La multitud alrededor del tipo se despejaba gradualmente, como las nubes de un tormentoso día, revelando detalles más visibles de su persona.
El tipo llevaba una camisa celeste, acompañada por un blazer blanco que parecía más adecuado para una boda que para un jodido club.
Pero lo que realmente destacaba eran sus brazos tatuados, una colección de tinta que no sabía si admirar o considerar un desperdicio. ¿Realmente necesitas tantos malditos tatuajes para hacerte notar? Parecía una puta exhibición ambulante de mal gusto.
Las manos, cargadas con más anillos de los que cualquier persona con cerebro usaría, parecían las de un puto mago de feria.
Aunque su rostro compartía ciertas similitudes con el de Arthur, había diferencias notables que resaltaban. Su nariz, más respingada y puntiaguda, lo hacía parecer una versión menos tosca que el otro gilipollas de Arthur, que tenía la nariz mucho más plana y recta.
Además, carecía de la barba perfectamente recortada que adornaba la cara del capullo de Arthur, dándole un aspecto más juvenil al no tener barba. Pero teniendo igualmente una mandíbula cortante y sin una pizca de papada como Arthur.
Mis ojos se posaron en su oreja, decorada con un aro negro. Mi conservadurismo interno hizo una mueca de desagrado ante esos putos aretes, una moda que asociaba con mujeres y que no entendía cómo algún hombre con huevos peludos podría usar.
La atmósfera alrededor de ese tipo, a pesar de la distancia, esquilaba peligro. No necesitabas ser un puto genio para sentirlo, era como un instinto que te advertía de que estabas cerca de algo que podría llevarte directo a la mierda más turbia del puto continente.
El reloj del bar marcaba las 7 de la mañana, un recordatorio cruel de cuánto tiempo había estado perdido en ese estado lamentable y las buenas horas que me había despertado.
Me quedé allí, en la compañía de mi propio mareo y del pobre Beckett, que parecía estar explorando dimensiones alternativas en su propio coma. Mi taza de café vacía, con la mancha de café amargo al fondo que alguna vez contenía, reposaba en la mesa mientras miraba la taza buscando alguna señal divina o esperando a que empezara a vomitar otra vez.
Mis ojos, todavía ligeramente entrecerrados por la resaca, se dirigieron a la mesa del tipejo con gafas de sol, como si estuviera desafiándolo a hacer algo estúpido. Pero como era de esperarse, y nuestros ojos se encontraron por un instante incómodo, o eso creo ya que ni si quiera sabia si me estaba viendo a mi.
Rápidamente me gire y, me hice el desentendido y fingí beber de mi taza vacía, como si estuviera disfrutando de un sorbo imaginario. Una sensación incómoda de que la mierda estaba a punto de golpearme en la bolas llegaba de todas las direcciones.
Entonces, como era mi puta vida de mierda, vi cómo el tipo con gafas de sol se levantaba de su mesa y se dirigía hacia mí de manera recta y decidida. Estaba jodidamente resacoso, mi cabeza palpitaba como si tuviera su propio ritmo y mi único superpoder parecía ser la capacidad de usar un vomito sorpresa en caso de enfrentarme a una pelea.
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NEGOCIOS
RomanceLiam Driscoll, sería la pobre víctima de un hombre de negocios, el cual, en el tiempo que tendrá junto a Liam, lo intentará conseguir de todos los medios posibles en una obsesión errática. Un trato tan bueno por un pedazo de tu terreno en la granja...