Capitulo 6 (parte 2)

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Katniss no me pidió que me quedara a cenar, dejándome con una sensación agridulce, hasta puedo decir que se me quitó el hambre porque ya casi anocheciendo y no he podido comer nada. Pero "es parte del proceso" pienso.

Estoy en el porche de mi casa, el aroma del cigarrillo impregna el aire mientras mis pies descansan sobre la barandilla. En ese instante, la mujer mas bella que he visto se acerca, y mi reacción es instantánea: me enderezo rápidamente, dejando que mis dedos repasen las arrugas de mi ropa en un gesto nervioso y ansioso por impresionar.

-No fuiste a cenar, Peeta - me acusa como si fuera su hijo, tan terca como suele ser. No puedo evitar sonreír al ver que vino a buscarme.

-Siempre cenamos juntos, pensé que querías estar sola ahora - le replico, defendiéndome de la situación en la que me ha colocado como el villano.

-Tú lo dijiste, siempre cenamos juntos - me dice sin aparta la mirada, está intensa, molesta porque no fui. Qué divertido. Podría contemplarla así de por vida; se ve tan hermosa con el pelo suelto, y también con el pelo trenzado. Parece una estatua apoyada en la columna de la entrada del porche. Es simplemente hermosa.

Hace unas semanas, habría soñado y anhelado estos momentos con ella, pero ahora se han convertido en una realidad.

- ¿Y hay algo de malo en cenar juntos siempre? - Ella prosigue, su voz suena firme, pero con un dejo de decepción. Me esfuerzo por encontrar las palabras adecuadas, pero ella no me da tiempo para responder.

-¿Ahora me dejarás siempre comiendo sola? - me suelta de inmediato. Me gustaría responderle con un "sí", pero eso sería cavar mi propia tumba. Tampoco puedo revelarle que el Doctor Aurelius me indicó que debería dejar de hacer todas las cosas por ella, para que pueda hacerlas por sí misma. Es parte de la terapia.

No deseo entrar en una discusión, pero tampoco estoy dispuesto a concederle la razón tan fácilmente. El Peeta de 16 años podría haber estado besándole los pies, pero ahora soy un hombre y debo actuar como tal, especialmente siendo su cuidador. Necesito ser amable y paciente sin cruzar límites. Por supuesto.

Pero verla tan bonita me da un impulso de valentía.
- Ven aquí - le indico, señalando mi regazo, no sin antes apagar el cigarrillo en el cenicero.
Ella me observa con extrañeza, se queja y se muestra renuente, pero al extenderle una mano, se perciben sus deseos de seguir mi indicación. Es tan pudorosa y vergonzosa, si alguien la ve así es capaz de morirse de vergüenza.

Ella parecía anhelar mis caricias; su cuerpo se acomoda perfectamente a la medida de mis brazos. Incluso diría que es más menuda. Yo he estado siguiendo un riguroso entrenamiento militar que me enseñaron en el Distrito 13, desarrollando músculos y brazos cada vez más fuertes. En contraste, ella me parece cada vez más delicada y diminuta.

Deseo permanecer en silencio mientras la noche avanza, hallando en su cuerpo mi refugio, mi auténtico hogar. Su presencia es el único lugar donde ansío estar y quedarme eternamente; la paz que me brinda es tan profunda que mis ojos se cierran casi por instinto, llegando a un sueño sereno.

En la penumbra de la noche, sus suaves dedos interrumpen mi sueño con delicadeza. Su voz, apenas un susurro, me dice algo que no puedo escuchar con claridad. Abro los ojos para encontrarme con su mirada llena de...cariño.

-¿Me invitarías a quedarme?- finalmente escucho las palabras que intentaba comunicarme. Aunque siento que mis piernas están entumecidas por su peso, la sensación es agradable, dulce, como todo lo que ella hace. Sus dedos recorren mi cabello con ternura, tratándolo como si fuera algo precioso.

Sin pronunciar palabra, la elevo en mis brazos, sosteniéndola como a un bebé. No entiendo por qué no la traje antes; siento que debe tener mucho frío. Subo las escaleras con cuidado y la deposito en mi cama. Ella no abre siquiera los ojos.

La vida de un vencedorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora