Harry Potter y el secreto de Magia

Capítulo 15

Cuando Mu sintió que el niño se calmaba, lo soltó y lo vio colocarse junto a Athena, protegiéndola una y otra vez. Harry miraba ansiosamente las casas cuando escuchó un grito. Él y Kiki giraron la cabeza para ver a un humano básico, normal de normal , corriendo hacia ellos con la mirada más tonta en sus rasgos faciales. Harry levantó una ceja ante la apariencia del hombre. Harry lo encontró realmente ridículo vestido como un practicante de Kendo. Llevaba media protección, guantes gruesos y un sable de bambú. Harry se volvió hacia Kiki y le preguntó:

-¿Quién es este imbécil?

-Es Tatsumi, el sirviente de Saori.

-Quién ?

-Saori es la reencarnación de Atenea.

-Vaya !

Los dos niños escucharon al hombre gritar:

-Perder a la señorita.

Se arrodilló frente a Athena con una mirada muy preocupada, luego miró el gran reloj. Solo quedaban cinco horas antes de la muerte de la niña.

-¿Qué están haciendo Seiya y los demás para estar tanto tiempo ?

Harry frunció el ceño ante lo que acababa de decir el hombre. ¿Como se atreve? Los Bronces no iban a cazar mejillones, sino a luchar contra algunos de los caballeros más poderosos del mundo. Tatsumi murmuró mirando la flecha como un pollo que acaba de encontrar un cuchillo:

-Tiene que volver rápido con el Papa, de lo contrario señorita... ¿Por qué solo el Papa puede sacar esta flecha maldita? ¡Mierda!

Fue entonces cuando todos escucharon que los guardias venían corriendo armados con lanzas. Se detuvieron frente a ellos y los miraron con desprecio. Harry los observó con curiosidad. No era cierto, ¿los hombres nunca aprendían de sus errores? Tenía un loco deseo de matarlos. Ni siquiera escuchó lo que decían. Podría haberlos masacrado, pero Mû lo detuvo con una sola mirada. Como Mû no reaccionó a sus preguntas, quisieron atacar. Sin embargo, cuando decretaron que querían matar a Atenea, Harry perdió el control. Su cosmo creó una verdadera barrera entre los guardias y la diosa. Mû contuvo a su aprendiz dejando que Tatsumi lo cuidara. Harry observó con curiosidad cómo el anciano se abalanzaba sobre ellos y los golpeaba con su bastón. Es eso' les pegaba bien el viejo. Mientras peleaba, Mū se levantó y fue a sentarse en los escalones frente a su templo, llevándose a Kiki con él. Sabía que Harry no lo seguiría y protegería a la diosa hasta la muerte si fuera necesario, aunque todavía no era un Caballero Dorado.

Harry observó la pelea y vio que estaba teniendo más y más problemas, los guardias eran demasiados. Pronto fue sometido y dos guardias se acercaron a Atenea. Al ver esto, Harry lentamente incrementó su cosmo haciéndolo bastante agresivo. Cuando los guardias fanfarronearon diciendo que querían matar al "niño" ,el reacciona Su cosmo explotó con una violencia aterradora. Su aura parecía serpentina, agresiva y amenazante. Los dos guardias se detuvieron por un momento, luego, pensando que solo estaba presumiendo, reanudaron su caminata. Se lo tomaron mal, porque Harry hizo aparecer una barra de metal, prueba de que iba a atacar. Mu finalmente iba a ver el ataque de Harry. Sus manos se volvieron más y más brillantes a medida que se atiborraban de poder. Cuando estuvo al máximo, Harry extendió los brazos e hizo un amplio círculo, luego volvió a llevar las manos a la lanza, apuntó a los guardias y escupió:

- ¡Que la ola de la decimotercera nube te aniquile!

Los dos guardias fueron vaporizados adecuadamente. Kiki silbó diciendo:

- La vaca, ese es el ataque.

Los otros guardias se volvieron hacia Harry y lo miraron con asombro. Lo observaron y luego corrieron hacia él. Excepto que fueron detenidos por los Caballeros de Bronce, Jabu del Unicornio, Ban del Pequeño León, Ichi de la Hidra, Geki del Oso y Nachi del Lobo. Al ver que solo había cinco de ellos y que el último era un niño pequeño, atacaron. Excepto que fueron completamente demolidos por los recién llegados. Presas del pánico y apenadas, huyeron sin pedir descanso. Jabu tomó la espada de bambú y se la devolvió al anciano, quien gruñó molesto. Ahora que el peligro estaba lejos, Harry calmó su cosmo y reanudó su guardia con la diosa. El escudo que había colocado desapareció con un ligero parpadeo. Tatsumi y los caballeros se pararon cerca de la diosa, torcidos por una mirada cautelosa del niño. El anciano gimió por un momento a la joven, luego, volviéndose hacia los caballeros, les dijo: