VII Condena eterna

5 1 22
                                    

En la profundidad de las montañas de los Andes, algo se movilizaba por un oscuro sistema de cuevas que parecían no tener fin. Observaba atenta como plácidamente lo que parecían ser diversas almas de ojos blancos y cuerpo grisáceo en estado de tortura eterna, soltando llantos como alaridos de terror que llenaban el lugar. Suplicándole muchas al ente jaloneando su ropa, respondió únicamente alejándolos al impactarlos con energía salida de su boca.

Caminando por un sendero oscuro, pisoteando violentamente a otras almas y esqueletos vivientes que se pusieron como alfombra, la criatura tomo asiento en un gran trono de huesos, encontrándose detrás suyo una gran calavera que no parecía falsa. Era un ser de piel roja carbón de cinco metros de altura, de rostro colorido felino de grandes orejas, sobresaliendo sus grandes colmillos de su boca de dientes puntiagudos en forma de gran sonrisa maligna, poseyendo penetrantes ojos negros vidriosos. Su cabeza era adornada de cuatro largos cuernos coloridos en cada lado, junto a cuatro más pequeños en su centro. Sus grandes piernas terminaban en garras de águila, poseyendo el mismo tipo en las manos. La armadura, al parecer de hierro o algún material similar, que lo vestía era de un rojo mucho más oscuro que cualquier tipo de rojo que se conociera.

El ente soltó un aterrador y gran rugido al abrir su gran boca, llenando de terror todo el lugar, inclusive aterrando a aldeanos cercanos en la superficie que salieron corriendo de solo oírlo.

-Otro día aburrido aquí. Extraño los tiempos donde causaba caos seguido en el Kay Pacha-Se quejó-Ahora solo arreo almas patéticas de mortales, y en mis tiempos libres solo paseo por este sistema de cuevas sin verdadero fin para intentar no aburrirme-Expreso la criatura que, pese a su fastidio, hablo de una manera tan calmada y serena que solo la muerte misma podría igualarle el tono de voz.

Pensando que ese día seria como cualquier otro, para su inesperada sorpresa, algo comenzó a vibrar en el suelo, llamando pronto su atención por ser algo que ya había visto antes.

-¿Sera posible...?-Hizo una pregunta al demoniaco aire del lugar.

De repente, el suelo se desquebrajo en forma de portal. Abriendo de por si sus ya grandes ojos, aún no podía creer lo que estaba aconteciendo.

-Aún existe gente que me recuerda...Me pregunto qué querrá a cambio...No importa ¡Al fin volveré a salir!

No pudiendo dejar ir esa oportunidad de siglos, la entidad hizo un anuncio importante tras pegar otro espantoso rugido, pronto reuniéndose todas las almas del lugar para escucharlo, tanto por el rugido como por saber que les iría bastante mal si no acudían al llamado del dueño del lugar.

-Queridas almas. Como saben, eh sido muy generoso con ustedes en permitir que ocupen mi hogar. Sin embargo, tras analizar la situación, como en la dislumbración del portal que están observando, y ver que se ah sobrepoblado por su presencia, eh tomado una importante decisión, que estoy seguro de que les gustara.

Tras esas palabras, todas las almas en pena se pusieron impacientes por saber que diría su señor.

-Por eso mismo, le otorgare la paz eterna a las almas que más sustos provoquen en el Kay Pacha.

Las almas no evitaron tener una enorme expresión de alegría conjunta tras escuchar esas palabras que nunca creyeron que oirian en su eterna estadía.

-Pero si fracasan, como vuestro señor, ni se molesten en regresar. Si se atreven a hacerlo, los exterminare para siempre-Esto último lo dijo causando un gran estruendo al golpear uno de sus pies en el suelo que aterro a los presentes.

Pese al susto inicial, las celebraciones siguieron por el anuncio, teniendo la entidad que poner orden lanzando ataques de energía despegados de sus manos. Pasado eso, permitió que varias almas atravesaran el portal. Muchas salieron rápida como apresuradamente, llegando incluso a atropellarse unas a otras. Viendo su obra realizada, el ser maligno solo rio un poco.

Jaguaret (novela original) (COMPLETADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora