Una Excusa.

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 El temor agudiza los sentidos. La ansiedad los paraliza.


Hay palabras plenas y palabras vacías, por eso el hombre era de acciones, sabia que con la comunicación nunca se sabia, nunca era interpretada como se debía exactamente o al menos el nunca se expresaba correctamente al parecer. Sabia que todo lo que se dice día a día, podían ser palabras vacías ¿Cómo estas? ¿Viste el sol esta mañana? Que frio esta el clima, ayer jugaron los Lakers, todas palabras vacías. Palabras de cotidianidad y luego, estaban las plenas, esas que te cambiaban la vida. Esas que existían para hacerte cargo de lo que estabas apunto de decir con plena seguridad de que la manera en la impactaran cambiarían el curso de las cosas ¿Te quieres casar conmigo? Si, si quiero o No, no quiero y temía, temía por el hecho de que la respuesta de Phoebe fuera una de esas palabras plenas, una que cambiara el curso de las cosas entre ellos y dirigiera el hilo del destino hasta el hombre rubio quien, con mucho cariño que le tenia, amenazaba en su imaginación arrancarle al amor de su vida. Lo iba a matar la intriga, el saber o no querer saber, lo cierto era que la montaña de músculos y seguridad que era, ahora estaba repleta de incertidumbre.

Si tan solo el hubiera estado mas presente, si tan solo conversara las cosas con Milo.

Era un hombre asustado.

Sus ojos se dirigieron a las manos unidas con su mujer, tan pequeñas y seguras entre la tosquedad de sus enormes dedos, calentándola. Había un millón de razones por las cuales el era diferente a ella, y tal vez, dos millones mas de ellas que justificaran que el no era una pareja lo suficientemente buena, pero justo en ese preciso momento, sus manos unidas eran como la prueba infinita de que su unión era exactamente lo que debía ser.

Te quiero tanto conmigo que duele, que asfixia.

—¿Estas bien?—la pregunta voló a el distrayéndolo de lo ensimismado que se encontraba.

Phoebe estaba claramente preocupada por el mayor a su lado, quien había pasado un rato haciendo muecas mirando al horizonte, si fuera otra situación tal vez se hubiera permitido reír libremente de eso pero justo ahora, como estaban las cosas un apretón para el confort fue lo mejor que se le ocurrió hacer.

—Si, simplemente pensaba—era evidente y una respuesta muy mala puesto que la pelirroja se rio en su dirección.

—Lo se, solo que estas extraño—se miraron— Nunca eres tan callado y puedo apostar que algo te molesta—señalo su propio corazón— Lo siento aquí, en el vinculo. Tanto como si fuera mío—declaró Phoebe.

La Omega estaba segura que las sensaciones que la invadían eran de Orión, quien parecía abatido, tal vez la conversación sobre sus padres lo había dejado tan retraído en sus propia cabeza se dijo, puesto que todo el camino de regreso el había estado callado, no era que fuera un silencio incomodo pero estaba preocupada de que este se arrepintiera de contarle todo aquello.

Orión se debatía entre ser honesto o no serlo, el nunca había sido tan cobarde como en ese momento. Paso sus manos por su cabello despeinándose y ganándose un suspiro de su mujer, se permitió sonreír ante su reacción, las reacciones de Phoebe por el siempre lo hacían sentir alagado, seguro, feliz. Saber que podía mover el mundo de su Omega con un simple gesto le gustaba, le mandaba sangre burbujeante a las venas.

Tal vez después de todo si era un imbécil que pensaba con la polla.

—Es por la pregunta que te hice anteriormente—Freno en seco, sin soltar la mano de ella pero echando su cabeza hacia atrás dejando que los copos fríos se alojaran en su cara, era un gesto que había hecho a menudo antes le encantaba el frio en su rostro relajando el calor de su interior—No puedo sacarme de la cabeza que ese beso significo mucho, conozco a Milo es como si fuera mi hijo—suspiró — Se que el porque te beso pero no se exactamente que peso tenga para ti, que significo sentimentalmente para ti —

Un zorro para un loboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora