Dorado Nivel: 3

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El infierno. Bueno, mi infierno, comenzó cuando tenía catorce años, estuve a punto de entrar al sistema después de la muerte de mi madre.

Más bien... después de que la asesinaran, o al menos eso fue lo que me dijeron que paso con ella.

No tuve opción más que huir, no habría podido sobrevivir en manos del gobierno. "Ellos" no lo hubiesen permitido.

A los catorce tuve que abandonar la escuela y todo lo que pensé que era mi vida para convertirme en fugitiva y no precisamente de la justicia. Mi progenitora desapareció un día sin dejar rastro, un lunes fue al trabajo después de dejarme en la escuela y no volvió.

Si.

Como si se la hubiese tragado la tierra…
Nadie pidió rescate, no hubo indicios de por qué se fue. Solo lo hizo dejándonos a todos con una gran incógnita.

¿Por qué una simple y corriente diseñadora digital había desaparecido de la noche a la mañana de una manera tan... Sospechosa?

No tenía sentido, no fue por dinero... como dije, nadie pidió rescate y tampoco nadie se otorgó el crimen, al menos no hasta un año después, cuando sus supuestos huesos comenzaron a ser dejados en la puerta de la casa junto a algunas... peculiares notas.

Fue escalofriante.

Vivía en sosobra, no terminaba de comprender lo que pasaba a mi alrededor aunque todo era claro, o tal vez solo, no quería hacerlo. De hecho nidiquiera había mucho que entender, solo tenía que asimilar.

Las autoridades no habían cerrado el caso aún y yo estaba en custodia de la hermana de mi madre, la tía Ashley.

A quien una semana después de recibir el primer paquete postal tras llegar de la escuela encontré agonizando sobre el suelo de la cocina con una herida de bala en el pecho y otra en la pierna.

Mucha sangre, mucha angustia y muchas mas preguntas surgieron en ese momento, sin embargo, no había tiempo para nada de eso.

Sostuve su cuerpo mientras la veía morir. Escuche su respiración pausada mientras me pedía que me fuera y con su último me ordenaba memorizar un nombre y una dirección pidiéndome que desapareciera y advirtiéndome que no podía caer en manos del gobierno, o también irían por mí.

Y tuve que hacerlo.

Las ambulancias se acercaban haciendo el sonido de las sirenas cada vez más estridente, taladraban en mis oídos y retumbaban en cada espacio de la cocina, seguramente algún vecino había escuchado los disparos y se habían dado a la tarea de llamar a las autoridades pra pedir auxilio médico minutos antes de yo hacer acto de presencia.

Escape por el patio trasero... salte el cercado y corrí como si mi vida dependiera de ello sin saber que verdaderamente era así.

Días después sólo pude ver de lejos su funeral.

EleVator: EstáticosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora