malditas galletas.

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El amor es un masoquismo. "El hombre, la hembra y el hambre

(1998), Daína Chaviano


Se sentía completamente demacrada y molida al despertar esa mañana, trato de enfocar su vista en algún punto pero solo escuchaba el bip bip zumbándole, le dolía demasiado la cabeza como si hubiera bebido brillo como nunca antes pero ella no era esa clase de chica, sus ojos borrosos enfocaron su mano, tenia puesta una vía y el interminable cable estaba conectado a una bolsa con un liquido trasparente ¿Qué había sucedido? Su garganta estaba totalmente seca pero antes de poder alcanzar el pequeño vaso que diviso a su lado débilmente su mano se detuvo a mitad de camino por el sonido de la puerta de la habitación, abriéndose.

—¡Phoebe!— Esa voz cargada de emoción contrario a alegrarle hizo que cerrara los ojos y soltara un pequeño gruñido de molestia, le palpitaba la cabeza —Lo siento, me alegra que estés bien.— Ahora le puso atención al ojimiel, tenía algo entre las manos ¿Flores? entonces la atención de la pelirroja se detuvo mejor en su alrededor.

Las paredes blancas inundaban todo, estaba claro que estaba en una especie de hospital en la habitación habían diversos muebles pero le llamo la atención un incomodo sofá a su lado tenía muchas canastas y flores, también un par de globos de helio de colores rosados.

Ashton no espero a ver que le decía, movió su cuerpo hasta alcanzarle el vaso y llenarlo de la jarra a su lado, estaba terriblemente nervioso Orión no dejaba a nadie entrar, todos habían pasado a ver y lo máximo de terreno que se les permitió  lograr fue observarla desde la entrada, en la puerta.

Phoebe sintió el elixir refrescarla, como si hubiera estado seca por demasiado tiempo. Entonces tosió un poco y trato de  beber mas lento terminando el contenido, ansiando más.

—¿Cuánto tiempo tengo aquí?—la pregunta salió muy pausadamente de sus resecos labios pero aún así era lo suficiente entendible para que Ashton pudiera comprenderla.

—No se exactamente, eres toda una bella durmiente ¿eh?— Era una broma pero solo se gano un seño fruncido, bien se dijo, no estamos para chistes y suspiro tenso —Una semana casi diez días para ser exactos, Olive se ha encargado personalmente de tus heridas estas en buenas manos—

Eso no era un alivio.

diez días, mierda. Eso era mucho tiempo, no recordaba como termino así, entonces como si fuera un corto las imágenes se esparcieron por su cabeza desde lo profundo de su memoria haciéndola quejarse, sosteniendo entre sus manos su cabeza con una expresión dolorosa. Orión había ido por ella, había vibrado para ella y le había pedido perdón y aun así no desaparecía esa sensación de ausencia en su pecho y de recelo, mucho recelo.

—Iré por Oliver no te muevas— le ordenó como si ella pudiera moverse de allí y desaparecer,  Ashton salió corriendo por el pasillo, como si ella fuera portadora de la misma peste, quería quejarse pero el dolor de cabeza parecía no querer ceder para tan siquiera alzar su cabeza lo suficiente en dirección a la salida.

Fueron unos minutos los que estuvo concentrada en ralentizar la sensación punzante y aprecio el silencio de la ausencia de personas, retiro de su dedo el ganchillo que conectaba el incesante bip de la habitación, ahora sabia que tendría que respirar profundamente porque se escuchaban mas pasos de los que quisiera acercarse y ella no estaba del mejor humor.

Manzanita— El susurro de esa voz, sus ojos se abrieron perplejos y le miro, ese azul que la perseguía hasta sus sueños pero pronto no fue mas que negro en pesadillas y entonces dolor, no. No quiero mirarlo. Desvió su mirada hacia el hombre detrás de él, el peli verde que lo empujaba para pasar.

Un zorro para un loboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora