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— No es tan complicado, Eros — explicaba por milésima vez Apolo perdiendo la divina paciencia que tenía. Eros era su pequeño aprendiz del arco y flecha, necesitaba urgentemente que el niño supiera manejar correctamente su arco antes de que le metiera una flecha en el ojo a alguien por el poder del amor.
— Tío … — solo con esa palabra hizo suspirar a Apolo con cansancio ¡¡Aún tenía 15 años!! No tendrían que tratarlo como un viejo y la palabra “tío” lo hace sentir viejo.
— Solo dime Apolo, ¿quieres, Eros?
— Claro, tío Apolo — y con esa declaración el adolescente se golpeó con una palma de la mano la frente, ya es un caso perdido todo eso. Acarició el cabello dorado del niño idéntico al de sus padres para decir:
— Hasta aquí dejamos la clase, Eros, mañana continuaremos.
El niño asintió con la cabeza mientras tomaba su arco y flechas para guardarlos.
— Y recuerda nunca hacer un lanzamiento sin supervisión de un adulto — Apolo se encoge de hombros con una sonrisa — Aún eres muy pequeño.
La justificación del adolescente fue suficiente para que el niño asistiera con la cabeza nuevamente.
— Ahora ve a molestar a tus padres — la risa de Apolo fue audible cuando el pequeño Eros fue corriendo colina abajo en busca de su madre, Afrodita, quien aún seguía en su fiesta de té con otras diosas — Adoro mi trabajo.
— Eso de ser mala influencia se te da muy bien, solecito — Apolo escucho la voz sarcástica de su hermana mientras ella aparecía cerca de la ladera con una sonrisa arrogante.
— Si sigues molestando, le diré a mamá, lunática — Apolo hizo un puchero mientras su hermana gemela reía ante la amenaza.
— Mamá, no te hará caso, eres un dramático, solecito. — los dos comenzaron a pelear hasta que escucharon el ruido de las hojas caerse a una gran velocidad al suelo. Las suelas de unas sandalias que tocaban el suelo a una velocidad súbita que sería imposible escuchar por el oído humano, pero no imposible para el oído de un dios. Los vibrantes ojos rojos con una sonrisa apenada fue la vista que los adolescentes necesitaron para gritar:
— ¡¡¡Hermes!!! — el chico seguía siendo el mismo niño que ellos conocieron en ese solsticio de algunos años atrás, aunque ahora había tomado de trabajo ser el mensajero de los dioses, ayudando de esa manera a Iris, quien estaba demasiado ocupada sirviendo a Hera. Aunque también era una manera del chico para escapar de esa casa del infierno.
— Hola, chicos — Hermes mostró una pequeña sonrisa haciendo que los adolescentes lo fueran a abrazar.
— Has crecido mucho, mocoso — dice Artemisa revolviendo los oscuros cabellos del chico haciéndolo reír.
— ¿Cómo estás, hijo mío? — dice Apolo en tono de broma, ganándose unas risas de los dos presentes. Hermes había estado pegado al adolescente desde hace tiempo, parecían uña y mugre. Aunque según ellos, Apolo adoptó a Hermes como su hijo haciendo reír al menor, ya que solo consideraba al adolescente como su hermano mayor.