Cuando se despierta lo primero que nota es que sus dientes están cómodamente alrededor de algo suave y fibroso, con un sabor fuerte pero reconfortante. Después se da cuenta de la incómoda y, lastimosamente, familiar sensación de su traje pegado contra su piel sudorosa. Y, por último, de unos brazos fuertes que lo sostienen contra una superficie firme y cálida. Siente la cabeza nublada, como si estuviera flotando. Abre los ojos y un pin del Reino Unido le devuelve la mirada. En ese momento se da cuenta: está mordiendo el chaleco de cuero de Hobie.
Se aparta del abrazo escupiendo el pedazo de tela. El agarre del mayor se afloja, pero no lo deja por completo. Miles siente como la sangre le sube al rostro, oculta a duras penas por la melanina de su piel. Levanta la vista, espera bronca o asco. Pero Hobart solo se ve calmado, y tal vez algo preocupado.
-Wow, amor, tranquilo -le dice el mayor, como si no pasara nada.
-P-perdón, yo, no me di cuenta, eh...
La voz se le corta, las palabras se sienten difíciles en su lengua, es casi como si su boca fuese inexperta. A Miles le da miedo, todo esto le da miedo y no sabe qué hacer. Sus pulmones se contraen rápido y disparejo. Su amigo, el sillón, el barco entero se sienten muy, muy lejos de Miles.
-Hey, hermano, mírame -ordena Hobart.
Él lo hace y, justo después, el chico toma una de sus manos y la apoya contra su propio esternón. Cuando empieza a respirar exageradamente Miles se centra en las fosas nasales del británico que se agrandan y achican a un ritmo regular y tranquilo, empezando a imitarlo.
No sabe cuánto tiempo se quedan así, regulando su respiración y tratando de relajar sus músculos nuevamente. Pero cuando sus ojos pasan a los de Hobie, encuentra una calidez, paciente y orgullosa, que cree que solo ha visto en los ojos de su tío. Ese pensamiento lo llena de una tristeza inmensa y, en contra de sus deseos, se larga a llorar.
Hobie, rápido como siempre, lo abraza fuerte. Lo mantiene cerca, incluso cuando Miles se siente completamente fuera de sí, lloriqueando y balbuceando disculpas sin poder formar palabras completas. El chico más grande solo se queda ahí, sosteniéndolo por lo que parece una eternidad antes de que él pueda juntar la energía necesaria para hablar a través de la niebla de su cabeza.
-Lo siento -dice, rápido y aguado. -No sé por qué me pasa esto. No te quiero molestar, Hobie...
Ante esto el mayor solo lo abraza más fuerte y le deja un beso suave en la sien. El contacto físico era increíblemente importante para Hobart, así que el hecho de que lo siguiera rodeando con el cuerpo le da tranquilidad.
-Está bien, cariño, no tienes que saber -lo tranquiliza el inglés. -No siempre es fácil saber, y no me molestas para nada. Solo me preocupo.
Miles se desinfla contra el hombro del otro.
-Debe ser tarde ya, mamí y papi deben estar preocupados también -susurra con culpabilidad.
-Solo dormiste veinte minutos, M -dice Hobie, el apodo familiar encajando perfecto en su boca. -Tenemos tiempo más que suficiente para hablar de qué pasó y calmarnos, ¿de acuerdo, amor?
A él le da miedo hablar, pero sabe que tarde o temprano tendrá que explicarse, así que asiente y entierra la cara en el chaleco negro un rato más. El mayor lo deja, pero después de un tiempo empieza a levantarse muy lentamente. A Miles le parece como si estuviera dispuesto a cargarlo si no se levantaba antes. Pero él ya se humilló lo suficiente hoy como para dejar que eso pase, así que de mala gana se aparta de su amigo y se para tambaleante en el piso. Hobie lo sigue, mirándolo de cerca medio temeroso de que se caiga en cualquier momento. Parece dejar eso de lado cuando le pone la mano en el hombro y lo empuja levemente hacia el pasillito que lleva a las pocas habitaciones del barco.
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Un lugar para descansar - caregiverHobie & regressorMiles
Fiksi PenggemarNo se me ocurre nada lindo para poder acá, pero la cosa es así: Miles se a sentido raro últimamente, Hobie parece saber qué le está pasando. Son amigos, son hermanos, y siempre van a estar el uno para el otro. Esto no es la excepción. Toddler...