Capítulo 6. Dime

8.4K 823 182
                                    

6: Dime

6: Dime

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Kayla

No quise regresar al castillo de inmediato, una vez nos bajamos del helicóptero. No quería que todos me vieran a la cara sabiendo que papá no preguntó por mí, no se aseguró de que yo, su hija, estuviese viva. Sobre todo, porque lo callaron de la misma forma en la que yo estaba callándole cosas a Elliot para no herirlo.

Caminé con Aleksi por los bosques de nuestras tierras, tratando de entender que tenía que asumir dos duelos, no uno. Ahora tenía claro que era huérfana de padre y madre y que tal vez lo era hacía mucho, porque como hija de un clan, le pertenecía al clan, no a mis progenitores.

Había dos personas de las que hubiese necesitado consuelo en ese momento. Una estaba muerta, la otra, estaba perdida dentro de su propia mente. Ninguna podía ayudarme y Aleksi entendía a la perfección que su papel como mi pareja, como mi marca, no podía cubrir ese espacio en mi pecho, de la misma forma en la que yo no cubriría jamás el de Vivi.

Me detuve en la parte más espesa, donde ya no se veían los jardines y donde apenas llegaba la luz del sol. Miré las copas de los árboles antes de dejarme caer entre las raíces de los árboles y los hongos que asomaban entre el poco césped.

Exhalé lentamente. Inspiré una vez. Me llené los pulmones con los aromas de los pinos y exhalé una vez más.

—¿Quieres que te deje sola? —me peguntó Alek. Se había quedado varios metros detrás de mí.

—No, está bien —respondí, con la calma recién lograda. Ya había llorado bastante en sus brazos y en el helicóptero de regreso. Toqué el espacio en el suelo junto a mí y él se acercó para sentarse—. Tu compañía me hace bien.

Me dio un codazo suave. Apenas si lo sentí.

—Siempre puedes echarme. También puedes decirme si estás molesta por haberte dicho la verdad —tanteó.

Negué, rápidamente.

—No estoy molesta contigo. Para nada —le dije, pasando mi brazo por alrededor del suyo. Apoyé la mejilla en su hombro—. Lo iba a descubrir tarde o temprano, si seguías guardándotelo y esforzándote para que no lo encontrara a simple vista en tus pensamientos.

—No fue sencillo —me confesó—. Tampoco sabía cuándo era mejor decírtelo.

—Gracias —le dije, besándole el hombro por encima de la camisa—. Por ser sincero conmigo.

Aleksi apoyó el mentón en mi frente, antes de darme un beso también.

—Es muy difícil no ser sincero contigo —rió—. Quiero que lo sepas.

Bufé.

—Sabes que no tengo por qué leer tus pensamientos si no quieres.

—Yo mismo te dije que lo hicieras, todo el tiempo —me recordó, agarrándome por la cintura y arrimándome a él—. No tengo problema de que estés en mi cabeza. Te lo aseguro.

Hodeskalle [Libro 3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora