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Lo que eran horas de cuidado se convirtieron en días, México temía que se convirtieran en semanas incluso hasta meses. Si Rusia no despertaba se volvería loco.

La idea de escapar había cruzado por su mente un par de veces, sin embargo, tenía miedo de regresar, no podía irse todavía aún si su gente lo necesitaba.

Ucrania logró convencer a los oficiales de que el eslavo estaría seguro bajo su cuidado y que no dijeran nada acerca de la presencia del mexicano en el país. Habló con China sobre el porqué Rusia no se había presentado a la reunión que se iba a llevar a cabo el día que agredieron a la capital.

Estaba pendiente la planeación del ataque del frente del pacífico, el cuál era liderado por Japón y las dos coreas contra las fuerzas de Estados Unidos,  Canadá, Brasil y varios países de latinoamérica. Quién diría que ambas naciones coreanas unirían fuerzas para derrocar a una amenaza mucho mayor. Eran demasiadas cosas por arreglar, habían logrado invadir algunos puertos de Ecuador y Argentina y así avanzar poco a poco para poder llegar al país de 50 estrellas. De igual modo, Italia estaba sufriendo una invasión por parte de Francia, quien quería llegar a las cortezas terrestres que contenían los minerales que usaban para crear armas, si los privaban de tales materiales podrían persuadir a Italia a rendirse. Claro que sus aliados saldrían en su defensa.

México se encontraba sentado en un sillón cercano a la cama del ruso la cuál era muy espaciosa. Tras pasar unos días ahí, podría decir que ya conocía cada parte de la habitación. Era enorme, tenía una chimenea, varios sillones, algunas esculturas sobre muebles muy finos, pero lo que más le gustaba era la gran terraza que daba vista a la hermosa ciudad.

No tenía otra cosa que hacer, de vez en cuando sólo contemplaba a Rusia con detenimiento, su cabello blanco desparramado por la almohada, su respiración pacífica, y su clavícula marcada. Admitía que era bastante guapo. Nunca lo conoció realmente, salvo algunas veces que hablaron más por obligación que por voluntad. En las reuniones de ONU por ejemplo, cuando tenían que hablar sobre sus relaciones de comercio y algunos tratados.

Estuvo apunto de quedarse dormido cuando los movimientos sutiles de Rusia lo alertaron, ya había despertado de su largo sueño y trató de levantarse, pero México lo detuvo.

– ¿Мексика?– preguntó con confusión. Nuevamente, se recostó sobre el colchón tratando de alejar el sueño de él por un tiempo, no había dormido bien desde hace meses.

– El mismo.– dijo con entusiasmo mientras se volvía a sentar en el sofá.– me alegra que hayas despertado.

– ¿Cuánto tiempo dormí?– cuestionó ya más despierto.

– Aproximadamente seis días.

Rusia se sorprendió al escuchar la cifra, ¿cómo pudo dormir tanto? Y más en esas fechas que por alguna razón, la hostilidad estaba hasta el tope.

– ¿Y Ucrania?

– Ella está bien, avisó a tus aliados sobre la situación, no ha pasado nada grave desde entonces.

Rusia no entendía el porqué México lo ayudaba y cuidaba, tuvo la oportunidad perfecta para matarlo si así lo quería, sin embargo, no lo hizo.

– ¿Por qué me ayudas?– preguntó indiferente.– tuviste la oportunidad de matarme y no lo hiciste. ¿Por qué?

El hispano no esperaba aquel cuestionamiento, pero entendía que no había mucha confianza entre ellos aún, por lo que era normal que el ruso no bajara la guardia y se pusiera a la defensiva.

– Tú no me dejaste morir cuando caí gravemente herido; así que te estoy devolviendo el favor.– si bien Ucrania fue quien lo había convencido de no dejarlo morir, Rusia pudo haberse negado y matarlo.– además, no todos somos como USA, no tenemos esa sed de sangre.

El eslavo no respondió y volvió a cerrar los ojos por un momento, ahora comprendía porqué Ucrania confiaba tanto en él.

México supuso que Rusia preferiría estar solo ahora, por lo que se levantó dispuesto a salir.

– Bueno, me retiraré por si quieres estar solo.– emprendió su marcha hacia la puerta.

– No, espera, quédate.– dijo casi suplicando. Decidió dejar todo ese asunto a un lado, no le vendría mal un poco de compañía que no fuera de algún oficial o ministro, igualmente, México ya estaba ahí, no le serviría de nada correrlo.

El mexicano sintió una extraña calidez en su pecho al escuchar esas palabras, no pudo negarse a ello y regresó contento a la comodidad de las almohadas.

El sol se se escondió bajo tierra y la luna poco a poco salió de su escondite, la nieve comenzó a caer lentamente cubriendo todo a su paso y la temperatura bajó al punto de empañar los ventanales.

– ¿Por qué nos me hablas de ese tal Tonatiuh?– dijo el ruso rompiendo el silencio, había escuchado ese nombre antes de caer en el desmayo, y la verdad es que estaba cansado de hacer puras interrogaciones, quería escuchar otra cosa que no tuviera nada que ver con la guerra.

El latino se alegró por el interés del eslavo hacia su cultura y sus dioses, lo malo es que una vez que abriera la boca no pararía de hablar.

– En mi época prehispánica cuando aún no era una colonia, Tonatiuh era adorado y considerado como el dios del sol, también conocido como el quinto sol en el calendario, representa la fuerza vital y la energía que da vida a todo en mis tierras. – se detuvo un momento para acomodarse mejor en el sofá.– si bien no es del todo bueno, a veces me escucha y cumple con lo que le pido, siempre he sido un siervo leal. Claro que también hablo con los otros sin que se de cuenta, si no se pondría celoso.

Rusia escuchaba atentamente cada palabra, reconocía que el pasado del norteamericano era interesante, y le gustaría saber más sobre su origen.

– ¿Tú tienes a algún dios que represente al sol?– preguntó México con curiosidad. El ruso lo pensó un poco antes de responder.

– Hors, es el dios del disco solar, está relacionado con la curación y la enfermedad. Era amado por los antiguos rusos paganos antes de aceptar el cristianismo.– desvió su mirada hacia los ventanales.– pero, él casi nunca me responde.– dijo con algo de decepción en su voz.

México no dijo nada al respecto, entendía esa sensación de ausencia y abandono que tienen algunos dioses hacia ellos, por ejemplo, Quetzalcóatl nunca respondía a sus plegarias. Prefirió mejor cambiar de tema.

– Cuando todo esto termine, podría llevarte a ver las pirámides de mis antepasados y a que conozcas mi gastronomía, sólo si tú quieres.– sonó más como súplica que como invitación. Era lo menos que podía hacer.

Una sutil y breve sonrisa apareció en el rostro del ruso ante la invitación, le encantaría poder pasar tiempo en otras tierras que no fueran las suyas, sin embargo, sabía que eso no sería posible.

– ¿Qué hay de tus hermanos?– cuestionó el euroasiático.

– Ah, ellos, pues no los he visto desde que inició el conflicto, pero sé que están bien.– la tristeza y nostalgia en su voz eran fácil de identificar.– recuerdo que cuando éramos niños le teníamos un terrible miedo a los frailes que se encargaban de evangelizar a nuestra gente, pero nos encantaba comernos las obleas que daban en sus iglesias, cuando nos encontraban corríamos los más rápido que podíamos. Eso molestaba mucho a mi padre.

Esta vez lo dijo riéndose, su buen humor era contagioso.

– ¿Y qué sucedió después?

– Bueno, evidentemente crecimos, llegó la independencia y no volvimos a ver a aquellos frailes que nos causaban pesadillas, sin duda es algo que extraño. ¿Qué hay de ti?

Rusia no respondió, no tenía muchos recuerdos buenos con sus hermanos. Decidió evadir la pregunta, cosa que le extrañó a México.

– México, gracias, cualquier otra nación me habría matado estando en este estado.– lo decía en serio, lo había juzgado mal y al ver sus acciones no veía ni una pizca de hostilidad o maldad. Tal vez Ucrania tenía razón respecto al de sangre azteca.

– No hay de qué. – respondió el latino con sinceridad.– para eso están los amigos.

Rusia no esperaba esa respuesta, pero no le molestaba en lo absoluto, quizá su vida y humor mejorarían con la compañía del mexicano.

⚜︎𝒀𝒆𝒂𝒓𝒔 𝒐𝒇 𝑺𝒊𝒍𝒆𝒏𝒄𝒆⚜︎ [𝑅𝑢𝑠𝑚𝑒𝑥]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora