8. La varita, el cuaderno y la botella

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Theodore Nott







Eran pasadas las una de la madrugada y aproveché para poder despejarme, subí a mi torre favorita y prendí un cigarrillo. Cerré los ojos y dejé que el frío me diera en la cara, pensaba que con el viento, las dudas y los pensamientos se iban a ir volando a otra parte, aquella manera psicológica a veces servía y podía volver a bajar como si nada pasara en mi vida. Era una manera de ignorar mis problemas por unos días.

Entre el ruido de las ráfagas de viento se escucharon unos insultos, muy bajó, pero a la vez muy audible en el completo silencio que había y me llamó la atención. Me gire, escondiendo mi cigarro y empecé a husmear por detrás de las columnas, vi a alguien sentado y apoyado en el borde de la fría y grisácea pared de piedra. Era Orión y en sus manos tenía una botella que reconocí al instante, el recipiente no tenía mucho líquido ya y pude notar que fue Black quién casi la vació. Sus ojos estaban cerrados, su boca estaba entreabierta y por el costado de su rostro caían leves gotas de transpiración, su corbata estaba desaflojada y su camisa era un desastre. Al lado de él había un cuaderno de cuero, parecía viejo por lo gastada que estaba la tapa y por las amarillentas hojas que se dejaban ver. Un suspiro de alivio abandono mi cuerpo y volví mi vista a Orion con preocupación, debería tener una buena razón para estar así.

Le patee sus pies un par de veces hasta que note como se asusto y abrió los ojos enormes dando un brinco en su lugar. Me visualizo parado delante de él y me examinó la cara, pareció relajarse porque dejó de estar tenso y su cuerpo se relajo al notar mi uniforme, en su estupido rostro apareció una sonrisa, una amarga y a su vez burlona sonrisa. Me reconoció.

── veo que no soy el único jodido. ── murmuré recargandome en la barandilla que tenía detrás mío y volví a darle una calada al cigarrillo. Lo escuche largar una risa nasal y me miró dándole un trago largo al whisky añejado de Ogden en su mano.

── y a vos ¿que mierda te paso? ── preguntó recorriéndome con la mirada. Admito que yo también me veía algo mal, mi corbata estaba en el mismo estado que la suya y la caja de cigarros sobresalía de mi bolsillo dejando ver pocos rollos en ella. En mi cara se notaba el cansancio que acumulaba, mis ojeras me delataban dejando más que claro que no tenía buenas noches de sueño y mi mirada somnolienta confirmaba más lo anterior.

── ¿a mi?¿vos te viste en un espejo? parece que te paso un tren por encima. ── él empezó a reír y instintivamente me reí yo también a la par. Orión tenía una risa estúpida, estaba más que claro que estaba ebrio.

── ¿querés? ── estiró la botella de whisky hacia mí y yo negué con la cabeza acompañado de una pequeña seña negativa con mi mano. Él se encogió de hombros y volvió a llevar la boca de la botella a sus labios dando paso a un largo trago de aquel líquido embriagador.

── tendrías que buscar otro lugar donde emborracharte, Filch pasa siempre a las dos de la madrugada por acá, si te ve, te va a llenar de castigos hasta el año que viene.

── ¿qué hora es? ── preguntó juntando sus pocas cosas; su varita, su cuaderno y su botella.

── antes de que saliera, eran las una y media, ya casi deberían ser las dos.

── mierda.── se quejó. Trató de pararse, pero se tambaleo mucho y volvió a quedar en el mismo lugar. Tire el rollo entre mis dedos y lo pise, me acerqué a Orión y lo ayude a pararse pasando uno de sus brazos por mis hombros para que tenga más sostén. Él me miró y tenerlo tan cerca hizo que sintiera el olor puro de lo que estaba tomando, su boca olía horrendo. Orión largo una risita al ver mi cara de asco.

Empezamos a bajar las escaleras y juró que me arrepiento de haberlo ayudado, es un desastre, no puede coordinar sus pies y se enreda en sus pasos, agradezco mucho ser fuerte porque sino nos hubiéramos caído rodando por las escaleras por su culpa. Al llegar al final de los escalones suspire y lo escuche largar otra risa, parecía divertirse porque había reído todo el santo transcurso desde allí arriba hasta acá a mitad del pasillo y no soltaba su jodida botella de whisky. Me encantaba andar por los pasillos de Hogwarts durante la noche, todo estaba en silencio y consumido por las sombras, era como si estuviera abandonado a excepción del viejo cuidador y su horrenda gata, los odiaba, desde que Lucifer me araño en primer año y la señora Norris me delatara el año pasado, mi rivalidad con los gatos se volvió personal.

The Last Black. Theodore NottDonde viven las historias. Descúbrelo ahora