Capítulo 2. ¿Hospital?

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Llegué a la playa a la hora a la que habíamos quedado, esperé a Ethan una hora, luego dos y luego tres hasta que le llamé, nadie me contestó, así que me fui a casa con el estómago revuelto y mi cabeza hecha un lío.

Luego a medio camino de mi casa recibí una llamada de un número desconocido, lo cogí, era la madre de Ethan y decía que le habían ingresado en el hospital porque debido a su enfermedad (que es el Parkinson) había perdido el equilibrio bajando las escaleras y se había dado un golpe en la cabeza provocando que se desmayara al instante.

Sentí mi cabeza dando vueltas, pero fui corriendo hacia el hospital y al llegar a su habitación él estaba despierto con una venda en la cabeza, mirándome, mientras que yo estaba toda sudada y con el pelo despeinado, pero aun así pude ver una sonrisa formarse en sus labios. Cabrón... fue lo primero que pasó por mi mente, me senté para recuperar el aliento y él en ningún momento me había quitado el ojo de encima mientras temblaba.
Parkinson de mierda...

— Te he llamado y esperado durante dos horas y media, pensaba que me habías dejado plantada tonto...

— ¿Yo? ¿Dejarte plantada? ¿Por qué dejaría plantada a una chica guapísima? ¿Para que me la quitasen? — bromeó.

Sentí mi estómago a punto de explotar mientras se me revolvía y sentía el calor por todo mi cuerpo, ¿qué mierda me había hecho?

— Estás roja — me señaló él.

— No, no lo estoy.

— Sí, si lo estás — insistió.

Le miré con el ceño fruncido sacándole el dedo.

— Hasta enfadada estás guapa.

Y ahí sentí como me ponía roja, literalmente.

— Idiota... — murmuré y me volví a girar.

— ¿Idiota? Venga ya, pues la idiota aquí serías tú por ponerte roja por los cumplidos de un idiota, eh — bromeó mientras me guiñaba un ojo.

Me levanté y salí por la puerta mientras Ethan me preguntaba a dónde iba, a lo cual no le contesté y salí a una tienda de chuches que encontré.

— Hola, ¿me da un kinder bueno? — pregunté con el dinero en la mano, al ver que sacaron el normal suspiré.

— Ese no, ¿me podría dar el blanco? — pagué y me fui de vuelta al hospital, que día más largo estaba teniendo...

Llegué al hospital y moví la silla para quedar enfrente de la cama de Ethan y sacar el kinder bueno.

— No te lo voy a dar hasta que me respondas, ¿tu enfermedad es grave?

Ethan sonrió y negó con la cabeza.

Le di el kinder bueno, Ethan extendió la mano, lo cogió y lo abrió con la misma ilusión que un niño pequeño. Le temblaban un poco las manos, no obstante pudo abrir el envoltorio sin mucha dificultad.

— ¿Mañana quedamos? Te lo debo por lo de hoy.

— Sí, me pasaré por tu casa, no estás en condiciones de salir a la calle.

— ¡No soy un bebé! — exclamó enfadado.

— Sí, lo eres, calla. Me tengo que ir, he dejado a Taylor en casa y ya sabes lo dramático que es... — suspiré.

— ¿Te vas? ¿En serio?

Asentí y me acerqué a él

— No me eches mucho de menos, eh — bromeé dándole un beso en la mejilla y viendo su cara ponerse roja mientras me iba.

Llegué a mi casa e hice lo que haría cualquier persona normal, me duche, me limpié la cara y me puse cremas. Pensando en lo que me pondría mañana dudando.

Me fui a dormir, pero antes me puse a leer un libro que estaba leyendo de amor, se llamaba «La Chica De La Calle 97» leí y me imaginé cómo sería si yo fuera aquella chica y el hombre que narraba Ethan y se formó una gran sonrisa.

— Buenas noches, Tay... — acaricié a mi gato y me dormí, teniendo un sueño algo extraño: Ethan y yo nos volvíamos novios, pero todo iba de mal a peor y acabamos rompiendo, algo que al levantarme me revolvió el estómago pensando en si a lo mejor eso era verdad...

¿Por qué había soñado eso en verdad?

Mierda...

¿He soñado con Ethan?

Bueno... me prepararé para esta tarde... podría pasar la tarde en la playa, llamaré a Ethan a ver que opina.

— Hola Ethan, soy yo, Mary, bueno quería preguntarte si te va bien que comamos en la playa y pasemos la tarde ahí, solo si quieres.

— Claro, ¿por qué no? ¿Nos vemos en una hora allí?

— Sí, ahí te espero, adiós.

— Adiós.

Y colgué, qué secos éramos hablando por teléfono. En persona éramos dos personas muy diferentes, con muchas cosas en común, muchas ideas, muchos deseos y muchas opiniones en común.

Llegué a la playa y allí estaba el maldito Ethan bañándose sin esperarme, qué cabrón...

Dejé mis cosas y puse una toalla para sentarme esperando a que él saliera.

Cuando me vio y salió del agua, vi como agitaba su cabeza y su pelo castaño para secarlo, se acercó corriendo a mí a pesar de que casi se cae, pero logró llegar y abrazarme empapándome...

— Hola, hola...

— Hola, ¿qué tal has dormido?

— Yo bien, ¿y tú? — mentí mientras pensaba en el sueño.

— Yo he soñado con una chica muy guapa, ¿sabes?

— ¿Ah sí? ¿Quién era?

— Creo que se llamaba Mary en el sueño, me declaraba y ambos nos gustábamos.

Me sonrojé. Sentí el calor en mi cara, calor, calor puro.

— Quizás ese sueño es la realidad — murmuré deseando que no escuchará.

Él se levantó y se puso enfrente mía, no pude evitar mirar su abdomen, algo marcado y luego subir mi mirada hacia sus ojos.

— Levántate y cierra los ojos, Mary — obedecí y me levanté.

Me cogió en brazos y me llevó hasta el agua y yo le di patadas flojas para qué me soltará mientras se negaba, quería golpearlo más fuerte, pero no quería tener que verle en el hospital otra vez, estaba sensible y no debía pasarme de la raya.

— ¡Ethan no te atrevas! ¡Suéltame!

Pero todas esas suplicaciones fueron inútiles y me tiró al agua junto a él y debajo del agua abrí los ojos y él estaba enfrente mía con una sonrisa. Oh joder, sentía mi estómago revuelto otra vez y subí para respirar.

— Vale ahora sí, cierra los ojos.

Y los volví a cerrar, pero no me esperé que me fuera a besar, aunque no lo logró, ya que una ola nos tiró.

El Verano Que Nos Hizo InmortalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora