CAPITULO 22

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– ¿Qué venimos a comprar? – pregunté caminando a su lado.
– Todo lo necesario para la cena, ya mañana nos vamos, así que hoy haremos un festín.
– ¿Y cuál será el menú?
– Pasta y ensalada, sin faltar un buen vino.
– Pero, falta el postre.
– Cierto, ese te toca a ti.
– ¿Te gusta el flan napolitano?
– ¿Sabes prepararlo?
– Por supuesto, soy una gran cocinera.
– Eso quiero verlo, habrá flan entonces.

Le sonreí y caminamos al pasillo a buscar los ingredientes para el flan, incluido el molde porque me dijo que no tenía. Después fuimos al área de frutas y verduras, escogimos una lechuga verde y una morada, pequeños tomates, uvas y finalmente fuimos por la pasta, el queso y el vino.

– Qué bonita pareja, seguro acaban de casarse, me recuerda a nosotros hace cuarenta años.

Escuché que una señora le decía la que debía ser su esposa, ella asintió y le dio un dulce beso en los labios, mi corazón se oprimió y por primera vez en mi vida me visualicé anciana y sólo había una mujer con la que quería llegar a esa edad.

– Ya está todo, podemos irnos– dijo __ sacándome del trance – ¿estás bien?
– Sí – apenas pude decir, sin quitar la vista de la pareja que seguía mirándonos.
– ¿Las conoces? – me preguntó mirándolas también y les sonrió.
– No.

__ me sonrió, pero de forma muy diferente a como lo hacía normalmente, aunque en ese minuto no supe si era realidad o mi mente me estaba haciendo una jugada, para mi sorpresa me tomó de la mano y me hizo caminar.
Pagó todas las cosas y se negó rotundamente a que yo contribuyera con algo. Caminamos al estacionamiento y metió las bolsas en el maletero. Volvió a abrirme la puerta y luego subió ella. Empezó a manejar por una calle inclinada, era un rumbo diferente al que tomamos cuando llegamos, al subir estaba un poco desierto, sólo había casas de un lado y del otro había un pequeño bosque. El coche se movió un poco y se apagó.

– ¿Qué pasa? – pregunté extrañada.
– No lo sé – trató de encenderlo tres veces y no funcionó.
– Creo que se averió, que lata, me molesta alquilar coches, no sabe uno quien los usa ni si les dan mantenimiento.
– ¿Y qué haremos?
– Esperar un poco, quizá sólo necesita enfriarse.

Me acomodé en el asiento y eché mi cabeza atrás en el respaldo. Ella hizo lo mismo, pero me di cuenta que jugaba con sus manos. De pronto, se dio la vuelta y me miró sin decir nada, yo me acomodé de lado para verla también, acarició mi rostro y puso un mechón atrás de mi oreja, yo sostuve su mano, entonces, se acercó y me besó despacio, sin intentar algo más, yo le respondí de la misma manera, pero bajé su mano con la mía y la puse sobre uno de mis senos, ella comenzó a acariciarlo lentamente, mi mano buscó los botones de su camisa y empecé a desabrocharla y a acariciar la piel que iba quedando al descubierto y sus pechos Wowww!. Ella se separó y echo su asiento hasta atrás, con sus ojos oscuros me invitó a que me sentara sobre ella y eso hice.

Volvimos a besarnos mientras ella metía sus manos debajo de mi suéter y acariciaba mi piel. Besé su cuello y sus pechos, desabroché su pantalón, me separé y me quité el suéter, ella se acercó y besó la parte superior de mis senos que salía del sostén en tanto yo acariciaba su centro, ella me desabrochó el pantalón y me acarició por encima de las medias, jadeé al sentir sus caricias.

– Char, no debiste ponerte pantalón – se quejó con la voz entrecortada.
– No tenía planeado hacer esto y menos aquí.

Me sonrió y entonces, yo me senté en el asiento del copiloto y me quite el pantalón y la ropa interior mientras ella bajaba el suyo hasta las rodillas.

Me senté sobre ella con las piernas a los lados y entró con sus dedos en mí, empecé a moverme lentamente, con mis manos sobre el respaldo del asiento, ella movía la suya de mis muslos a mis nalgas. Nuestros rostros estaban pegados por la nariz, nos mirábamos, jadeábamos en sincronía, a la par que nuestros cuerpos se fundían en uno. Aceleré los movimientos, ella me sostenía por las caderas, nos besamos apasionadamente en tanto los movimientos se volvían más frenéticos, buscando un solo objetivo. Rompí el beso y puse mi boca en su cuello moviéndome aún más rápido y segundos después sentí como mi cuerpo se estremecía al llegar al éxtasis total al mismo tiempo que ella.

Me quedé así unos minutos, mientras nuestras respiraciones recobraban su curso normal, la besé nuevamente y luego de un lapso me separé, al pasarme al otro asiento no sé cómo, creo que con el codo hice sonar la bocina del auto. Ella soltó una risa divertida y yo también. Me puse la ropa mientras ella se acomodaba la suya. Encendió el auto que respondió a la primera y la miré sorprendida, arqueando una ceja.

– Está bien, me pillaste y me confieso culpable, jamás falló el auto – aceptó con una sonrisa en los labios.
– ¡Me engañaste!, eres una mentirosa y un tramposa – dije cruzándome de brazos.
– Tú eres la causante de todo, me vuelves loca, no podía esperar hasta la noche para tenerte entre mis brazos.
– ¿En serio? – pregunté un tanto sonrojada.
– Por supuesto, no sé qué me pasa cuando estoy contigo que pierdo el control, eres un peligro Char, nublas mi mente y no me permites ver las cosas con claridad.
– Quizá debas remitirme a las autoridades – respondí jugando.
– Eso haré, pero tu condena será estar encerrada en un cuarto conmigo, sin oportunidad de fianza ni de apelación.
– Eso sí me da miedo – exclamé y me abracé a mí misma.
– Debería, en serio, ya no sé qué otra locura podría cometer, eres una hermosa tentación andante.
– Definitivamente deberían encerrarme, en una torre alta sin accesos.
– Y yo iría a rescatarte – dio la vuelta en la siguiente esquina – ya no puedo imaginar mi vida sin ti, definitivamente me hechizaste.

Mi corazón se disparó ante esas palabras y ya no supe que más decirle, coloqué mi mano encima de la suya, sobre la palanca de velocidades y ella me sonrió, en un semáforo en rojo se acercó y me besó dulcemente. Seguimos el trayecto en silencio, yo quería preguntarle tantas cosas, pero no sabía cómo, no quería arruinar el momento, parecía mágico. Llegamos a la casa, __ metió el coche a la cochera, me ayudó a bajar y me dio un beso en los labios, yo la miré asustada.

– ¡__!, pueden vernos.
– Tranquila, todavía siguen viendo el partido – respondió y volvió a besarme, pero después de unos segundos la separé.
– Basta, no es bueno tentar a la suerte.

Me sonrió y luego bajó las bolsas del maletero, caminamos a la cocina y dejamos todo ahí, en efecto, Elizabeth y Engfa seguían viendo el partido. Ella me preguntó por las cervezas y le dije que se nos olvidaron, sólo esperaba que no notaran que nos tardamos más de la cuenta, pero al verlas tan emocionadas siguiendo el partido descubrí que no habían sentido el tiempo pasar.

Subí a darme una ducha y cuando bajé ya había terminado el partido. Elizabeth y __ estaban en la cocina y no pude evitar sentir celos de esa escena, pero cuando ella se dio cuenta de mi presencia me guiñó un ojo y se me aceleró el corazón, olvidando la molestia. Engfa estaba afuera de la casa, hablando por su móvil otra vez, así que me puse a preparar el flan.

Era una situación tan extraña, __ partía las lechugas mientras Elizabeth preparaba la pasta y yo estaba poniendo los ingredientes en el molde, entonces extrañamente, noté que la actitud de ella estaba un poco diferente, no estaba tan efusiva con __ y por primera vez escuché que la llamó por su nombre en lugar de decirle “baby”, que por cierto, odiaba que le dijera así.

Engfa entró finalmente y también se puso a ayudarnos, puso el vino en la nevera y comenzó a separar las uvas de los racimos. Parecíamos cuatro buenas amigas de toda la vida compartiendo un agradable momento culinario, incluso las cosas entre __ y Engfa estaban más relajadas, se habían olvidado del acalorado partido de ping pong y, como mi novia estaba distante conmigo, __ se estaba comportando tranquilamente. Como a las seis estaba lista la cena, Elizabeth y yo pusimos la mesa y después nos sentamos las cuatro a comer mientras seguíamos hablando.

– ¿Por qué no mezclas los alimentos Char?, de todas maneras se mezclan en el estómago – preguntó Elizabeth divertida.
– No sé, es una manía que tengo desde niña, creo que fue a raíz de una vez que me enfermé del estómago.
– Que curioso, nunca había conocido a alguien así y yo que pensaba que era rara.
– Creo que todos tenemos alguna manía, la de Engfa es hablar por teléfono.
– Cariño, no es algo que disfrute mucho, créeme, es sólo por el trabajo.
–Yo también trabajo mucho Engfa, pero no soy esclava del teléfono – dijo __ seria mientras la fulminaba con la mirada porque me había agarrado la mano, pero yo la retiré suavemente para que ella no notara nada extraño.

El comentario de __ aunado a la conversación que yo había escuchado en la mañana y al volver a verla hablando por teléfono, me llevaron a la conclusión de que Rachel escondía algo, quizá no era una amante, pero había algo raro en su vida que no quería que yo supiera y lo analicé con la mirada unos segundos tratando de descubrir que era lo que me escondía.

Después que terminamos de cenar vimos una película de acción y luego jugamos Jenga. Hubo un momento en el que entré a la cocina por un vaso de zumo y __ entró tras de mí.

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