Capítulo 7: Juntos

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Violette estaría tan decepcionada de él. Solía decirle "¡Tú no eres una lorette! No tienes que estar en las esquinas ni en los portales. Eres una cortesana, ¡así que mantén la cabeza alta!" Y ahora estaba aquí, deambulando por las tiendas del Callejón Diagon durante el día y merodeando por las calles de noche. Pronto valdría la pena. Esa paranoia exagerada que le habían inculcado los Merodeadores gritaba en el fondo de su cerebro. Le estaban vigilando. Black lo estaba siguiendo.

Severus se colgó frente a la nariz del hombre. Black no tenía autocontrol. Mordería el anzuelo, más temprano que tarde.

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El apartamento de ocho habitaciones de Violette estaba repleto de hermosos muebles antiguos, obras de arte caras y todos los lujos imaginables. Se sentaba a la mesa del comedor y escuchaba el tintineo de la vajilla en las paredes. A veces se le ocurría algo, una observación graciosa o un buen chisme que había oído, e inmediatamente pensaba "¡Me muero por contárselo a Severus!".

Pero entonces recordaba. Estaba en Londres. Se enfadó consigo misma al pensar en cómo era ella, feliz e independiente, sin hijos (adultos o no) aferrándose a sus faldas, atándola. Y luego el tal Severus Snape tenía el descaro de meterse tan profundamente en su vida que ahora se sentía sola sin su presencia merodeando por su casa. Ni siquiera era buena compañía. A menudo era hosco, sarcástico y arrogante.

Tenía un sentido del humor mordaz y nunca la dejaba salirse con la suya. Era inteligente, y lo sabía, lo que a veces le hacía insufrible. Velaba por sus intereses, se aseguraba de que sus finanzas estuvieran en orden, preparaba pociones para aliviar su artritis y otros achaques que se arrastraban en alas de la vejez. Era fastidioso, pero maldita sea si no se había encariñado con él. Le quería incluso, como si realmente fuera su sobrino nieto o lo que fuera, en lugar de dos personas que por casualidad se habían robado el mismo nombre, al que no tenían derecho legal.

Se estaba haciendo vieja (en realidad, había alcanzado ese estatus dorado de "vieja" hacía unos diez años). No iba a vivir para siempre. Violette se levantó de la mesa y se dirigió a su escritorio para escribir una carta a su abogado. Necesitaba cambiar su testamento; había que hacer algo con su dinero y todas sus cosas bonitas una vez que falleciera, y sólo había una persona a la que quería dárselo

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Llámalo sexto sentido, llámalo intuición, pero James supo que algo iba mal en cuanto apareció en su casa después de pasar la tarde con sus padres. Lily estaba sentada en el viejo sillón orejero junto a la chimenea. Simplemente sentada. Sin un libro en la mano ni cartas que repasar. Ella levantó la vista cuando él entró, con los ojos oscuros encendidos.

-Lily-, saludó con cautela y esbozó una sonrisa. -¿Estás bien?-.

-No. No lo estoy-. Su voz era plana. Muerta. No se anduvo con rodeos, sino que fue directa al grano. -¿Cuándo ibas a decirme que Sev estaba vivo?-.

James se quedó helado en el sitio. -Yo...-

-¿Me lo ibas a decir pronto? ¿Dentro de una semana? ¿Un mes? ¿un año? ¿Después de ganar la guerra? ¿Ibas a decírmelo alguna vez, James Potter, o pensabas dejarme creer que estaba muerto para el resto de mi vida?-.

James replico. -Snape podría haberte dicho él mismo que estaba vivo, pero no lo hizo...-

-¡No me casé con Sev, me casé contigo!- Rugió ella. -¡Había muchas razones por las que nunca se puso en contacto conmigo, pero tú...! ¿Por qué no me lo dijiste? ¿Fue por celos, por esa estúpida rivalidad, o porque te lo querías tirar?-.

THE DEMIMONDEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora