Aiden.

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Aiden Hidalgo se despertaba puntualmente a las nueve en punto para iniciar su rutina. El primer paso era tomar su cámara y capturar una imagen del paisaje que, en el momento, estaba bañado por un clima soleado imperturbable. Las diversas mañanas en Inglaterra en verano eran diferentes a Argentina. Al recordar la diferencia entre ambos, la añoranza de su país se volvía vívida al tomar fotos o cuando alguien preguntaba de dónde era por su acento.

Su padre era argentino y su madre inglesa. Ambos se habían encargado de enseñarle su idioma natal en varias ocasiones durante su infancia. Le atraía el español más que nada, por lo que no fue difícil aprenderlo, especialmente viviendo ahí por un corto período de tiempo.

Una de la razón para volver a Inglaterra surgió de su madre, cuando él apenas tenía ocho años y tras el problemático divorcio de sus padres lo dejó sin protección durante un tiempo. En ese periodo, él y su hermano fueron descuidados por sus padres, quienes tomaron caminos diferentes dejándolos al final al cuidado de su tía, Renei. Hermana de su madre.

Renei era una mujer maravillosa que vivía cómodamente junto a sus dos hijos, diferente a su hermana que solo ansiaba algo económico mayor al que poseía. Su hijo menor sabía que lo quería, pero no tanto como el dinero. Por eso, no mostró dolor ni pronunció una palabra después de que lo abandonara cuando robo dinero y huyo dejándolo con Renei. Tampoco lo hizo cuando su hermano se marchó a los pocos años y se quedó definitivamente bajo la tutela de su tía, quien no se opuso en absoluto a cuidarlo.

Renei era su madre y ahora sus primos eran sus hermanos. No había abertura ni sentimientos buenos para sus padres después de doce años.

Aiden no quiso seguir pensando en eso o en ninguna otra cosa referida a sus padres. Por consiguiente, levantó sus brazos y estiró su cuerpo con pereza justo antes de terminar de tomar algunas fotos y revisarlas con detenimiento y cuidado antes de disponerse a dejar su cámara en su pequeño escritorio, como siempre solía hacer antes de hacer su cama e ir al baño después para por último, finalizar su primera rutina y esperar unos cuatro minutos sentado en el sillón más amplio de la sala.

Esa no era una rutina frecuente. Esperar a sus hermanos no lo era. La situación no sería así de no ser por la nueva empleada. Ella era muy persistente con sus coqueteos y, desde entonces, el chico ha decidido esperar a ambos hermanos para desayunar.

Su tía casi nunca estaba en casa, siempre se encontraba trabajando y rara vez se la veía. Era abogada y una muy reconocida en el país. Sin embargo, a pesar de su éxito, no estaba completamente satisfecha con su vida, sentía que algo faltaba. Con el tiempo, la idea de abrir un local en el centro de la ciudad vino a su mente.

Siempre había tenido un amor muy grande por los dulces y debido a eso consideró abrir una heladería y una confitería. Aiden, junto a Júpiter después del éxito de su madre en su nuevo emprendimiento empezaron a trabajar allí durante el verano. Él lo hacía porque necesitaba el dinero y su prima por obligación.

El chico no quería ser una carga para su familia. Contaba con el apoyo económico de su tía, sí. Todo eso le proporcionaba una casa con comodidades, comida, ropa y entre otras tantas cosas más. Pero, había una razón por la que estaba tan ansioso por trabajar y no quedarse en casa durante el verano. A pesar de su esfuerzo por no sentir ni demostrar dolor de vez en cuando experimentaba un sentimiento desagradable que le provocaba malestar.

Extrañaba a su hermano. Mucho, todo el tiempo, considerado que este mismo siempre nego tener algún tipo de relación con él después de marcharse al extranjero a terminar sus estudios con el dinero que su padre le había dado bajo la antena amenaza de su hijo mayor, fue lo último que supo, y la amenaza terminó obligado al hombre irse, desde entonces, perdió toda comunicación con ambos.

Lluvia de estrellas en verano.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora