Estaban las espadas del caos al frente suyo. Deterioradas por el tiempo y siendo una sombra de lo que fueron alguna vez.
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En ese momento, los recuerdos volvieron a su mente. Los sucesos tras salvar a su hermano fueron una montaña rusa de emociones. Subieron por un tiempo, pero finalmente decayeron hasta lo más profundo.
Habían pasado dos días desde que Kratos salvó a su hermano, se había quedado durante ese tiempo en Esparta para celebrar el regreso de Deimos. Llegando el momento de regresar al Olimpo y enfrentar lo que le aguardaba.
Cuando ingresó al Olimpo, se encontró en la entrada con el propio Zeus.
Kratos: Zeus, ¿qué haces aquí?
Pregunta sorprendido.
Zeus: Vine por dos razones, hijo mío.
Dijo mientras estaba cruzado de brazos.
Kratos: ¿Qué?
Zeus: Primero quiero expresar mi sorpresa y enojo por encontrar a tu hermano y destruir Atlantis. Realmente fue necio de tu parte hacer aquello.
Kratos: Atlantis iba a ser destruida de todas maneras, Zeus. Thera tenía planeado morir con tal de verme muerto con ella.
Zeus: Tan ingenuo como siempre, Kratos.
Dijo mientras lo miraba con seriedad.
Kratos: Si buscas que me disculpe, estás perdiendo tu tiempo.
Zeus: Para nada, Kratos. Solo vine a darte una advertencia.
Dijo tranquilamente mientras se acercaba al calvo.
Zeus: Este es mi último acto de benevolencia contigo, Kratos. Perdonaré la insolencia que hiciste al sacar a tu hermano y destruir la ciudad de Poseidón. Pero créeme cuando te digo que no habrá una próxima vez. Así que piensa bien lo que harás a partir de ahora.
Dijo para tomar distancia con Kratos.
Observando la mirada seria del espartano.
Zeus: También vine para invitarte a la celebración en honor a mi hijo, Hércules.
Kratos: No me interesa.
Zeus: Bien, pero la invitación seguirá ahí si deseas. Nos vemos.
Dijo para retirarse en un estallido de velocidad.
Kratos solo frunció el ceño y continuó su camino hacia sus aposentos. Al llegar, se encontró a Afrodita sentada en su trono.
Kratos: Ahora no, Afrodita.
Afrodita: No seas amargado, Kratos. He oído lo que hiciste y supongo que estás cansado. Déjame recompensarte por tus esfuerzos.
Dijo mientras se levantaba y agarraba de los hombros al dios mientras se contoneaba seductoramente.