El veintiuno de septiembre del año en curso los estados unido a sufrido un fuerte golpe.
Cientos de personas han perdido la vida en los últimos días debido a los numerosos atentados que se han llevado a cabo de manera simultánea en ciudades estratég...
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[En algún punto de la historia]
Vestidos elegantes. Zapatos costosos, palabras distinguidas, música clásica y movimientos empoderados.
Es todo lo que se movía a mi alrededor dentro de aquel gran salón.
Empresarios, y figuras de la alta sociedad conversando en donde quiera que se posen mis ojos.
Todo combinaba a la perfección con aquel lugar y en aquella ceremonia.
Todo excepto ella.
—Esta chica misteriosa, que tiene... nombre de demonio. —Mis brazos se cruzan y estrecho los ojos mirando en su dirección.
—¿Lucifer?
—No me da buena espina. —Tomo una bocanada de aire y la expulsó con algo de brusquedad.
A lo lejos, la observo sostener una copa de champagne entre sus delicados dedos. Cree que a todos puede timar con aquella sonrisa, cubriendo su piel con aquel impecable, galano y selecto vestido azul, cautivando tras de sí las miradas de todos los presentes.
Yo no la miro igual.
—Algo oculta —El apuesto joven ahoga una risa sobre el delgado borde del cristal de su copa, la retira de sus labios sin dejar de ver al fondo de esta y responde enarcando las cejas.
— O.… tal vez solo sientes envidia —Su muñeca comienza a girar con pequeños movimientos circulares jugando con el líquido dentro del envase aún con su vista fija en él, como si fuese lo más interesante del lugar.
Y realmente creo que lo era, La música junto a las conversaciones que resuenan a nuestro alrededor eran la melodía perfecta para querer hacerte dormir.
—Ya deja de buscarle defectos, vas a hacer que todos noten cuánto te molesta no ser el centro de atención —Dejando de observar la bebida, se inclina sobre la mesa en un movimiento medianamente calmo y tras mirarme a los ojos se acerca a mi oído para susurrar.
— Y no es de damas sentir envidia... Querida.
Con los labios apretados lo veo levantarse de la silla y beber de un solo trago el característico liquido rojo vino antes de dejar la copa frente a mí, cuadrar su hombro y comenzar a caminar lejos de nuestra mesa derrochando tanta seguridad y clase como le es posible a cada paso.
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