brutal

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They say these are the golden years
But I wish I could disappear
Ego crush is so severe
God, it's brutal out here

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La lluvia se sentía especialmente punzante en ese momento. Al igual eran imaginaciones suyas, pero cada una de las gotas que se colaba por el hueco de su holgada camiseta parecía aterrizarle en el corazón como dagas.

El mar se alborotaba ante él, y los puños cerrados hablaban más que cualquier palabra que pudiese decir. Al fin y al cabo, estas le faltaban con el nudo que se le había formado en la garganta.

El viento soplaba con fiereza sobre su rostro como una tajante cuchilla de metal: helada y afilada. Hacía tanto frío que le dolía cada músculo del rostro, o al menos así lo sentía. Aun así, no quería resguardarse; no era lo propio.

La lluvia, el mar, el viento... los elementos se habían alineado solo para exponer su dolor, para abrirle en canal cuando él no se atrevía a hacerlo.

Y entonces sí que lloró.

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El verano siempre le había sabido a libertad, a desenfreno y a experiencias. Sin embargo, lo único por lo que podía preocuparse Martin en esos momentos era en el maldito sudor que le perlaba la frente. El sol parecía haberla tomado con él a medida que caminaba avenida abajo, el cuello de una camiseta sin mangas algo familiar ligeramente descosido y, por si aquello fuese poco, húmedo de sudor.

En otras circunstancias, hubiese agradecido el tener que patearse la ciudad entera si la recompensa era poder ver a sus amigos; pero hacía meses que la luz en Martin había menguado. No había desaparecido, porque algo así no lo hace, pero se había vuelto raro verle sonreír genuinamente; y esos ojos grandes y normalmente brillantes se habían visto envueltos en una capa de tristeza imposible de ignorar.

No habían sido pocas las veces que Álvaro o Ruslana se habían desvivido por sonsacarle algo de información, por ayudarle en lo que fuera que le estuviera pasando. Claro estaba que no conocían a su amigo lo suficiente, aunque Martin tampoco les culpaba. Desde el invierno pasado, él mismo había comenzado a dudar de si realmente se conocía a sí mismo.

Al fin y al cabo, Hugo tuvo que tener algún motivo para dejarle, ¿no?

Él lo había sido todo para él. Había sido el hombro en el que llorar, la oreja en la que susurrar, los ojos a los que mirar... Incluso, en algún momento, se hubiese atrevido a decir que Hugo fue el corazón con el que siempre querría estar sincronizado.

Todo cambió en cuanto le dejó, claro.

Ahora el verano no le sabía ni a libertad, ni a desenfreno; y mucho menos a experiencias. Al contrario, quería purgarse de todo aquello. No obstante, Martin nunca había llegado a tenerse en cuenta a sí mismo, a como se comportaba. Habían pasado meses, meses en los que seguía igual que antes, y eso solo podía significar una cosa. Tenía que dejar de atribuirle su felicidad a ese patán, y la única forma con la que podía hacerlo era mediante el amor.

Otro amor.

Se había acostumbrado tanto a depender de Hugo que se sentía vacío sin él, y como el joven que era... ¿Qué mejor manera que rellenar el hueco que buscando otro corazón que lo llenase?

A pesar de ello, lo único que había conseguido había sido enrollarse con un chico en los baños de una discoteca hacía, a lo sumo, dos meses. Para rematar, el chico tampoco había sido demasiado bueno ni, para su gusto, demasiado agraciado. Por lo demás, su vida seguía su monótono curso sin importarle el hecho de que el propio Martin quería agitar las aguas.

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