T R E C E

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Felix se agazapó entre el montón de hojas de la rama del árbol tanto como pudo. Estaba bastante seguro de que a la luz de la luna, su piel blanca se destacaba como un faro para los dos soldados que caminaban hacia él.

Y si no era así, entonces lo olerían. Los felinos tenían un gran sentido del olfato. Esa era la forma en la que eran alertados del peligro, las fuentes de alimentos, e incluso la excitación sexual. Estos eran dos soldados entrenados para diferenciar entre olores, captarían el olor único de Felix en una fracción de segundo si se acercaban lo suficiente.

Felix quería que Minho volviera a la ventana. Todavía estaba un poco sorprendido de que hubiera vuelto, pero todavía estaba demasiado asustado para tratar con eso ahora. Sólo quería estar con él, donde estaría a salvo.

—¿Felix, bebé?

Felix apartó la mirada de los dos soldados y se giró hacia la ventana abierta. —¿Sí?

—¿Dónde están ahora? —Minho le preguntó a pesar de que Felix no podía verlo a través de la ventana debido a la oscuridad del cuarto—. No los puedo ver desde donde estoy, y si me inclino más por la ventana, tal vez me vean. Necesito que seas mis ojos y oídos, gatito. ¿Puedes hacer eso por mí?

—Sí.

Felix miró hacia abajo a la acera. Los dos soldados acababan de llegar a la escalera que llevaba al edificio. Se detuvieron y miraron a su alrededor con desconfianza. Felix podía ver sus labios moverse, pero no podía escuchar lo que estaban diciendo.

Tenía miedo de que escucharan su corazón cuando empezó a palpitar con mayor rapidez. Cuando los dos hombres se separaron, uno entró al edificio, y el otro se fue a la parte trasera, Felix ni siquiera tuvo tiempo para exhalar un suspiro de alivio. Quería volver al interior del apartamento donde estaba Minho.

Bajó de un salto a la rama de al lado y corrió hasta el final. Se detuvo un momento para recobrar el equilibrio cuando la rama comenzó a tambalearse y saltó a la ventana. Las garras de Felix arañaron la madera de la ventana cuando empezó a resbalarse.

Empezado a maullar, ante el hecho de saber que iba a caer en picado hasta su muerte, cuando de repente unas manos lo agarraron y lo arrastraron hacia el dormitorio. Felix bufaba, siseaba y arañaba al que sostenía, desesperado por escapar.

—¡Felix, detente, maldita sea, esa mierda me duele!

Se desplomó contra el hombre, de repente dándose cuenta de que Minho había sido quien lo había sostenido y metido por la ventana abierta. El corazón le latía en el pecho, pero no con miedo. Golpeaba con alivio. Estaba a salvo. Estaba donde se suponía que debía estar. En los brazos de su pareja.

—Joder, Felix, pensé que te ibas a caer del puto árbol. — Felix se retorció, lamiendo las heridas que sus garras le habían dejado a Minho en los brazos—. No vuelvas a hacerme eso otra vez, bebé. Pensé que iba a perder la cabeza cuando te vi sentado en esa rama.

El pecho de Felix retumbó, cuando Minho empezó a pasar sus manos por su piel. Le encantaba la sensación de las manos de su compañero en él, incluso en su forma de gato, a pesar de que la forma humana tenía sus ventajas.

—¿Te hiciste daño cuando saltaste? —Le preguntó Minho —. ¿Te duele en alguna parte?

Felix cambió, encontrándose en su forma humana, acunado en el regazo cuando el hombre se sentó en el suelo junto a la ventana. Se enroscó en los brazos de Minho, cerrando los ojos, cuando empujó su cara contra el cuello del hombre e inhaló su olor único.

猫的喵¹ [ Minlix ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora