— ¿Quieres ir a una fiesta? — preguntó Ethan dándole un sorbo a su café.
Pensé su oferta, no me vendría mal salir a alguna fiesta, pero las había generalizado de una manera no muy... buena, que digamos.
— No sé... a ti te conocen todos y a mí también, pero no hablo con casi nadie.
Suspiró y se llevó una mano a la frente, mirándome fijamente.
— Estás fiestas no son como las de las pelis adolescentes.
Me encogí de hombros, quizás no me vendría mal socializar un poco con amigos de Ethan.
— Está bien... pero si no me gusta, no dudes que me iré, no me voy a forzar a nada.
Él asintió, feliz de haberme convencido, yo sonreí al verle feliz.
— No sé qué ponerme, solamente tengo dos o tres vestidos y me siento muy insegura con ellos.
— Oye cielo... eres perfecta.
Me dio la mano y yo negué con la cabeza, viendo sus ojos azules conectados con los míos.
— ¿Quieres que te ayude?
Me encogí de hombros, sabía que tal vez algo de apoyo no me fuese mal, pero algo me daba miedo.
Me probé los vestidos, vi que había perdido algo de peso, así que ahora me sentía mejor conmigo misma.
Por la noche, Ethan se vistió y yo me arreglé, me puse algo de maquillaje y al verle con una camiseta blanca de botones y unos vaqueros rotos, me mordí el labio inferior, mirándole de arriba a abajo.
— ¿Estás lista preciosa? — cogió mi mano y me hizo dar una vuelta, yo sonreí.
— No sabía qué fueras capaz de vestirte bien, cada día me sorprendes más Ethan Wild.
Ambos reímos, sin previo aviso, me alejé de él y fui al baño a maquillarme.
Me puse un poco de rímel y ya, no tenía casi ojeras, por lo que no era necesario cubrirlas.
— ¿Te queda mucho?
Miré el reloj, poniendo los ojos en blanco al ver que solo habían pasado cinco minutos, no le contesté y me miré en el espejo.
Me miré, observándome, observando mi pelo y ojos marrones, tan simples que me hacían odiarlos. También observé mi vestido rojo oscuro de escote que me llegaba por las rodillas.
Suspiré y salí del baño, viendo a Ethan apoyado en la pared.
— Hombre, comenzaba a pensar que te habías perdido en el váter.
— Me estaba maquillando, bobo.
Relajó su cuerpo, quitándose de la pared y penetrándome con la mirada.
— ¿Por qué te maquillas?
La pregunta me pilló desprevenida, no sabía qué responderle.
Supuse que lo más obvio era para verme guapa y... gustarme.
— ¿Para verme bien?
— ¿Por qué quieres verte? El único que te tiene que ver soy yo, y yo opino que no necesitas maquillaje para verte bien, porque ya lo haces sin él.
Le di un suave empujón, llevándome las manos a la cara sabiendo que debía estar roja.
— Vámonos.
Llegamos a la fiesta y había mucha gente, impresionada, entré como pude, viendo como Ethan también trataba de llegar a mí, abriéndose paso entre toda aquella multitud.
Fuimos hacia la barra, yo me pedí una limonada y él se pidió una cola.
— Me sorprende que no nos hayan dicho nada.
— Es que el anfitrión de la fiesta conoce a mi amigo, de hecho, debe estar aquí, pero a saber que anda haciendo.
Soltó una corta risa y tomó un sorbo a su refresco y yo hice lo mismo con mi limonada, me relamí los labios, sintiendo la acidez y el dulzor juntos.
Nos acabamos nuestras bebidas y nos pusimos en pie, vi a varios chicos mirándome, incómoda traté de taparme el escote.
Ethan me miró y supuse que notó mi incomodidad, frunció el ceño y murmuró algo ininteligible.
Se quitó la camiseta y desvié la mirada rápidamente, sentí el calor en mi rostro.
Me tendió la camiseta, con una sonrisa y guiñándome un ojo.
— Tampoco me comas con la mirada — bromeó.
— No pensaba hacerlo, pero ellas sí — señalé a un grupo de chicas.
— Que miren lo que quieran, yo te seguiré mirando a ti.
Se me paró el corazón y sonreí como una niña pequeña, me puse la camiseta, que olía a él y sabía que quedaba horrenda con el vestido, pero no me importó.
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El Verano Que Nos Hizo Inmortales
Teen FictionEthan y Mary son dos compañeros de clase que se gustan mutuamente, pero ninguno ha confesado sus sentimientos. Ethan tiene una enfermedad, pero solo él sabe que probablemente sea degenerativa y peligrosa.