Capítulo 10. El futuro.

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Eran las diez de la noche, estaba tumbada en mi cama, mirando el techo y pensando en mi futuro, hasta que me di cuenta de que alguien me estaba llamando: era un número desconocido, dudé si cogerlo o no, pero me decidí por cogerlo.

— ¿Mary? — oí al otro lado del teléfono, su voz tenía cierto terror.

— ¿Sí, quién es?

Suspiró y hubo un silencio, un silencio largo para mí, pero que realmente habría durado unos segundos.

— Soy Mack, el hermano de Ethan y no sé qué le pasa, se ha encerrado en su cuarto y no sé... no sale y estoy preocupado, ¿puedes venir? Había pensado que a ti probablemente te haría caso.

Cerré los ojos con fuerza, sin querer aceptar lo que me estaba pidiendo, sabiendo que iba a sufrir haciendo esto, pero pensé en Ethan, él era mi prioridad, así que accedí.

— Sí... ahora mismo voy.

Colgué antes de acabar la frase y salí de mi casa corriendo, la casa de Ethan estaba a diez minutos de la mía, así que hice el mayor esfuerzo de mi vida y logré llegar, sudando y tratando de respirar otra vez.

Toqué a la puerta y Mack me abrió, vi el terror en su mirada, le di un abrazo, porque sabía que lo necesitaba y yo también. El abrazo duró unos segundos antes de separarme y correr escaleras arriba hasta el cuarto de Ethan.

— ¡Ethan! Abre, por favor... soy Mary — me senté enfrente de la puerta.

— Vete... — su voz estaba ronca, había llorado, quizás estaba llorando ahora, no lo sabía, solo quería verle bien y que no hiciera ninguna tontería.

Mack se sentó a mi lado y le miré, tenía ojeras, se notaba que no dormía bien. Se me revolvió el estómago y suspiré, le miré, ambos queríamos llorar, pero no podíamos, teníamos que ayudar a Ethan.

— Tu madre me dijo que la salud mental con Parkinson empeora, pero él está en una montaña rusa de emociones, Mack... — le conté, murmurando para que Ethan no escuchará nada.

— ¿Y qué hacemos?

— Tengo una idea... ¿puedes ir... abajo? Es que me da vergüenza — asintió y se puso en pie, bajando las escaleras.

Saqué de mi bolso una libreta que siempre llevaba y un rotulador negro, comencé a dibujar a dos personas con el estilo de palitos: me dibujé a mí y a Ethan y le puse abajo.

«Si sales y hablamos tendremos una cita :))»

Sonreí y sentí una lágrima caer de mi mejilla, rápidamente quite cualquier rastro de lágrimas con la mano.

Deslicé la hoja de papel por debajo de la puerta y cerré los ojos, rezando por que funcionase. Oí que quitó el pestillo y me puse en pie de un salto, entrando en su cuarto: lo vi en el suelo, sentí un vacío en el pecho al verle, sentí como si me estuviesen estrujando el corazón y los pulmones. Estaba ahí, sentado, con las mejillas llenas de lágrimas y sus ojos azules grisáceos estaban rojos.

— Ethan...

Me miró, me transmitió todo el dolor que sentía mediante esa mirada. No pude contenerme y le di un abrazo, comencé a llorar yo también.

— ¿Por qué yo?

Aparté la mirada, mordiéndome el labio, tratando de contenerme para no derrumbarme.

— Ethan... la vida es así... a las personas buenas les pasan cosas malas, y ni siquiera sé por qué, porque tú eres la mejor persona que he conocido, no te mereces nada de esta mierda... ¡Ni tu puta enfermedad!

Le volví a mirar y él agachó la cabeza, tratando de huir de mi mirada, supuse que no quería que le viera así.

— ¿Quieres que vayamos a un grupo de apoyo? 

El Verano Que Nos Hizo InmortalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora