Capítulo 6. Noche inolvidable.

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— ¿Quiere bailar, señorita? — sonreí y asentí, tomándole las manos, él bufó divertido con la idea de bailar conmigo.

Colocó sus manos en mi cadera y yo hice lo mismo en su desnudo cuello.

Miré su abdomen y luego subí la mirada, él comenzó a mover sus pies al ritmo de la música y no pude evitar echarme a reír al ver lo mal que lo hacía.

Noté sus manos temblorosas en mi cintura, pensando en si temblaba por nervios o por... su enfermedad, ese pensamiento me golpeó como si me atropellaran cuarenta camiones a la vez.

— Parecemos abuelos — comenté y él sonrió.

— No me digas eso, Mary, es muy pronto y... aún no me he casado contigo, aún no hemos tenido hijos, la vida es muy corta, no pienses tanto en el futuro.

Mi rostro se volvió inexpresivo, seguimos moviéndonos lentamente al ritmo de la música, yo aparté la mirada, pero él no, él quería algo de mi mirada, quería perderse en ella.

Le di lo que pedía, le miré, subiendo un poco la cabeza, era un poco más alto que yo, pero no mucho.

— Es increíble pensar que en nada nos graduamos... ¿Tú que vas a hacer?

— ¿Te digo lo realista o lo surrealista?

— Ambas, sorpréndeme.

Ambos sonreímos, él se relamió los labios, sus ojos brillaron y supe que me iba a contar lo surrealista.

— Quiero ser cantante, quiero irme de esta ciudad, hacerme famoso y no ser el simple "Ethan Wild" si no, ser "el increíble Ethan Wild" — sonreí con ternura, viendo sus ojos y viendo esperanza en ellos —. Aunque sí somos realistas, abogado.

Pude ver algo en sus ojos, tristeza, no pude descifrar bien en que pensaba, pero no era nada positivo.

— ¿Y tú?

— Bueno... trabajaré de enfermera, siempre me...

— No, eso no, quiero saber tu sueño frustrado — me interrumpió y le miré con las cejas alzadas.

— Pianista, desde pequeña quise hacer algo que tuviese que ver con el arte...

Nuestros cuerpos se relajaron, le di una pequeña sonrisa y él me la devolvió, enterré mi cara en su cuello y cerré los ojos.

Luego le vibró el teléfono en el bolsillo, lo sacó y era una llamada de su madre, maldeció por lo bajo y se apartó.

— Es mi madre, nos viene a buscar.

— ¿Te devuelvo la camiseta?

Negó con la cabeza mientras que sus labios se curvaban en una sonrisa, la sonrisa más real que había visto hasta ahora, y, me di cuenta, que con Ethan, era yo.

— Te queda mejor a ti que a mí.

Me iba a derretir ahí mismo, me sonrojé y bajé la cabeza para ocultarlo, pero ya era tarde porque él ya me había visto.

— Pero... tu madre te verá sin camiseta y...

— Le explicaré el porqué, lo entenderá, supongo, ¿entre mujeres os entendéis, no? — ladeó la cabeza, algo confundido.

— Supongo...

Me agarró de la mano y me acompañó hasta la puerta, pero se frenó al llegar y me dio un beso en la frente, no dijo nada, y yo tampoco, hubo silencio durante unos instantes, pero no era un silencio incómodo, sino todo lo contrario.

Salimos y vimos el coche de su madre, nos subimos en la parte de atrás y ella arrancó, mirándonos por el retrovisor.

— Ethan, ¿y tu camiseta? — alzó una ceja, pisando el acelerador para incorporarse a la circulación.

El Verano Que Nos Hizo InmortalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora