猫的喵¹ [ Minlix ]

C I N C O

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El corazón de Felix palpitó frenéticamente en su pecho. Apretó la mano contra su clavícula, y trató de respirar con calma, como le había enseñado su madre. No era fácil porque podía sentir los ojos de Minho observándolo y sabía que el hombre quería respuestas. Él no tenía ninguna que darle.

Sus secretos eran sencillamente eso, suyos. Decírselos a Minho sería inútil de todos modos. El hombre estaba allí para matarlo. Felix tomó otra profunda respiración y trató de recordar que el asesino no tenía sentimientos por él, y no tenía derecho de estar molesto con el hombre por eso.

Minho nunca prometió un tiempo de luna y rosas. Nunca le había prometido una vida juntos. Ni siquiera prometió no matarlo. Solamente se había comprometido a asegurarse de que Preciosa fuera cuidada. Eso era todo lo que podía pedirle al hombre.

Eso era más de lo que podía esperar, aunque todavía tenía esperanzas. Felix miró sus manos, incapaz de encontrarse con la penetrante mirada de Minho. —Realmente no tengo nada que añadir a esta conversación.

—Quiero saber por qué alguien está tratando de matarte, Felix, y alguien lo está intentando. Créeme, lo sé.

El suave aire que había estado insuflando a sus pulmones repentinamente se quedó atrapado en su garganta al oír las palabras de Minho. Felix comenzó a sacudir su cabeza. —No, no, nadie está tratando de matarme. ¿Por qué alguien intentaría matarme? No conozco a nadie.

—Felix.

Comenzó a ir hacia la habitación, mientras seguía sacudiendo la cabeza. —Únicamente soy un editor de textos. No hay ninguna razón para que alguien quiera matarme. No tengo mucho dinero ni poseo nada caro, estás equivocado. Nadie está tratando de matarme.

—Felix.

Empezó a sentirse frustrado. Por cada paso que daba hacia atrás, Minho avanzaba uno. Se sentía como si estuviera siendo acechado. El asesino aún tenía los brazos cruzados sobre el pecho, pero las cejas se habían unido frunciendo su ceño. Lo miraba ferozmente.

Lo miraba excitado.

—Yo... eh... —Felix se lamió los labios mientras sus ojos se iban bajando desplazándose por el cuerpo de Minho. Por alguna razón, en lo único que podía pensar era en que el hombre tenía el culo al aire. No tenía idea de cómo se lo había perdido.

¿Tal vez era tonto?

—Felix.

Éste siguió retrocediendo y Minho siguió avanzando, hasta que de repente notó la cama y cayó en ella. Como el asesino no se detuvo, Felix se revolvió nuevamente trasladándose hacia atrás en sus manos y pies hasta el cabecero de la cama.

Un grito escapó de los labios del pequeño joven cuando sintió como la gran mano se cerraba alrededor de su tobillo y tiraba de él hasta el centro de la cama. Felix se dio la vuelta y trató de arrastrarse, pero antes de que pudiera llegar a sus manos y rodillas, un gran peso descendió sobre él.

—No voy a perseguirte por toda la habitación, Felix.

El chico gimió cuando el caliente aliento de Minho voló por encima de su oreja y el costado de su cuello. Supo que el asesino, había sentido el estremecimiento que recorrió su cuerpo cuando se echó a reír. Su estremecimiento fue seguido rápidamente por un rubor que llenó su rostro.