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-Conduce -gruñó el hombre de pelo oscuro mientras saltaba al coche de Felix. Éste miró. No conocía a ese hombre. Aunque le gustaría conocerlo. Olía maravillosamente. Pero no lo conocía.
-¿Cómo dice?
-¿Mierda, estás sordo? -gritó el hombre mientras golpeaba el salpicadero. No dejaba de mirar por encima del hombro a través de la ventanilla trasera, como si revisara, buscando algo-. Dije que condujeras.
Felix parpadeó por la confusión, sin dejar de mirarlo. - ¿Te conozco? -Tuvo que preguntar. No es que su memoria fuera muy buena recordando caras. Olvidaba a la gente que conocía todo el tiempo. Quizás conocía a este tipo y simplemente lo había olvidado. No sería la primera vez.
-Conduce, maldita sea.
-¿A dónde? -preguntó Felix, curiosamente, todavía se sentía un poco desconcertado de por qué un desconocido estaba sentado en su coche. Cosas como estas simplemente no le ocurrían. Les sucedían a otras personas. Ocurrían en la televisión. Ocurrían en los libros que Felix leía. Pero no le ocurrían a él.
-No me importa, sólo conduce.
Felix volvió a parpadear antes de poner el coche en marcha. Había empezado a salir del aparcamiento del lugar en el que se encontraba cuando se dio cuenta de que el hombre no llevaba puesto el cinturón de seguridad. Felix presionó el freno y se volvió hacia el hombre.
-¿Podrías ponerte el cinturón de seguridad por favor?
-¿Qué?
El hombre lo miró sorprendido por sus palabras, sus cejas oscuras se dispararon casi hasta el nacimiento del pelo, y Felix no lo entendía. Parecía una solicitud perfectamente razonable para él. Era ilegal montar en un coche sin el cinturón de seguridad. Todo el mundo lo sabía. Además, era peligroso.
-Por favor, ponte el cinturón de seguridad.
-No hablas en serio.
-No lo habría dicho si no hablara en serio -explicó Felix con cuidado en caso de que el hombre no entendiera sus palabras. ¿Tal vez no entendiese el inglés?-. Es ilegal montar en un vehículo sin cinturón de seguridad. Es la ley del estado y no quiero una multa.
El hombre le dio a Felix una peculiar mirada, a continuación, llevo su mano al hombro y agarró su cinturón de seguridad, tirando de él alrededor de su cuerpo y haciendo clic en su lugar. -¿Feliz? -preguntó, una ceja levantada.
-Sí, gracias. -Felix empezó a conducir de nuevo, comprobando el indicador de velocidad para asegurarse que iba al límite de la velocidad permitida, a continuación, miró a ambos lados para ver si venía algún coche-. ¿Dónde puedo llevarlo, señor... ehm...?
-Lee, Lee Minho.
Felix asintió. -Es un placer conocerle, Sr. Lee. Mi nombre es Lee Felix.
-Ah, sí, es un placer conocerte también, pero me llaman Minho.
Felix miró al hombre, curioso por saber por qué estaba tan desconcertado por su presentación. Era educado presentarse al conocer a alguien por primera vez. Su madre se lo había enseñado.
-¿Dónde puedo llevarte, Minho?
-¿Puedes conducir más rápido?