EXTRA: «Vodka y Mezcal»

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BIANCA ESPINOSA

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BIANCA ESPINOSA

Adoro las fiestas, ¿para qué negarlo?

Las luces de colores brillantes girando sin cesar e iluminando por doquier, y su vez, siendo cómplices de lo prohibido al ocultar con recelo aquello que no debe ser atestiguado, el alcohol exacerbando con sutileza los instintos más primitivos de los invitados, el frenético ritmo de la música avivando el ambiente hasta las llamas y las risas tontas esparciéndose como polvo en el viento y creando consigo una nueva capa de intimidad que nos concede la confianza para dejarnos llevar por nuestro lado más salvaje. De ensueño, ¿o no?

—Otra ronda.

El hermano menor de Fer interrumpe mi silenciosa apreciación del panorama que nos rodea y lo miro con perspicacia a raíz de su nuevo pedido. Desde que despedimos a la pareja de recién casados, Rigoberto no ha parado de beber vodka, vaso tras vaso.

—Chico, aunque tomes como si no hubiera un mañana, debo recordarte que sí lo habrá. Y con fotos.

Si bien al inicio seguía su ejemplo para entrar en calor (y animada por la barra libre cortesía de los De la Torre), soy enfermera, conozco mi organismo a la perfección debido a mi profesión y mi tolerancia al alcohol al dedillo desde las fiestas universitarias a las que solía asistir con frecuencia.

Rigoberto me ignora con una mueca malhumorada que no parece propia de él, así que sigo hablando impulsada por una picante curiosidad: 

—¿Corazón roto?

Todo indica que le atino a la primera, porque finalmente capto su atención:

—Algo así.

—¿Y crees que el alcohol es el mejor sitio para ahogar tus penas?

—Bueno, estamos muy lejos de la playa así que…

Río puesto que ya ha comenzado a decir las clásicas sandeces de un borracho y porque resulta que, mofarme de este De la Torre es casi tan divertido como burlarme del amargado y gruñón esposo de mi amiga.

—Te reto —Ahora es él quien se ha ganado mi interés.

—Te escucho.

—Dos palabras: competencia de tragos.

—En realidad fueron tres —Rigo alza una ceja totalmente perdido y yo decido olvidarlo—. ¿Por qué a mí?

—De todos los aquí presentes, luces como a la que menos le importa lo que piensen los demás y teniendo en cuenta que lo más probable es que terminemos haciendo el ridículo, me parece que sería más llevadero si simplemente pudieras pasártelo por donde no te da el Sol.

Le doy un punto ya que su razonamiento tiene lógica, mas, me veo obligada a restárselo pues su discurso ha salido medio atropellado a consecuencia de los típicos trastornos del habla que ocasiona la ingesta excesiva de alcohol.

The Perfect Wedding (Imperfect #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora