1. Jimin

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Cuando iniciaron las especulaciones sobre una variable mutante de un virus, recuerdo estar despreocupado haciendo bromas sobre el inicio de un apocalipsis zombie, hasta que toda mi familia cayó uno a uno por causa de la bacteriemia; tengo pesadillas con sus pieles deterioradas, rojizas, sus ojos ausentes y sus débiles cuerpos debido a la infección que se diseminó por todo su sistema. Ahora solo quedo yo en una casa vacía con recuerdos bulliciosos llenos de remordimiento, pienso en ellos a diario, en lo que pudo ser, en como mi madre falleció sin aceptar que su hijo fuese gay, en la decepción en los ojos de mi padre, en mi hermano mayor saliendo por la puerta cuando estábamos perdiendo a nuestros padres.

Mi única distracción es escabullirme al pueblo por provisiones o medicina, comprada en los mejores días; en los peores, me veo obligado a robar. En las noches, para poder conciliar el sueño y no sumergirme en la oscuridad de mi mente, pienso en la única alma capaz de reconocer mis sentimientos sin necesidad de palabras, la persona con la que me iba a casar. Nunca imaginé que perdería a Dong-Min. ¿Alguna vez has tenido algo tan tuyo que la sola idea de que no esté contigo parece absurda? Al nivel de un apellido o una nacionalidad, así de seguro estaba de que nos pertenecíamos mutuamente pero... Las cosas no funcionaron, nunca me dio una razón, se quiso ir y no lo obligué a quedarse. 

Han pasado seis meses, no me queda nada en este pueblo, no tengo nada más que perder, si el mundo se estuviese acabando él quisiera verme, ¿verdad? Es por ello que alisto una mochila para regresar a Tokok, el pueblo en donde nos conocimos. Dong-Min no ha respondido ninguno de mis mensajes o e-mails, eso se lo atribuyo a la caída de redes del último mes. Su despedida no fue buena en absoluto, no parecía afectado por perderme, ni siquiera estoy seguro de qué es a lo que me voy a enfrentar cuando llegue, pero él es lo único que me queda en el mundo, tengo que intentarlo una última vez, incluso si sale mal. Mi cabeza no deja de aferrarse a la fantasía en donde se derrumbará por completo al verme, correrá a mis brazos y el mundo volverá a tener sentido.

 ¿Y si no?  No pensaré en eso.

El trayecto de Kumohara hacia Tokok solía ser un par de horas en avión pero las aerolíneas dejaron de funcionar hace unos meses, fue casi del destino que haya regresado a tiempo a mi pueblo natal. No me quedaba otra opción que transportarme en barco, dos días. Una corta distancia de cuarenta y ocho horas después de soñar con él a diario. De fantasear sobre un reencuentro, de idealizar que es una mejor versión de sí mismo. Me estoy dejando llevar por la esperanza y aunque eso nunca me sale bien, deseo que esta vez sí.

Para ingresar a cualquier establecimiento, se debía mostrar un brazalete negro que asemejaba un reloj, el cuadrado en su centro se iluminaba de verde para demostrar que el individuo no estuviese infectado, captaba los signos vitales. Claro que era posible falsificarlo, pero los síntomas eran demasiado notorios para fingir salud, la bacteriemia consumía por completo al organismo, se notaba en la piel, en los ojos, en la dificultad para movilizarse.

Hacía mi mayor esfuerzo de pasar desapercibido puesto que a cualquier sospecha de enfermedad, era legal ser disparado, incluso si al final se desmentía. Los militares reinaban e intimidaban al ser los únicos que poseían armas, yo traía una navaja en el bolsillo, era de mi padre y nunca me enseñó a utilizarla, así que realmente no estoy listo para ninguna sorpresa.

Se me revolvió el estómago al pisar tierra firme, no recuerdo como llegué a su puerta pero lo logré, mi mente estaba repasando una y otra vez el discurso que le soltaría, mi corazón latiendo como un tambor. 

Acomodé la bufanda roja que me cubría la mitad del rostro, por encima de la mascarilla, respiré hondo antes de llamar a su puerta. Me atendió un muchacho flacucho, estaba en pijama y traía un cigarrillo entre los dedos de su zurda, me observó de pies a cabeza.

𝘯𝘪𝘦𝘷𝘦 𝘦𝘴𝘤𝘢𝘳𝘭𝘢𝘵𝘢 ( kookmin ) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora