Capítulo 3. Nadie

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3: Nadie

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Kayla

Creo que no hubo una sola alma en esa habitación que no soltó alguna exclamación o tuvo un exabrupto. Ticia nos miró reaccionar con el rostro neutro, como si no hubiese soltado una bomba semejante a: "Ah, sí, tienen una tía".

Lo de la maldición podría habernos sorprendido más, la verdad.

—No estoy entendiendo un carajo —soltó Elliot y eso hizo que diluviara sobre ella una catarata de preguntas. Mi bisabuela se mantuvo en calma, todavía sumergida en el relato, hasta que consiguió que todos se calmaran y pudiera continuar para responder todas las dudas.

—Para empezar... No, no sabía que estaba embarazada de una hija, en aquel momento —dijo, mirando a Sam, que había formulado esa pregunta en particular—. Pero lo sentía. De alguna manera, en la carne y en los huesos, mi instinto me decía que debía apartar a ese bebé de Everald. Hasta el día de hoy, intento no pensar lo que podría haber pasado si me hubiese quedado, si esa hija hubiese nacido dentro del clan.

—Entonces... —murmuró mi hermano—. ¿Sí nació?

Ticia frunció el ceño hacia él, seguramente preguntándose si esa pregunta era real, pero aunque mi tío Allen lo regañó por desubicado, yo tenía la misma duda boba.

—Sí. Su nombre es Delphine. Vive en América. Se marchó hace décadas, donde puede estar a salvo de la influencia de los Edevane —explicó y a mí se me hizo alucinante la idea de que pudiera existir una hermana de mi abuelo, de padre y madre. Hasta ahora, de todos los hermanos de mi abuelo, ninguno había compartido toda la genética. Todos eran, en realidad, medios hermanos.

—¿Ella sabe... de nosotros? —inquirí y Ticia asintió lentamente.

—Delphine siempre ha querido acercarse a Benjamín, pero las dos sabemos qué tan peligroso era. Ya era peligroso que ella estuviera conmigo en los últimos siglos. Porque Everald... —Se detuvo, suspiró y luego levantó ambas manos, frenándose antes de irse por las ramas. Ninguno de nosotros la hubiese frenado. En la sala, los ánimos se habían elevado. Conocer la existencia de Delphine, una vampira que quería ser parte de nuestra familia, no hizo más que exaltarnos.

A mí, me dio una sensación extraña. Era la misma sensación que tenía cuando me veía reflejada en mi tía o en Bryony, todas mujeres de la misma sangre. Una especie de compañerismo, de empatía. Ticia no tenía que explicar del todo por qué Delphine no se había acercado a nosotros. Seguramente, se parecía muchísimo a mi abuelo y a todo el clan Edevane. De alguna manera ellos, que tanto nos habían vigilado y perseguido, lo sabrían.

—Es mejor que expliques a qué te refieres con la maldición —dijo Alek, todavía desde la pared junto a las ventanas.

—Siempre pensé que realmente estaban malditos —musitó Alice—. No es casualidad que de todos los hijos de Everald, de las interminables líneas de herederos que tuvo, solo mi padre tuvo hija y nieta. Y Hunter... —añadió—. Esto no pasa en otros clanes. Si bien las mujeres son escasas, no tanto.

Hodeskalle [Libro 3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora