CAPITULO 21

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Pasé saliva, tratando de ordenar las ideas en mi cabeza y aclarar mi garganta, abrí la puerta de golpe, ella se dio la vuelta y me miró asustada, guardó silencio unos segundos, me dio una sonrisa fingida y siguió hablando.

– Tengo que irme hermanita – volvió a guardar silencio, supuse que estaba escuchando al interlocutor – aquí está Char, yo le doy tus saludos, sí, ella también te manda saludar, un beso y mañana hablamos – agregó y finalmente colgó – buenos días cariño – dijo dándome un beso pero yo moví la cabeza y me lo dio en la mejilla – era Plaifa, está de vacaciones en Nueva Jersey.

No le respondí nada, sólo asentí con la cabeza, ¿desde cuándo Engfa le llamaba princesa a su hermana?, por qué me sentí mal al escucharla?, si me engañaba yo le estaba haciendo lo mismo, creo que al final lo que duele es el orgullo o quizá yo sola era la que me seguía haciendo rollos extraños en la cabeza por el peso de la culpa, la pregunta era ¿qué sentía yo por Engfa?, tenía que encontrar la forma de averiguarlo.

Tomé su cara con mis manos y la miré a los ojos, se veía nerviosa, trataba de esquivar mi mirada y entonces la besé dulcemente, ella titubeo, pero al final puso sus manos en mi cintura y yo corrí las mías hacia su cuello, terminó por abrazarme completamente y el beso se intensifico un poco, yo bajé mis manos a su espalda y de pronto, se escuchó un fuerte carraspeo que nos hizo romper el beso, pero permanecimos abrazadas.

– Lamento la interrupción – dijo __ visiblemente molesta, con el ceño fruncido, recargada en la puerta con los brazos cruzados y los puños cerrados.
– No te preocupes __, lo dejaremos para después, ¿verdad amor? – respondió __ sin soltarme y me dio un corto beso en los labios.
– Pueden aprovechar más tarde cuando Elizabeth y yo vayamos al supermercado – exclamó en tono sarcástico y pude notar como apretaba más los puños.
– Voy a preparar café – dije separándome de Engfa y pude sentir la mirada asesina de __ aún cuando estaba de espaldas.
– Engfa, ¿me puedes dar las llaves del Audi?, por favor, ya que tú fuiste la que lo guardó en el garaje.
– Claro, voy por ellas, las dejé en la habitación.
En cuanto Engfa salió de la cocina, __ me sujetó fuertemente por el brazo y me hizo girarme para mirarla.
– ¿Qué parte no te quedo clara de que no permitieras que te tocara? – recriminó furiosa.
– Es mi novia, no puedo rechazarla todo el tiempo.
– Eres mía Charlotte, sólo mía y si no quieres que saque mi lado enojado y le tumbe los dientes a la estúpida esa, vas a buscarte un pretexto muy bueno para que ni siquiera te mire.
–Suéltame que me estás lastimando, no eres nadie para exigirme nada, recuerda que lo nuestro es sólo sexo sin compromiso, fue fácil conseguirlo y con esa misma facilidad puede acabarse.
– Estás muy equivocada si piensas que te voy a dejar ir con facilidad, me perteneces, no lo olvides.
– No soy un objeto __, puedo tomar mis propias decisiones, no lo olvides tú.

Se escucharon los pasos fuertes de Engfa y entonces me solté. No supe de donde saqué fuerzas para decirle eso, lo que había entre __ y yo no era sólo sexo, al menos no de mi parte, y debía reconocer que por un lado me sentía feliz por los celos de __, aunque no sabía si los provocaban un sentimiento afectivo o sólo era su orgullo de mujer herida.

Engfa y Elizabeth entraron a la cocina, ella abrazó de nuevo muy efusiva a __ y sentí un dolor en el pecho, después me saludó a mí muy entusiasta como siempre, yo le sonreí, pero la tensión se sentía en el aire.

Desayunamos ahí, casi en silencio, sólo Elizabeth y Engfa hablaban de vez en cuando. En cuanto terminé, subí a mi habitación a cambiarme, me puse unos vaqueros y un suéter ligero. Engfa subió después y me abrazó por detrás, pero me separé argumentando que no estábamos solas y que no era nuestra casa. Ella aceptó sin recriminaciones y empezó a cambiarse de ropa y yo bajé. Escuché las risas de Elizabeth provenientes de la parte trasera de la casa, resoplé y caminé hacia allá, estaba jugando ping pong con __, quien se puso seria al verme.

Minutos después llegó Engfa y entonces Elizabeth propuso que jugáramos las cuatro. El juego empezó tranquilo, pero de repente, __ empezó a golpear la pelota demasiado fuerte mandándosela a Engfa que le respondía de la misma manera, Elizabeth y yo nos quitamos al ver lo agresivo que se estaba poniendo el asunto. __ miraba con rabia a Engfa y se notaba que tenía todas las intenciones de golpearla con la pelota y si no hubiera sido porque Engfa era muy hábil para regresársela, lo habría conseguido.

Elizabeth me sugirió que entráramos a casa y no muy convencida lo hice ya que ella prácticamente me arrastró al interior, pero yo estaba sumamente nerviosa por lo que pudiera pasar entre ellas si se quedaban solas. Ella encendió el televisor y empezó a cambiar de canal en canal hasta que encontró algo que le llamó la atención, era un partido de hockey sobre hielo y gritó emocionada porque su equipo favorito estaba jugando. Más tarde entraron Santana y Rachel y ésta también se entusiasmó porque era gran aficionada de ese deporte, así que se sentó al lado de Elizabeth en el sillón.

– ¿A caso te gusta el hockey? – preguntó sorprendida.
– Uy sí, desde niña, mi papá lo jugaba, aunque nunca estuvo en un equipo profesional.
– ¿Y a qué equipo le vas?
– A Chicago Blackhawks.
– ¿Bromeas?, yo también.
– Chócalas amiga – exclamó entusiasmada y le extendió la mano que Engfa se la chocó – ojala que ganen, acaba de empezar el partido.
– Elizabeth, ya habíamos quedado en ir al supermercado – dijo __ seria.
– Pero baby, sabes que cuando los Balckhawks juegan el mundo desaparece para mí, vamos cuando termine, ¿sí?
– Y tú sabes que a mí eso me aburre.
– A Charlotte también – intervino Engfa.
– Entonces ustedes, par de aburridas, vayan a hacer las compras mientras mi amiga Engfa y yo vemos el partido.
– Sí, es buena idea y de paso traen unas cervezas – agregó Engfa.

___ me miró y entró a la cocina por las llaves del coche, que había dejado ahí cuando se las entrego Engfa. Yo no estaba muy segura de ir, lo que menos quería era que empezara con reproches otra vez, pero al ver que Elizabeth y Engfa estaban ensimismadas viendo el televisor y yo no encontrar otra cosa que hacer, decidí acompañar a __, al fin que iríamos a un lugar lleno de gente.
Caminé hacia el coche y __ me abrió la puerta para que subiera, ella se dio la vuelta y entró también, sin decir nada, lo puso en marcha y la radio empezó a sonar.

Conseguir mucho de mí
Conseguir mucho de ti
Caminando por las calles
y apenas y te conozco
Parece como si estuviéramos predestinados
Tomarnos de las manos cuando salimos en las noches
Tengo novia dices, esto no está bien
Y yo también tengo a alguien esperándome
¿Qué es esto?, es sólo el principio
¿Por qué no puedo respirar cada que pienso en ti?
¿Por qué no puedo hablar cada que digo algo sobre ti?
Es inevitable,
Es el hecho de que caeremos ahí,
Así que dime
¿Por qué no puedo respirar cada que pienso en ti?

– Perdóname, no debí tratarte así en la mañana – empezó a decir mientras la canción seguía sonando – pero, me enferma la idea de pensar que ella te toque, sé que es tu novia y que yo sólo soy una extraña en tu vida, que ni siquiera nos conocemos bien – guardó silencio mientras le tocaba un semáforo en rojo – sólo no puedo procesar esa idea, lamento mucho haber perdido los estribos Char, por favor, perdóname.
– No me gusta que me trates como un objeto, sé que nuestra… lo que sea que tengamos, empezó de forma extraña, pero eso no te da derecho a que me trates así.
– Lo sé, estoy muy arrepentida.
– Y después, ¿qué fue todo ese despliegue de hormonas en el ping pong?
– Una forma muy infantil de… demostrar quién es la mejor.
– Eso no se demuestra así __, no necesito una súper Woman a mi lado.
– ¿Me perdonas? – preguntó con cara de arrepentimiento.
– Lo voy a pensar y ahora sí es en serio.
– ¿Qué tengo que hacer para que me perdones?
– Comportarte como la adulta que eres y pensar con la cabeza y no con el hígado.
– Lo intentaré.
– Cuando lo hagas, entonces hablamos – dije firme y miré por fuera de la ventanilla.

Llegamos al supermercado y ella se bajo a abrirme la puerta, me tendió su mano para que me apoyara, no pude negarme a su gesto y cuando salí del coche quedamos cerca mirándonos, pero yo desvié la vista y comencé a caminar sin esperar a que cerrara la puerta del coche. Después ella me alcanzó y entramos al lugar. Tomó una canastilla y me guió por uno de los pasillos.

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