ᴠɪsɪᴛᴀ ᴀ ʟᴀ ᴄᴀsᴀ ᴠᴇʀᴍɪʟʟɪᴏɴ

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La brisa nocturna que se filtraba por los arcos de piedra que le dio la bienvenida y lo envolvió mientras recorría los bastos jardines reales

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La brisa nocturna que se filtraba por los arcos de piedra que le dio la bienvenida y lo envolvió mientras recorría los bastos jardines reales. Asta respiró profundamente, llenó sus pulmones con el aroma de la noche, y una delicada mezcla de jazmines.

A pesar de esos dulces aromas, la fragancia dulce y de vainilla de Noelle aún la podía disfrutar, a pesar de estar ya lejos de ella.

Incluso desde la lujosa y vasta extensión de los jardines del castillo, podía sentir el dulce aroma de la reina como si aún la tuviera entre sus brazos. El intenso encuentro sexual que acababan de compartir todavía resonaba en cada poro de su piel, despertando en su rostro una sonrisa satisfactoria.

Cruzando los jardines sin un rumbo fijo, se dejó llevar por la belleza del entorno, que parecía oscilar ligeramente bajo el embrujo de la luz de la luna. Asta, perdido en sus pensamientos y con la cálida sensación de Noelle aún fresca en su piel, comenzó un tranquilo paseo a través de los florecientes jardines del castillo, temiendo aventurarse al exterior nuevamente, una renovada avalancha de mujeres lo perseguiría sin piedad.

Continuando su paseo, atravesó un rosedal con gran variedad de rosas de todos los colores, desde el rojo intenso hasta el blanco inmaculado, pasando por matices rosados, amarillos y naranjas. Más adelante había un sector de plantas ornamentales con vistosas flores como orquídeas, peonías y lirios de diversas tonalidades.

Luego Asta llegó a un cuidado césped con unos antiquísimos robles y arces de copas retorcidas que proyectaban sombras fantasmagóricas. Un poco más allá, se topó con un estanque donde crecían nenúfares y lotos rodeados de luciérnagas parpadeantes.

En la orilla del estanque, una mujer estaba hincada sobre la tierra, arrodillada, parecía estar fomentando el crecimiento de árboles y otras plantas a su alrededor, agregando más belleza al entorno. Al observar con mayor detenimiento, Asta reconoció esa melena de rizos anaranjados; no había duda, era ella.

— ¡Mimosa! –la llamó acercándose presuroso.

Ella volteó sobresaltada. Al ver a Asta, sus ojos verdosos se abrieron desmesuradamente por la impresión y se quedó paralizada sin saber cómo reaccionar.

El cenizo la saludó enérgicamente con una mano detrás de su cabeza. De pronto, sin mediar palabra aún, la pelinaranja se arrojó hacia él para estrecharlo en un fuerte abrazo que los hizo caer al suelo, uno encima del otro.

Tras reincorporarse del efusivo abrazo, aún sin salir de su asombro Mimosa habló.

— ¡Asta! ¡Después de cinco años! ¿Cómo es posible? Dijeron que nunca despertarías –la pelinaranja lo tomo de su camisa, comenzando a zarandearlo–, que el daño era irreversible después de todo ese tiempo en coma... ¿ya viste a los demás? ¿cómo te sientes? ¿cuándo regresaste? –Mimosa comenzó a hacerle preguntas atropelladamente.

Asta no pudo evitar sonreírle en respuesta a la avalancha de preguntas.

— Tranquila, respira –le dijo tomándola de sus delicados hombros para calmar ese arrebato–. Acabo de despertar este mediodía luego de tener el sueño más largo de mi vida –comenzó–. Todavía estoy haciéndome a la idea y tratando de entender todo lo que pasó en este tiempo. He visto a Sally y Nero, ellas me ayudaron, luego Noelle me explicó más o menos la situación. Pero por ahora no he visto a nadie más, salí a caminar para despejarme y aclarar mi mente, y bueno, aquí estoy –finalizó con su típica sonrisa despreocupada.

...ᴇʟ ᴜ́ʟᴛɪᴍᴏ ʜᴏᴍʙʀᴇ...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora