EL TRATO ₅

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Poco tiempo pasó antes de que llegáramos a la boutique de lujo de Arthur

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Poco tiempo pasó antes de que llegáramos a la boutique de lujo de Arthur. El lugar estaba iluminado como una maldita pista de aterrizaje, con luces brillantes y ostentosas escaparates que mostraban ropa que probablemente costaba más que mi puñetera vida entera. Entramos y fui recibido por un estallido de fragancias caras y empalagosas que casi me hacían vomitar. Era como si hubieran rociado toda la tienda con perfume intenso a flores, y estaba empezando a preguntarme si mi nariz se iba a caer de tanto olor.

Arthur me guió por los pasillos, pasando por filas interminables de ropa de diseñador que no tenía ni idea de marcas. Nunca fui mucho de moda, pero supongo que cuando tienes tanto dinero como Arthur, no necesitas saber cómo vestirte, solo necesitas saber cómo gastarlo.

Finalmente llegamos a la sección de hombres, donde las camisas costaban más que mi cuenta del agua y los pantalones probablemente costaban más que mi camioneta, y ni decir de los putos zapatos.

—Mira, aquí es donde están las cosas decentes —dijo Arthur, señalando hacia una fila de trajes de tres piezas que parecían estar hechos de oro.

—¿Tengo que vestirme como si fuera a una maldita reunión de la junta directiva? —resoplé, mirando con desdén las prendas de vestir que me rodeaban.

—No, no necesariamente. Pero es importante que te veas presentable para la cena de esta noche —respondió Arthur, con un tono que implicaba que no había lugar para el debate.

Bufé con frustración, sabiendo que no iba a poder discutir con él. Así que me resigné y comencé a buscar algo que no me hiciera sentir como un puto payaso.

Después de unos minutos de rebuscar entre las prendas, finalmente encontré algo que parecía lo suficientemente decente sin ser demasiado pretencioso: una camisa morada y unos jeans negros.

—¿Qué tal esto? —pregunté, sosteniendo la ropa en frente de mí como si fuera un trofeo que sinceramente no quería.

Arthur me miró con aprobación y asintió con la cabeza. —Sí, eso funcionará. Pero no creas que no probaremos otras cosas.

Resoplé, sabiendo que esto iba a llevar un tiempo. Pero supongo que era mejor que pasar la noche desnudo en la cama esperando a que Arthur me llamara para hacer otra tarea humillante.

Salí del maldito probador sintiéndome como un modelo con esa camisa puesta, y lo primero que veo es la cara de desaprobación de Arthur. ¿Qué más quería este? ¿Qué me pusiera una corbata y un sombrero de copa?

—Tsk... Probemos otra cosa. —escupió Arthur, como si mi elección de ropa fuera una completa basura.

Unas dependientes habían venido a guardar la camisa que me había puesto, como si estuvieran tratando de ocultar la vergüenza de haberla exhibido en su tienda de mierda. Me quité la camisa con una mezcla de fastidio y humillación, preguntándome con que mierda iba a salir de este proceso de compra.

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