Capítulo 14

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Checo despertó con una contractura en la espalda, todo por dormir en el sillón en una postura forzada. Con todo y su dolor, lo primero que hizo fue revisar en su teléfono las llamadas perdidas, para su desgracia, no tenía ninguna. Sintió un ligero enojo, tal vez, estaba ocultando tras éste su decepción. Dejó el teléfono sobre la mesita de centro y con un suspiro decidió darse una ducha caliente, con la esperanza de aliviar un poco su espalda adolorida.

Revisó por segunda ocasión su teléfono cuando salió del baño, e igual que antes, no había nada en la pantalla, salvo su protector de pantalla. Maldijo y aventó el aparato al sofá. Se dio la vuelta y entró a su habitación, no sin antes dar un portazo.

¿Qué se creía ese güero desabrido?, ¿por qué carajos no lo llamaba? No se sentía nada bien, para nada feliz. Su entusiasmo por la vida comparado con una batería, se encontraba en un 20%. Ya no quería ir con Carola e intentar darle ánimos. ¿Cómo? Si él mismo no tenía ánimo.

Se vistió y se peinó, siempre con una “oreja parada” esperando escuchar el tono de llamada de su celular. Pero nada de nada. Poco a poco, el enojo se fue transformando en lo que en realidad era: pura ansiedad.

Antes de salir se vio tentado a llamar él. Pero no lo hizo; como le había dicho a  Charles, no quería parecer desesperado. Tal vez, Max sólo estaba ocupado, tal vez, le llamaría más tarde. Salió de su departamento, diciéndose que no debía darle demasiadas vueltas en la cabeza. Sólo debía esperar, armarse de paciencia, confiar… pero

Cómo le costaba trabajo.

Carola tenía los ojos y la nariz rojos, cuando le abrió la puerta. Si Checo no la conociera bien, habría creído que estaba resfriada.

-Lloraste toda la noche, ¿eh? Le dijo al entrar y cerrar la puerta tras de sí.

Su amiga se limitó a suspirar y a trepar al sofá más cercano. En la mesa de centro de la sala tenía una caja de pañuelos, y éstos mismos regados, tanto en la mesa como en la alfombra.

-Te dije que no valía la pena ese tipo.

-Sergio , lo que menos necesito es que me regañes.

El pelinegro asintió resignado. Ella tenía razón. Era insensible de su parte. Se sentó junto a ella y abrió sus brazos para que ella se acercara y pudiera abrazarla.

-Sea como sea, Caro, no dejes que arruine tus planes.

Carola sollozó abrazada a su amigo. Sabía que lo que éste le decía era razonable. No quería que le doliera, pero lo hacía.

-Es difícil, Checo. Imagina que encuentras a alguien, te gusta mucho, mucho; pero te abandona, desaparece. ¿Cómo te sentirías?

Checo casi suspira, si ella supiera que desde el día anterior tenía una fuerte preocupación respecto a ese tema…

-Horrible, supongo contestó-Pero iría con ustedes a divertirme. ¿Por qué dejaría que me alejara de las otras personas que quiero? Vamos, Caro, haz el viaje con nosotros, esquiemos, bebamos, bromeemos y dejemos todo atrás.

-Pero no quiero; todos irán con sus parejas. No quiero estar ahí bailando sola.

-Yo bailaré contigo, faltaba más. No te dejaré sola.

Carolina se incorporó y miró a Checo a los ojos, se sorbió la nariz y acto seguido, se abrazó a su cuello y le besó en los labios. Para Checo todo fue tan sorpresivo que no reaccionó a tiempo para quitarse. Además, sintió que hacerlo habría sido una verdadera grosería. Esperó sin moverse, ni corresponder al beso, a que ella se apartara. Y cuando lo hizo, se dio cuenta que no había evitado, con sus acciones, que ella no se sintiera dolida.

-Lo siento,  Carola -le dijo, pero es que yo tengo a alguien.

La castaña apretó los ojos y se sentó correctamente en el sofá.

-¿Tu regalo de navidad, ese por el que me llamaste?

Checo asintió. Carola sacó otro pañuelo de la caja y se sonó la nariz.

-¿Te digo algo?-preguntó.

-Sí, claro

-Siempre me has gustado.

-Bueh, yo le gusto a todo mundo.


Carola le dio un codazo en las costillas.

-Hablo en serio.

Checo rió suavemente. Y ella sonrió ligeramente.

-¿Por qué carajos tenías que ser gay?-le espetó.


-¿Qué puedo decirte?

-Que dejarás de ser gay.

Checo rió. Carola, también.

-¿Cómo es él?

-¿Quién?

-Tu regalo de Navidad, bobo.

-Ah, pues alto, rubio, ojos azules, fuerte… guapo como Dios griego.

-Te gusta mucho, ¿verdad? De no ser así me habrías besado. Eras un gay un tanto flexible.

Checo se encogió de hombros. - Supongo que tenía que llegarme la hora de querer tener algo serio.-

-¿Por qué?

-No lo sé. Tal vez, él es la persona correcta- al decirlo, Checo se dio cuenta de que era justo así. Max era su persona correcta, no había de otra, puesto que era con él con quien se sentía sumamente feliz, con quien podía ser él mismo-. Oye, Caro no te preocupes mucho por ese idiota, tu persona correcta llegará, estoy seguro.

Carola le miró, había un bonito brillo en sus ojos que minutos antes no estaba.

-Si no fueras gay, serías tú le dijo y Checo rió al tiempo que volvía a encogerse de hombros- ¿Saldrías conmigo, si ese regalo tuyo no existiera?

-Tal vez.

-Mmh-la chica se mordió el labio inferior pensativa. Si existiera un tú que no fuera gay, no se me escaparía-bromeó-, lo tendría comiendo de la palma de mi mano.


Checo echó a reír, y una luz se le encendió en el cerebro. De hecho, se dijo, si hay otro yo que no es gay.


-Carola , ven con nosotros al viaje. Yo espero que Max pueda ir conmigo, pero él es una linda persona y estoy seguro de que no se quejará si te la vives con nosotros.

La chica levantó una ceja incrédula, pero terminó asintiendo.

-Iré, pero si dejas que me deprima, conquistaré a ese tal Max.


-No se dejará.

-¿Tan seguro estás?

-Sobrevivió a mi cuñadreja.

-¡¿ Ileana quiso quitártelo?!

-Huy, si te contara. Poco le faltó para pasar frente a él en tanga diciendo: mírame, mírame. Pero él sólo me miraba a mí-añadió con suficiencia.


Carola echó a reír.

Cuéntame le dijo al tiempo que le tomaba del cuello de su chaqueta y lo zarandeaba- ¡cuéntamelo tooodo!










Cuando Carola dejó ir a Checo, el Sol estaba por caer. Regresó a su departamento un poco cansado, sabía que contarle chismes a su amiga funcionaría. No sólo había logrado convencerla de que fuera al viaje con él y el resto de sus amigos, sino que, también, le había sacado una sonrisa.

Sin embargo, él, todo el tiempo, había estado esperando la llamada de Max. Recibió mensajes de todo mundo, menos de él. Y, honestamente, estaba llegando a su límite. Si era estricto con el tiempo, estaba por cumplir 24 hrs sin hablar con Max, y eso lo molestaba como nada en la vida antes.

Decidió que no esperaría más, enfrentaría lo que tuviera que ser. Se puso cómodo, porque si eran malas noticias, al menos quería estar cómodo. Se cambió, se puso su pijama y, más relajado, se dispuso a marcar el teléfono de Max. Abrió los contactos, buscó el nombre, lo seleccionó, y estaba a punto de marcar la opción de llamada, cuando sonó el timbre de su puerta.

Suspiró. Unos nervios adolescentes le quemaron el estómago. Bajó del sofá sonriendo, seguro de que se trataba de Max. Abrió la puerta… pero lo que vio fue a un adolescente real con un grano peligrosamente rojo en la punta de la nariz.

-La pizza dijo el muchacho.

-¿Pizza? ¿Qué pizza? ¿Yo no pedí Pizza?-Checo lo miró o, más bien, miró el grano en su nariz, confundido.

El muchacho dio un respingo, sacó una nota y leyó.- ¿Es usted Sergio Pérez ?

-Sí, pero yo…

-Entonces, aquí está su pizza-el chico le tendió la caja. Ya está pagada, y tampoco se preocupe por la propina.

Sin decir nada más, y una vez que Checo sujetó la caja anonadado, el chico dio media vuelta y se fue.

Checo entró a su departamento con más preguntas que respuestas, pero, ¡era pizza gratis! ¡¿Qué más daba?! Dejó la caja en la mesa de centro y regresó a su tarea anterior; primero que nada, incluso antes de comer, tenía que quitarse la ansiedad que le causaba no saber de Max


Estaba a punto de llamar, cuando, una vez más, sonó el timbre de su puerta. Menos entusiasmado que la primera vez, bajó del sofá y abrió la puerta.

-¿Es usted Sergio Pérez ?-Un hombre adulto le miró con el rostro de alguien cuyo trabajo no le gusta.

-Ajá-contestó Checo, no muy seguro de querer confirmar su identidad.

-Su pedido el hombre, sin más, le puso en el pecho una bolsa, obligándolo, así, a sujetarla. Ya está totalmente pagada.

Y al igual que el chico, dio media vuelta, y se fue.

Checo, más desconcertado que la vez anterior, entró a su departamento y abrió la bolsa. Había cervezas adentro. Sonrió espontáneamente. Cervezas y pizza, qué cosa tan maravillosa. Pero antes, y sin pensar cómo es que esas cosas habían llegado a su mesa, tenía que llamar a ese rubio escurridizo.

Era la tercera vez que lo intentaba, hasta esperó un poco, antes de tomar su teléfono para hacer el intento; por si, de nuevo, tocaban a su timbre. Esperó unos minutos, y al ver que nadie más tocaba, desbloqueó su teléfono. Pero antes de hacer la llamada, el timbre sonó de nuevo.


-¡Me lleva la chingaba!


Maldijo, ¿qué clase de confabulación operaba contra él? Abrió la puerta molesto, dispuesto a mandar al diablo a quién le llevara más comida que no había pedido. Pero no pudo hacer eso, ni quien estaba ahí le llevaba comida.

-Hola,  Pecas -una sonrisa blanca y amable lo recibió bajo el marco de la puerta.

-Max  murmuró el pelinegro y una especie de alivio le recorrió el cuerpo.

No le dijo nada más, hizo lo que Carola hizo con él: se colgó de su cuello y le besó ansiosamente. Pero él sí recibió un beso de vuelta y unas manos que le rodearon su cintura.


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Feliz noche buena, les deseo que la pasen muy bien y cenen rico.

Muchas gracias por el apoyo, los amo. Estaba viendo tiktok y me encontré qué estaban recomendando la historia y me puse super contenta.

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Thanks Santa Claus ( Chestappen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora