18. Más preguntas y más respuestas◉

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Severus observó a Granger cruzar la cocina hasta su silla. El crujido de la porcelana arrastró su mirada hacia el suelo rozado. Frunció un poco el ceño, antes de darse cuenta, lo que trajo consigo un calor avergonzado que le inundó las mejillas cuando le volvieron los recuerdos. Mortificado por haber perdido el control, tanto sobre su temperamento como sobre su magia, ladeó la cabeza y dejó que su pelo se deslizara hacia delante, ocultando su rostro de la mirada aguda de la chica. Ya era bastante malo que ella hubiera sido testigo de su pérdida de control. No necesitaba ver también su mortificación.

A pesar de que tendía a burlarse de los Gryffindors y su emocionalismo desenfrenado, sabía que tenía sus propias debilidades. Que su temperamento le hubiera llevado a perder el control de sí mismo de aquella manera era imperdonable. No había tenido un estallido incontrolado de magia sin varita como aquel desde que el director le había dicho que Lupin ocupaba el puesto de Defensa. Al menos entonces, había mantenido el control hasta volver a sus habitaciones. Que hubiera perdido el control ahora en esas circunstancias y ante la chica era imperdonable. Con su interacción casi diaria con el Señor Tenebroso, no podía permitirse ni un solo desliz. Más que su propia vida dependía de su capacidad para mantener su temperamento y sus secretos.

Sacó la varita, hizo un amplio gesto de barrido y limpió el desastre que había hecho. Tal vez era hora de que le pidiera a Albus cualquier poción o hechizo que el viejo manipulador hubiera usado antes para dormirlo. Era obvio que Severus estaba perdiendo su ventaja.

Sintiendo que un sordo latido comenzaba detrás de sus ojos, se resignó a esta nueva responsabilidad que la chica había puesto a sus pies. Una parte de él se regocijaba en la confianza que implicaban sus acciones. Había acudido a él con sus preocupaciones, no a Molly Weasley, ni al director, ni siquiera a Lupin. Otra parte de él deseaba que hubiera acudido a alguno de los otros. Resistió el impulso de lanzar un suspiro melodramático. Antes de poder descansar, había que ocuparse de la chica.

La chica. Hermione Granger. Bien podía acostumbrarse a referirse a ella por su nombre. Ella estaba, y por elección propia, atada a él ahora por los lazos de mentor y alumna. Referirse a ella como "la chica", como si fuera simplemente una más de las idiotas descerebradas con las que trataba a diario, sería hacerle un flaco favor. Por un momento se acordó de aquel año en que había vuelto a Hogwarts. Había estado igual de ansioso por probarse a sí mismo ante Albus. Todavía recordaba el día en que el anciano le había llamado por primera vez Snape, en lugar del más formal señor Snape.

Miró expectante a la chica sentada allí, con el pelo revuelto por el sueño y aún en ropa de dormir, pero con los ojos abiertos, confiada y esperándole. Merlín, ayúdame. Pero para enfrentarse a Potter necesitaría su confianza y su ayuda antes de que todo saliera mal y acabaran todos muertos. Era, por supuesto, una apuesta calculada -un enfoque decididamente Slytherin que haría que Albus lo regañara por su uso de maniobras tácticas en el ámbito de las relaciones humanas-, pero extender a la chica la cortesía de la familiaridad lo ayudaría a largo plazo.

Decidido su rumbo, se dispuso a tomar el suyo. "A ver, Granger, creo que estabas a punto de contármelo todo".

Disimuló una sonrisa de satisfacción cuando los ojos de ella se abrieron ligeramente al oír su apellido. Se alegró bastante de que ella reconociera la importancia de aquello. Sin embargo, no disimuló su sonrisa cuando ella se dio cuenta de lo que le estaba pidiendo, cuando sus ojos se abrieron de par en par y su rostro perdió el color. No necesitó Legeremancia para seguir los pensamientos que cruzaban su expresivo rostro. Gryffindors, pensó con sorna.

"Cálmate, Granger. Me importan un bledo tus secretos y fantasías de colegiala. Tú muchas limita tus respuestas a las que tengan que ver con Potter".

El rápido destello de indignación seguido de alivio que cruzó por su rostro confirmó sus sospechas. Los niños siempre están tan seguros de que los demás se interesan por sus pequeñas vidas y secretos. Como si una chica de diecisiete años tuviera secretos que me interesaran.

𝐏𝐫𝐨𝐲𝐞𝐜𝐭𝐨 𝐅𝐚𝐯𝐨𝐫𝐢𝐭𝐨 (𝐒𝐞𝐯𝐦𝐢𝐨𝐧𝐞)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora