesor Snape. Después de todo, Rink había demostrado que se tomaba muy en serio su trabajo como amo de llaves personal de Snape. Debería haberse sentido jubilosa. No podría haber salido mejor si ella lo hubiera planeado todo.
Tal vez ése era su problema, pensó, mientras doblaban el último rellano y se dirigían al largo y oscuro pasillo que albergaba los distintos dormitorios. Hermione era planificadora. Le gustaba que las cosas estuvieran bien dispuestas de la A a la Z. Pero esto... esto era suerte al azar y un vuelo al azar. Estaba reaccionando a los acontecimientos. Todo estaba fuera de control y ella se veía arrastrada por el caos.
Entonces llegaron, y ella tropezó con la tabla del suelo deformada justo dentro de la habitación donde Rink había colocado a Snape.
"Oh", dijo débilmente al detenerse bruscamente, con los ojos clavados en el hombre que yacía en la estrecha cama.
Una vez cruzada la puerta, la sanadora Alverez volvió a tomar el control; una ironía, dados los pensamientos anteriores de Hermione, que no pasó desapercibida para ella. Pero Hermione estaba cansada y se dejó arrastrar mientras Alverez le chasqueaba los dedos con impaciencia. "No te me vengas abajo todavía. En realidad no es tan malo como parece".
Hermione no veía cómo era posible. Snape parecía ya muerto. Una sucia sábana amarilla, que Hermione sospechaba que alguna vez había sido blanca, le llegaba a Snape por debajo de los hombros. Le cubría como una mortaja y le daba a su tono de piel, ya de por sí superficial, un aspecto aún más enfermizo, como si fuera uno de los maniquíes de cera de Madame Tussaud.
Se estremeció. Fuera de control.
Los moratones que antes apenas habían empezado a hacerse notar estaban ahora completamente desarrollados, con salpicaduras de púrpura, verde y amarillo a lo largo de su cara y mandíbula. Una serie de marcas de color rojo púrpura intenso se centraba en lo que podía ver de su hombro derecho, y los bordes del hematoma se extendían por debajo de la sábana.
"¿Hermione?"
Hermione apartó su atención de Snape, concentrándose en la sólida presencia del Sanador. Asentando los hombros, Hermione levantó la barbilla. "¿Qué tengo que hacer?"
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𝐏𝐫𝐨𝐲𝐞𝐜𝐭𝐨 𝐅𝐚𝐯𝐨𝐫𝐢𝐭𝐨 (𝐒𝐞𝐯𝐦𝐢𝐨𝐧𝐞)
Hayran Kurgu#Sevmione SS/HG. 【Los personajes reconocibles son propiedad de J.K Rowling. Traducción Autorizada✔】