𝑪𝒂𝒑𝒊̄𝒕𝒖𝒍𝒐 𝑰𝑽: 𝑳𝒂 𝒗𝒊𝒅𝒂 𝒅𝒆 𝒖𝒏 𝒋𝒐𝒗𝒆𝒏 𝒄𝒐𝒏𝒔𝒐𝒓𝒕𝒆

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—Su majestad, consorte imperial Itadori Megumi— La voz de Nanami Kento resonó por toda la sala —Le presento a sus altezas imperiales, segundo príncipe del impero, Itadori Yuuji y tercer príncipe del imperio, Itadori Choso

Ambos príncipes hicieron una marcada reverencia hacía el más joven, quien se mantuvo imperturbable en su sitio, esperando que Nanami prosiguiera.

—Sus altezas imperiales, segundo príncipe del impero, Itadori Yuuji y tercer príncipe del imperio, Itadori Choso, les presento a su majestad, consorte imperial Itadori Megumi— Ahora fue él turno del joven pelinegro de hacer una reverencia hacia los mayores.

Nanami carraspeo, esperaba que Yuuji fuese quien rompiera la plática, siendo siempre tan extrovertido y amigo de todos, más se mantuvo en silencio con la mirada fija en él pequeño pelinegro parado frente a él; ni Megumi, ni Choso eran conocidos por ser grandes conversadores, lo que dejó al kanpaku bastante tenso.

—Vamos a tomar el té— Dijo, guiando él camino hacia la mesa.

—Escuché que a su majestad le gusta el té de jengibre— Comentó Choso, dirigiéndose a Megumi, pero caminando hasta quedar hombro a hombro con Kento.

Rápidamente las sirvientas, tanto de Megumi como de los príncipes, comenzaron a caminar de un lado a otro, preparando el té de jengibre, las tazas, la tetera y hubieran seguido así, sino fuera por él pequeño gritito que soltó Megumi.

De un momento a otro, sin mediar palabra y sin motivo, él segundo príncipe, Itadori Yuuji, se lanzó hacia el frente, donde caminaba él pequeño consorte imperial, jaló la tela que cubría su hombro y mordió, causando un gritilló de parte del menor.

Sus pequeños dientes perforaron la piel blanca, suave e inmaculada, manchando su precioso kimono con gotas de sangre y desestabilizaron al pequeño consorte que casi caía, pero él Alfa rubio lo sostuvo, tomó la mandíbula del pequeño príncipe y ejerció presión hasta soltó el cuello del pelinegro.

Sus pequeños dientes perforaron la piel blanca, suave e inmaculada, manchando su precioso kimono con gotas de sangre y desestabilizaron al pequeño consorte que casi caía, pero él Alfa rubio lo sostuvo, tomó la mandíbula del pequeño príncipe y ejer...

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A Megumi no le gustaba su vida en él palacio imperial, tampoco le agradaba su vida en el Zenin, pero ahora era mucho peor; aun así, agradecía que aún tenía a Tsumiki con él y que ella no estaba sufriendo a manos del despreciable Naoya.

Le hacían vestirse siempre elegante y pulcramente, con kimonos a medida de telas más finas que las del zenin, le daban joyas pesadas de oro y siempre le daban olorosas flores que le irritaban la nariz.

Su habitación era muy amplia, era incluso más grande que la casa en la que vivía de pequeño con sus padres, él tatami* se sentía suave bajo las plantas de sus pies, sin duda la más emocionada fue su querida hermana, en cuanto pudo corrió todas las puertas y dejó a la vista un hermoso jardín que en primavera se pintaría de rosa y en otoño de naranja, con bancas cubiertas por suaves almohadones y columpios tejidos, con un riachuelo que corría cerca, lleno de hermosos peces koi.

𝐄𝐥 𝐜𝐨𝐧𝐬𝐨𝐫𝐭𝐞 𝐝𝐞𝐥 𝐞𝐦𝐩𝐞𝐫𝐚𝐝𝐨𝐫 [𝑰𝒕𝒂𝑭𝒖𝒔𝒉𝒊]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora