𝑪𝒂𝒑𝒊̄𝒕𝒖𝒍𝒐 𝑰: 𝑬́𝒍 𝒆𝒎𝒑𝒆𝒓𝒂𝒅𝒐𝒓 𝑹𝒚𝒐𝒎𝒆𝒏

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Las leyendas que había alrededor de Itadori "Sukuna" Ryomen eran muchas y cada una más horrible que la anterior.

Estas iban desde, que era un Alfa extremadamente dominante que gozaba de usar sus fuertes feromonas para amedrentar a otras personas, pasando por las habladurías de que tenía un harén con quinientas concubinas y sirvientas de cama, hasta finalizar en los rumores poco creíbles, pero no menos recurrentes, de que le gustaba comer carne humana cocinada por su concubina favorita, la cual al parecer había envenenado al emperador anterior.

Ryomen nunca se había dignado en confirmar o negar estos rumores, realmente no le importaba en lo absoluto lo que la gente hablara de él, sabía que mientras tuviera poder y fuese importante la gente hablaría; pero lo que este nunca se imaginó fue el alcance que estos rumores tendrían en su persona, la imagen distorsionada que tenía el pueblo y los daimyo* de él y las consecuencias que traería.

Él se había convertido en emperador a los veintiún años cuando su padre, el antiguo emperador Kenjaku, había fallecido de causas naturales y si bien era un buen emperador que había logrado el florecimiento de su pueblo, los miembros del consejo habían dictaminado que necesitaba de algo muy importante para la estabilidad de su regencia y el bienestar de su pueblo.

Un consorte.

Necesitaba un consorte y un heredero, alguien de cuna noble, con modales pulcros y preciosa apariencia que diera a luz al próximo gobernante del país. No era algo urgente como un levantamiento de armas, una sequia o una guerra, pero al parecer todos los consejeros se habían puesto de acuerdo para molestarlo con ello, claro, todos con la esperanza de que el consorte venidero fuese de una de sus familias y así se ganaran el favor de la corona.

Claro que a Ryomen no le interesaba esto, para él bastaba con la grata compañía de Uraume, un dulce Omega de apariencia andrógina y habilidades culinarias extraordinarias. Pero tanta fue la insistencia del consejo de ancianos que terminó aceptando que eligieran a un consorte para él, total, que tan malo podía ser.

—Su majestad Sukuna— La gruesa voz de Nanami atravesó la sala, donde Ryomen tranquilamente tomaba su té de la mañana; este hizo una mueca al verse interrumpido

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—Su majestad Sukuna— La gruesa voz de Nanami atravesó la sala, donde Ryomen tranquilamente tomaba su té de la mañana; este hizo una mueca al verse interrumpido.

—Tan temprano ya estas jodiendo— Chistó, dejando su té en la mesa.

—Sukuna— La expresión del hombre era tensa —Es sobre su consorte

Y si Sukuna le prestaba atención esta simplemente se evaporó cuando mencionó aquel tema "sin importancia", él emperador hizo una seña con la mano, aireando el tema y volvió a su antigua posición, para terminar su té.

—¡De verdad es importante!, si usted no interviene...— Él sonido de la taza quebrandose paró sus palabras.

Nanami Kento estaba acostumbrado al emperador, sus maneras bruscas, sus feromonas dominantes, el horrible carácter que se cargaba, ante lo mínimo explotaba y causaba un caos. Siempre intentó bien aconsejar al emperador incluso si eso iba en contra de los egoístas deseos de éste, era su responsabilidad como kanpaku*, pero Kento apreciaba su vida por lo que siempre sabía dónde parar.

𝐄𝐥 𝐜𝐨𝐧𝐬𝐨𝐫𝐭𝐞 𝐝𝐞𝐥 𝐞𝐦𝐩𝐞𝐫𝐚𝐝𝐨𝐫 [𝑰𝒕𝒂𝑭𝒖𝒔𝒉𝒊]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora