CAPITULO 41

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A los dos minutos que colgamos, me llegó un mensaje al móvil con el teléfono de la chica, la clave y las reglas, aún no estaba segura de querer participar en ese juego.

Se llevaron todas las cajas, después tomé mi maleta y miré por última vez aquella habitación que había sido más que eso, había sido mi guarida, mi refugio, la que sabía de todos mis proyectos, mis sueños y mis alocadas aventuras de universitaria. Bajé las escaleras, me despedí de algunos compañeros y compañeras que me encontré en el camino y subí al taxi que ya me esperaba para llevarme al aeropuerto.

Al llegar al de Seattle me estaban esperando mis padres y Elizabeth, que sostenía un gran cartel que decía “Bienvenida a casa Licenciado López”, yo sonreí y corrí a su encuentro, primero abracé a mi madre que estaba más que feliz de volver a verme, la cargué y le di vueltas, después varios besos en ambas mejillas, ella sólo sonreía. Luego abracé a mi padre, que me dio un apretón en la espalda y unas palmaditas en una mejilla y por último le di un gran abrazo a Elizabeth.

– ¿Y Jaxon? – pregunté al no verlo ahí.

– Tuvo entrenamiento hija, ¿qué tal el vuelo? – respondió mi madre abrazándome.

– Muy tranquilo madre, me dormí casi todo el trayecto.

– Que gusto tenerte en casa.

– A mí también me da mucho gusto regresar.

Caminamos al estacionamiento y subimos al auto de mi padre, les fui platicando del proyecto que tenía en mente y que me asociaría con dos de mis compañeros para llevarlo a cabo. Mi padre me platicó como iba la fundación que dirigía y mi madre me dijo que estaba muy emocionada porque tendría una exposición en Nueva York la siguiente semana. Quinn me anunció feliz que ya había conseguido trabajo. Al cabo de unos minutos llegamos a la casa, bajé mi maleta de la cajuela y entramos. Sonreí enormemente cuando se escuchó el grito de sorpresa y vi a mis hermanos, amigos y otros familiares en la sala de la casa.

De inmediato corrió la duendecillo de mi hermana a colgarse de mí, la abracé con fuerza y le di vueltas en el aire. Después me abrazó Jaxon, el recién casado, tenía apenas un par de meses de haber regresado de su luna de miel. También me dio un gran abrazo Diana y luego su pequeña hermana Lauren. Seguí saludando a los presentes, entre ellos mis tres tíos.

– Que gusto me da verte _, ya eres toda una mujer, que alegría que ya hayas terminado hasta la maestría – dijo el tío Eduardo después de darme un gran abrazo.

– A mí también me da gusto verte tío, gracias por estar aquí.

– Ni lo menciones, no me podía perder tu regreso, en la noche nos vamos a festejar, ¿eh?, un amigo acaba de abrir un table–dance y las chicas están de lujo, nos llevamos a tu hermano que el hecho de estar casado no le impide ver el menú y de paso a la noviecita de tu hermana para que vaya aprendiendo.

– Si Scarlett se entera te ahorca.

– No le vamos a decir, ya arreglé todo y hasta tu padre nos va a acompañar, será una noche memorable.

– ¿Te puedo robar a mi hermana, tío? – exclamó Scarlett colgándose de mi brazo.

– Por supuesto nena – respondió y se fue con el resto de sus hermanos

– Te hacía en Francia pequeñuela – dije apretándole cariñosamente la nariz.

– Es que este fin de semana será largo porque hoy es día feriado, llegué en la mañana, muy temprano y me voy el domingo a mediodía.

– Pues eso me da mucho gusto, aunque igual estaba planeando ir a visitarte.

– Súper, puedo enseñarte algunos lugares maravillosos y muy románticos para cuando tengas novia la lleves para allá.

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