—Así que... Eddie, ¿huh? ¿Debería de saber quien eres? —preguntó extrañado el chico.
Un suave sonido de confusión salió del mayor— ¿Cómo? ¿No sabes quién soy?
—¿Debería?
—Sí. Mucho. ¿Eddie Munson?... ¿No te suena ni un poco? —El hombre levantó la ceja a través de su máscara.
—No conozco a muchas personas... "Eddie".
—¿Me estás diciendo que no conoces a ningún chico de cabello largo, súper cool, con un grupo de D&D, amigo tuyo? —preguntó indignado poniendo una mano en su cintura como lo haría su madre cuando se enfadaba.
—No. —dijo rotundamente, ya cansado de repetirlo.
—No me jodas... ¡¿vas enserio?!
—¡Sí! —repitió con aburrimiento, sin entender el porqué de su inquietud.
—Imposible —susurró para si mismo lo suficientemente alto como para que Will lo escuchara— Deberías de conocerme, pero no lo haces. Así que solo hay dos opciones, o aún no te enteras de mi existencia, o no existo.
Entre cada palabra que salía de la boca del misterioso extraño y todo lo que había pasado hoy, se sentía completamente confuso y perdido— ¿Qué estás diciendo?
—Vale... —suspiró el hombre, saliendo de lo susurros para hablar en voz alta— Es mejor que te sientes...—recomendó mientras su voz se tornaba más seria— ¡Dios, siempre quise decir eso! —admitió luego entusiasta.
El castaño solo se limitó a fruncir aún más su ceño en completa confusión— ¿Q-qué? No, espera. Necesito que me lo digas ahora mismo. No entiendo que está pasando, no entiendo nada de lo que me ha pasado hoy. No estoy para bromas.
El mayor suspiró haciendo caso omiso— No es tan simple, niño. ¿No sabrás sobre algún lugar donde hagan hamburguesas?
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El chico le enterraba los iris avellana en la máscara de pupilas blancas que se al arrugaba frente suyo— ¿Vas a dejar de mirarme como si fueras un espía ruso a punto de arrancarme las uñas? —habló con la boca llena de la hamburguesa que estaba masticando como si no hubiera probado carne en toda su vida.
—Estoy esperando a que termines de comer y me digas quien eres, porqué utilizas esa máscara, cómo me conoces, ¡y qué me está pasando..! —explicó en un de severidad mientras se le quebraba la voz a mitad de la frase.
El movimiento de la mandíbula cesó por unos momentos, dándose tiempo para organizar sus palabras. Tragando rápidamente con un sorbo de su vaso extra grande de coca-cola, dirigió su atención hacia el chico de ojos llorosos y dijo— Escucha niño, no sé más que tú en esta situación. Te he dicho lo que sé; me llamo Eddie, se supone que deberías conocerme, yo te conozco a ti desde hace un tiempo y además me admirabas mucho porque soy el mejor.
