El lobo había sido cazado.

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Aquella mujer de pelo como el fuego se le estaba metiendo por debajo de la piel, por las pupilas, por la boca, en sus entrañas.


Avergonzada. Era lo único que podía sentir al ver a su abuela y la luna frente a ella.

Ambos cómplices tenían los labios hinchados mirándose por el rabillo del ojo, La menor solo podía nerviosamente mirar sus manos como si eso la ocultara de la sonrisa con un "se que han estado haciendo" de la Luna de la manada. Su abuela estaba campante todo salía como ella deseaba, Orión quería arrancarles la cabeza. Tenía a esa suave y delicada manzanita solo para él y ellas habían osado a interrumpir. Sin embargo aún no quería tomar medidas, no sabía como reaccionaría ese pequeño zorrito a un lobo feroz.


——Deberían tener cuidado con los mosquitos, suelen dejar marca— Megan lo había hecho con toda la intención y se carcajeo disimuladamente cuando la Omega de olor a frutas abrió sus ojos estupefacta tapándose con su cabello rojo el enorme chupón que Orión le había dejado.

El Alfa inflo su pecho con orgullo ­—Tal vez sí no hubieras llegado inoportunamente fuera una mordida— grazno.

Casi se atragantaron la abuela y su pequeña nieta, Megan se lo esperaba después de todo seguía siendo un bruto.

—El Alfa solicita de tu presencia—


Orión no quería dejar a Su Omega sola. Quería apapachar, besar, morder, lamer y mojar pero no abandonar. Sus instintos aun le decían que su omega no estaba segura, que su pareja necesitaba un lugar tranquilo donde aguardar por el pero sabia de sus obligaciones para con la manada así que contra sus instintos Alfa tenía que ir donde lo llamaba su obligación.


Phoebe estaba abrumada pero extrañamente en paz. Normalmente cuando una pareja se encuentra en su mundo no tardan mas que unas horas en completar la unión con ellos era mas que obvio que tomaría tiempo pero ahora podía entender el porque la fiebre de el alma gemela dejaba idiota a las personas, ella misma quería estar de nuevo sobre su seguro regazo, incluso quería volver a su casa donde hasta el cuero del sillón olían a su destinado.


Orión beso la comisura de los labios de la menor en un acto apresurado y sorpresivo para luego retirarse con una mueca de suficiencia.

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Había pasado dos días desde la ultima vez que lo vio, su interior estaba inquieto y necesitado podía sentir el delgado hilo que los unía cada hora mas tirante. Su celo estaba a la vuelta de la esquina y eso la estaba volviendo loca sin embargo había encontrado la manera de entretenerse.


Megan les proporciono una cabaña pequeña de solo dos habitaciones y ha pesar de que la mayor no tenía muchas cosas era un poco sofocante el hecho de estar tan cerca de todo el ruido, la pintoresca casita daba hacia la calle principal donde estaba la plaza, una panadería y distintos comercios pequeños. Era de paredes lisas aunque su estructura seguía siendo madera, el color azul predominaba en casi toda su decoración interna y externa, le agradaba pero se tambaleaba con facilidad al pasar cualquier auto o los camiones repartidores.


—Phoebe Cariño, estará bien escuche que estará aquí pronto. Los asuntos de la Reunión vecina están mas que resueltos por lo que cuchichean en el pueblo—

La anciana había estado al pendiente de cada detalle, haciéndose amiga de todos para poder tener a su bebé informada, sabia que la menor era muy ansiosa y tímida como para preguntar así que de vez en cuando ella sacaba el tema a relucir con la información que obtenía.

Un zorro para un loboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora