Entre al bar y apoye mis codos en la mesada agarrando mi rostro, pensativo.
—Hanbin, ya terminé los pedidos. —Dijo Sheila a mi lado.
—Lo siento, me entretuve.
—Tardaste mucho, debes estar congelado— La miré. —hace frío afuera.
—Si... —Miré hacia las personas bailando, dándome cuenta de algo. —Espera, ya vengo. —Sheila me miró e intento hablar, pero yo sólo tome mi chaqueta para salir del bar rápidamente.
Corrí tan rápido cómo pude, debía alcanzar a Hao. Estaba desabrigado y totalmente solo.
Busque y busque pero no había ni un rastro de él. Corrí unas 3 cuadras, pero no podría haberse ido muy lejos en minutos.
Seguí corriendo fijándome en callejones, hasta que volví a ver su pelo rojizo no muy lejano y volví a respirar mejor.—¡ZHANG HAO! —le grité y se dio vuelta. La distancia no era tanta, pero yo corrí tomando mi chaqueta y se la puse por los hombros. —hace frío.
—Dios, Hanbin. —Río, y yo sólo podía pensar en la tan tierna risa que tenía. — ¿corriste sólo para esto? —me encogí de hombros.
—Hace mucho frío... —Dije en voz baja y baje mi cabeza, él agarro mi barbilla volviendo a mirarle.
—Gracias, en serio, todo mi cuerpo estaba congelado. —Sonrió y yo también, me contagiaba totalmente.
—No quiero que vuelvas a tu casa. —Dije mirándolo profundamente a los ojos. — Tengo miedo que te pase algo.
—Ya te dije, no quiero que se enojé devuelta. —Soltó mi barbilla.
—Déjame estar contigo por hoy, Zhang Hao, por favor... —Supliqué.
—Por dios Hanbin, ahora el que parece un perrito mojado eres tú.
—Reí mientras los nervios crecían en mí. —Lo siento, es sólo que... quería verte.
—Yo igual, Hanbin... está bien, me quedaré contigo.
—Espera, tengo que hacer algo. —Agarre mi teléfono alejándome un poco para llamar a Sheila. —Sheila, ¿necesitas mi ayuda todavía?
—Realmente no, Hanbin, ¿por qué?
—Necesito hacer otra cosa realmente importante en este momento.
—Oh, ¿por eso saliste corriendo?, ¿algo grave?
—No, tranquila, es sólo que... es alguien.
—Cómo algui- OH, YA SÉ. —se río. —Está bien, diviértete.
—Gracias, te quiero, ten buena noche hoy.
—Igualmente, adiós. —y cortó.
Me di vuelta y ahí seguía Hao, jugando con sus pies a patear una piedra.
—Ya está, ¿vamos?
—Pensé que te habías arrepentido. —Río.
—Estaba llamando a mi trabajo. — comenzamos a caminar para llegar a mi casa.
—Oh dios, me había olvidado, ¿estabas ocupado? —Él agarro mi brazo preocupado parando mi caminata y yo sólo negué.
—No, sólo estaba avisando, tranquilo. Además yo te invité.
...
Llegamos a mi departamento y empezamos a desabrigarnos.
—Espera, te traeré unas pantuflas. —Dije y lo agarre de los hombros para sentarlo en un banquito de la entrada.
Entré a mí habitación, tomé mis pantuflas y otras que tenía ahí guardadas. Salí trotando
hasta llegar a donde dejé a Hao.—Toma. —Le entregué las pantuflas, se las puso y se paro del banquito.
—Me gustan las ranas, un poco. —Dijo mientras veía sus pies con una sonrisa. No me había dado cuenta, las pantuflas eran de ranas.
—Lo siento, eran las únicas que tenía. —Dije rascandome la nuca. Él solo se largo a reír mientras me miraba.
—Tranquilo, yo también tengo de estás. Ya ti se te ve tierno. —Dijo y lo miré. Su rostro se supo rojizo de a poco y empezó a caminar rápido hasta llegar al sillón y sentarse totalmente exhausto, yo sólo me reí y lo perseguí poniéndome atrás suyo del sillón.
—¿Te pusiste nervioso? —Le pinché una de sus mejillas.
—Claro que no. —se giro para verme. —Yo nunca me pondría nervioso por alguien. Debes conocerme, Hanbin.
—Oh... ¿quieres que te conozca entonces? —Alcé mis cejas y sonreí.
—Que imbécil. —Me pego un manotazo en el hombro mirándome con diversión.
—Tengo hambre, ¿te gusta la pizza?
—Claro que si, sería un rarito si no me gustará.
—Está bien, pediré entonces. —Fui por el teléfono y empecé a marcar el teléfono de la pizzeria.
...
Ya habían pasado unos 20 minutos desde que pedí la pizza. Hao se estaba bañando y yo había terminado de ordenar todo y de asearme, estaba preparando una película pero no encontraba ninguna.
—No hay ni mierda hoy. —Dije totalmente frustrado.
—Que rápido es hacerte estresar.
—Me asusté, ni siquiera te escuché.
Me giré a verlo sonriendo, pero esa sonrisa se esfumó cuando lo vi con el torso desnudo, su pelo revuelto por sus manos y sólo con una toalla en la cintura cubriendo el resto. Me quedé embobado apreciando su magnifico físico, hasta que mi mirada fue hacia sus ojos y nuestras miradas chocaron, haciendome sentir un leve cosquilleo en todo el cuerpo.
Mi mirada bajo hasta sus labios inconscientemente y sólo pude ver cómo sus labios se iban formando en una ¿sonrisa?, supongo que él noto mi desconcierto y tosió.—¿S-sabes donde está mi ropa? — tartamudeo.
—La puse a lavar, e-estaba mojada. —y ahora el que tartamudeaba era yo, dios mío. —Te prestare mi ropa, espera. —Di media vuelta para volver a mi habitación, pero Hao me sostuvo del brazo deteniendome.
—Puedo usar mi ropa, tranquilo. —Mi mirada paso de su agarre a sus ojos, chocando miradas devuelta, poniéndome los pelos de punta.
—No puedes usar ropa mojada, mi ropa esta limpia así que no te preocupes. —Me solté de su agarre y empecé a caminar hasta mi habitación.
Cuando llegué, abrí el armario y me apoye lentamente en la pared. Mi corazón latía tan fuerte que sentía que se me iba a salir. Me agarre el estómago sintiendo cómo todo se me revolvía y empecé a respirar de a poco, estaba agitado y realmente nunca me había pasado algo así.
Después de calmarme, agarre una camiseta blanca totalmente lisa, unos pantalones de peluche rojo y un buzo azul con unas letras que decían "Love" en el medio. Salí de la habitación y él esperándome allí, mientras veía la televisión.—Toma, ve al baño si quieres. —Obvio iba a ir ahí, no hacia falta decirlo, Hanbin.
—Gracias. —Y se fue rápido al baño todavía con la toalla en la cintura. Yo sólo empecé a regañarme mentalmente, capaz lo había hecho sentir incómodo al mirarlo de esa forma, pero realmente no había sido mi intención esa, solo que...
sonó el timbre, interrumpiendo mi regaño mental.
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Ya no tengo ideas, ayuda.
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(En Pausa) BH┆One Night
RomansEn una noche lluviosa y llena de angustia para Zhang Hao. Una noche tranquila y normal para el pelinegro. Ninguno de los dos tenía idea de que esa noche conocerían el verdadero amor.