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El tiempo la molestaba, la fastidiaba. Solo faltaban dos minutos para que acabara la clase, pero la espera se le hacia eterna. Se las había ingeniado para comunicarle a sus padres que una amiga había tenido una muy grave emergencia y tenia que verla en cuanto saliese, consiguiendo así los permisos necesarios para visitarla. 

El corazón le latía a mil, y se cuestionaba como sus emociones habían podido cambiar tan drásticamente. Se suponía que a raíz de la conversación que sostuvo con sus amigas en el receso tenía mas preguntas que respuestas, mas dudas de las que la hacían sentir normal. Sin embargo a pesar de su desconsuelo, apenas hubo oído la voz de Sana pidiéndole verse se sintió inflada otra vez de esa sensación que lo volvía todo hermoso, su dulce escape. 

Durante los minutos en los que estuvo atrapada en aquel frío pupitre tuvo una visión muy clara, ella la tenía a Sana y Sana a ella, era como si dos almas prófugas se hubieran encontrado, solas en el mundo, como si no existiera nada más que sus dos cuerpos juntos en la inmensidad del planeta. ¿Cómo podía ser posible aquel encuentro tan maravilloso?¿Por que veía a Sana como la única? Un sentimiento de culpa y pesadez se instalo en sus entrañas, ¿Qué pensarían sus padres?¿Qué dirían de ello que no era nada común?

 No era normal que se sintiese así por Sana, por ninguna de sus amigas había sentido los mismo, quizás era solo una fuerte admiración o confianza ojalá fuera eso... Por que de lo contrario no se reconocería a si misma. No tenía grandes logros en el ámbito del amor, y de hecho nunca se lo había cuestionado demasiado. De pequeña quizás hubiera tenido un gusto inocente por alguien pero no pasaba de eso, todo eso que ahora vivía era diferente, y eso podía ser tan mágico como aterrador.  

La opinión de los demás pesaba demasiado, de hecho ni siquiera quería considerar que le gustaba una chica. ¿Qué le dirían? o más bien ¿Qué le harían?. No se le escapaban de la memoria todos esos casos de agresiones a gente que se sentía como ella, y al fin y al cabo siempre lo había tenido muy presente, puesto que desde joven nunca había tenido un repentino deseo de acercamiento masculino, a veces se inclinaba por lo contrario...  La molestia en si misma crecía aún más, ¿Qué le había fallado para que se sintiera así, no solo desde ese momento si no desde casi toda la maldita adolescencia?. 

La teorías y creencias de sus padres la impulsaban a pensar ciegamente así, siempre le habían enseñado que las mujeres estaban destinadas a los hombres, y los hombres a las mujeres. Eso era verdad, por que de lo contrario no habría partos y todo eso, pero, si tanto habíamos evolucionado como especie, las cuestiones sexuales no tendrían únicamente un fin de tener hijos, es decir es necesario y obvio por naturales, ya que ese es su fin, pero por algo las personas desarrollaban gustos sexuales y todo lo que implica ¿no? 

Aquel era el único pensamiento que la amparaba en toda su travesía mental. Hasta que tocó la campana. Dahyun ordenó y recogió sus cosas, y sin despedirse se marcho hasta la salida.   La casa de Sana quedaba algo lejos así que tomo el primer transporte que la llevaba cerca; solo un par de veces había visitado la zona que indicada la japonesa. Se trataba de un pequeño islote en medio de aquella ajetreada ciudad. Por alguna extraña razón en aquel espacio aún existían unos pequeños campos de cultivo regentados por algunos productores acomodados, a diferencia de otros, así pues los alimentos que cosechaban eran transferidos a las fabricas de comestibles que quedaban increíblemente cerca. 

Mientras veía los escenarios pasar a través de las ventanas del bus se preguntaba la causa de su emoción de visitar a Sana. Se perdió en sus pensamientos, quedando atrapada por el ambiente a su alrededor, afinando sus sentidos para sentirse totalmente dentro de su escena. Pasó cerca de mercados, escuelas, casas y paradas. Si no hubiese pasado por ahí, nunca se habría percatado de la existencia de aquellas personas que se encontraban justo en ese punto del mapa, ni siquiera existirían para ella. Así de efímera podía ser la vida humana, pronto llegaría a su destino y se olvidaría de todos los rostros vistos, los eliminaría inconscientemente. Poco a poco el paisaje se volvía menos movido, y se encontraría en la tranquilidad de unos pequeños suburbios tradicionales. Bajó del carro y se guío casi que ciegamente para toparse con alguna casa con la características que le habían sido previamente mencionadas.  

Ojitos Lindos | SaiDaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora