Llegué a la playa a la hora a la que habíamos quedado, esperé a Ethan una hora, luego dos y luego tres hasta que le llamé, nadie me contestó, así que me fui a casa con el estómago revuelto y mi cabeza hecha un lío.
Luego a medio camino de mi casa recibí una llamada de un número desconocido, lo cogí, era la madre de Ethan y decía que le habían ingresado en el hospital porque debido a su enfermedad (que es el Parkinson) había perdido el equilibrio bajando las escaleras y se había dado un golpe en la cabeza provocando que se desmayara al instante.
Sentí mi cabeza dando vueltas, pero fui corriendo hacia el hospital y al llegar a su habitación él estaba despierto con una venda en la cabeza, mirándome, mientras que yo estaba toda sudada y con el pelo despeinado, pero aun así pude ver una sonrisa formarse en sus labios. Cabrón... fue lo primero que pasó por mi mente, me senté para recuperar el aliento y él en ningún momento me había quitado el ojo de encima mientras temblaba.
Parkinson de mierda...— Te he llamado y esperado durante dos horas y media, pensaba que me habías dejado plantada tonto...
— ¿Yo? ¿Dejarte plantada? ¿Por qué dejaría plantada a una chica guapísima? ¿Para que me la quitasen? — bromeó.
Sentí mi estómago a punto de explotar mientras se me revolvía y sentía el calor por todo mi cuerpo, ¿qué mierda me había hecho?
— Estás roja — me señaló él.
— No, no lo estoy.
— Sí, si lo estás — insistió.
Le miré con el ceño fruncido sacándole el dedo.
— Hasta enfadada estás guapa.
Y ahí sentí como me ponía roja, literalmente.
— Idiota... — murmuré y me volví a girar.
— ¿Idiota? Venga ya, pues la idiota aquí serías tú por ponerte roja por los cumplidos de un idiota, eh — bromeó mientras me guiñaba un ojo.
Me levanté y salí por la puerta mientras Ethan me preguntaba a dónde iba, a lo cual no le contesté y salí a una tienda de chuches que encontré.
— Hola, ¿me da un kinder bueno? — pregunté con el dinero en la mano, al ver que sacaron el normal suspiré.
— Ese no, ¿me podría dar el blanco? — pagué y me fui de vuelta al hospital, que día más largo estaba teniendo...
Llegué al hospital y moví la silla para quedar enfrente de la cama de Ethan y sacar el kinder bueno.
— No te lo voy a dar hasta que me respondas, ¿tu enfermedad es grave?
Ethan sonrió y negó con la cabeza.
Le di el kinder bueno, Ethan extendió la mano, lo cogió y lo abrió con la misma ilusión que un niño pequeño. Le temblaban un poco las manos, no obstante pudo abrir el envoltorio sin mucha dificultad.
— ¿Mañana quedamos? Te lo debo por lo de hoy.
— Sí, me pasaré por tu casa, no estás en condiciones de salir a la calle.
— ¡No soy un bebé! — exclamó enfadado.
— Sí, lo eres, calla. Me tengo que ir, he dejado a Taylor en casa y ya sabes lo dramático que es... — suspiré.
— ¿Te vas? ¿En serio?
Asentí y me acerqué a él
— No me eches mucho de menos, eh — bromeé dándole un beso en la mejilla y viendo su cara ponerse roja mientras me iba.
Llegué a mi casa e hice lo que haría cualquier persona normal, me duche, me limpié la cara y me puse cremas. Pensando en lo que me pondría mañana dudando.
Me fui a dormir, pero antes me puse a leer un libro que estaba leyendo de amor, se llamaba «La Chica De La Calle 97» leí y me imaginé cómo sería si yo fuera aquella chica y el hombre que narraba Ethan y se formó una gran sonrisa.
— Buenas noches, Tay... — acaricié a mi gato y me dormí, teniendo un sueño algo extraño: Ethan y yo nos volvíamos novios, pero todo iba de mal a peor y acabamos rompiendo, algo que al levantarme me revolvió el estómago pensando en si a lo mejor eso era verdad...
¿Por qué había soñado eso en verdad?
Mierda...
¿He soñado con Ethan?
Bueno... me prepararé para esta tarde... podría pasar la tarde en la playa, llamaré a Ethan a ver que opina.
— Hola Ethan, soy yo, Mary, bueno quería preguntarte si te va bien que comamos en la playa y pasemos la tarde ahí, solo si quieres.
— Claro, ¿por qué no? ¿Nos vemos en una hora allí?
— Sí, ahí te espero, adiós.
— Adiós.
Y colgué, qué secos éramos hablando por teléfono. En persona éramos dos personas muy diferentes, con muchas cosas en común, muchas ideas, muchos deseos y muchas opiniones en común.
Llegué a la playa y allí estaba el maldito Ethan bañándose sin esperarme, qué cabrón...
Dejé mis cosas y puse una toalla para sentarme esperando a que él saliera.
Cuando me vio y salió del agua, vi como agitaba su cabeza y su pelo castaño para secarlo, se acercó corriendo a mí a pesar de que casi se cae, pero logró llegar y abrazarme empapándome...
— Hola, hola...
— Hola, ¿qué tal has dormido?
— Yo bien, ¿y tú? — mentí mientras pensaba en el sueño.
— Yo he soñado con una chica muy guapa, ¿sabes?
— ¿Ah sí? ¿Quién era?
— Creo que se llamaba Mary en el sueño, me declaraba y ambos nos gustábamos.
Me sonrojé. Sentí el calor en mi cara, calor, calor puro.
— Quizás ese sueño es la realidad — murmuré deseando que no escuchará.
Él se levantó y se puso enfrente mía, no pude evitar mirar su abdomen, algo marcado y luego subir mi mirada hacia sus ojos.
— Levántate y cierra los ojos, Mary — obedecí y me levanté.
Me cogió en brazos y me llevó hasta el agua y yo le di patadas flojas para qué me soltará mientras se negaba, quería golpearlo más fuerte, pero no quería tener que verle en el hospital otra vez, estaba sensible y no debía pasarme de la raya.
— ¡Ethan no te atrevas! ¡Suéltame!
Pero todas esas suplicaciones fueron inútiles y me tiró al agua junto a él y debajo del agua abrí los ojos y él estaba enfrente mía con una sonrisa. Oh joder, sentía mi estómago revuelto otra vez y subí para respirar.
— Vale ahora sí, cierra los ojos.
Y los volví a cerrar, pero no me esperé que me fuera a besar, aunque no lo logró, ya que una ola nos tiró.
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El Verano Que Nos Hizo Inmortales
Teen FictionEthan y Mary son dos compañeros de clase que se gustan mutuamente, pero ninguno ha confesado sus sentimientos. Ethan tiene una enfermedad, pero solo él sabe que probablemente sea degenerativa y peligrosa.