Verdades ocultas.

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Pov' Alai.

El esfuerzo de tener un bajo perfil se perdió en tan solo horas y estaba hecho una mierda absolutamente todo.

Mientras caminaba con pasos lentos hacia la camioneta me daba libertad para pensar un poco. Intentaba encontrar claridad, un destello de esperanza que iluminara mi camino en medio de la patética oscuridad emocional. ¿Qué había malinterpretado? ¿Acaso mi presencia imponente lo había alejado definitivamente? Las preguntas sin respuestas se amontonaban y las ganas de mandar todo al demonio también.

Otra vez jodido y con mal genio, entré a la camioneta dejando el paraguas a mi derecha e intenté sacar la cajetilla de cigarrillos del pantalón cuando me interrumpieron.

La interrupción que no esperaba rompió mi concentración. Al voltear, me encontré con una figura conocida que parecía querer decir algo. ¿Qué más?

—Señor, hay periodistas en las dos entradas —lo escuché, incluso más molesto que yo en este momento.

—Fantástico —sin cigarrillo que prender y aún estando en mi boca a la espera de ser encendido, lo aparte de mala gana—. Mierda.

Probablemente en la empresa también estarían esperando. Miré al exterior, busqué una alternativa.

—¿Señor? —la voz urgente del tipo me sacó de mi ensimismamiento.

Ya de por sí el día es una mierda y es complicado. La presencia de periodistas solo añadía más presión a una situación que ya se encontraba al límite de mi paciencia. ¿Cómo podía lidiar con esto sin que todo se saliera de control?

Aparté mi saco con las miradas de los tres sobre mí.

—Salgan por la puerta principal y hagan que los sigan. Hay un muro en el ala oeste, puedo salir por ahí.

—No podemos dejarlo ir así. El señor Harry nos dió una orden.

—Ustedes hagan lo que les pedí y les aumento el doble —abrí la puerta y antes de salir por completo, volví a hablarles—. No le digan a Harry lo del aumento —cerré la puerta sin llevarme el paraguas. Soy un tipo grande, ya es suficiente atención.

La lluvia empeoró en minutos. El viento remolineaba con fuerza, haciendo esto más difícil de lo que pensé que sería. El foco de atención estaría en la camioneta al salir de la universidad y me daría posibilidades de  huir de la situación sin jodidos problemas.

Trepar el muro no fue sencillo con la tormenta, pero logré llegar al otro lado. Allí, empapado por la lluvia y con la mente llena de pensamientos tumultuosos, tomé una decisión. En un arranque de necesidad, decido no dirigirme a la empresa y opto por regresar directamente a casa. La mejor jodida decisión en el día.

Busco en mis bolsillos dinero o efectivo para poder conseguir un taxi que me lleve. Al sentir el frío tacto del metal, encuentro justamente lo que necesito. Sin embargo, al levantar la vista, me encuentro con un auto aparcado y un rubio versión barata de Aiden fuera de este sosteniendo un paraguas.

El disgusto se funcionó con sorpresa al verle sus facciones tan similares al rubio, a diferencia de este, Aiden era hermoso y este sujeto tenía cara de idiota con intenciones ocultas. La sonrisa que mostraba no era real y ya podía sentir que no me caería bien.

—¿Necesitas que te lleve? —su pregunta me hizo negar de inmediato y empezar a caminar de nuevo dejándolo parado con mala cara—. Solo quiero ayudarte, pero me la estás haciendo difícil grandote —su expresión cambio por una fría y distante—. Quiero que hablemos de mi hermano.

Mi sonrisa le molestó en cuanto terminó de hablar.

—Hay periodistas que mienten mejor que la mierda que dices —me detuve a verlo—. Conozco a un imbécil cuando lo veo.

Lluvia de estrellas en verano.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora