Prólogo

119 15 13
                                    

Tyrone Mason Pines, desde sus primeros pasos, fue etiquetado como el "chico problema," un título que parecía destinado a acompañarle hasta su último aliento.

A diferencia de su hermana, Mabel, considerada tranquila pero con carácter, muchos se preguntaban cómo podían ser hermanos. Según ellos, la peli castaña no podía tener vínculo con un "monstruo" como él.

En cualquier lugar, Tyrone atraía problemas, ya fuera en forma de peleas o accidentes. Nunca le permitían explicarse; siempre escuchaba la misma frase: "Todo es tu culpa."

Esas palabras quedaron grabadas en su mente. Si su hermana lloraba, era su culpa; si se metía en una pelea, también. Incluso cuando no iniciaba el conflicto, recaían en él las culpas.

Sus padres, que inicialmente deseaban una hija, se dieron cuenta tarde de que no tenían más opción que cuidarlo, aunque la conexión nunca fue afectuosa.

Su vida era una lucha constante. Aunque otros en su situación se habrían rendido, Tyrone se aferraba a una aparente fortaleza mental, ¿pero cuándo se desmoronaría y rompería como una muñeca de porcelana?

Esa incógnita persistía y esperaba que nunca llegase a suceder por que el simplemente, desaparecería del mundo si eso llegara a pasar.

︵‿︵‿୨♡୧‿︵‿︵

Era el último día de clases en California, la expectación de las vacaciones de verano animaba a los alumnos. Mientras la maestra proyectaba una película, Tyrone, mientras tanto, era el blanco de las burlas de sus compañeros.

—No entiendo cómo no lo han expulsado con tantas peleas que ha tenido — comentó una voz desconocida.

Giró los ojos. A pesar de ser problemático, su inteligencia superaba la de muchos.

Como cuando observaba las peleas entre sus padres y las conversaciones secretas de los adultos en la escuelas sin que lo notase si quiera.

—Sus padres probablemente paguen para evitar su expulsión, pero da igual. No tendrá un futuro digno. Probablemente, termine barriendo calles o bajo un puente— dijo Robert, su compañero, conocido por burlarse impunemente de quien quisiera debido a la conexión de su padre con el director.

Podría a ver jurado que vio rojo al oír aquello, ¿Quién se creía el para opinar de su vida?, toda su vida lo habían estado sin saber lo más mínimo sobre el.

Odiaba eso.

La ira lo consumía; sus manos sangraban por la fuerza de sus uñas y su labio herido del mordisco. Debía descargar esa furia, y Robert era el blanco perfecto.

Al parecer, sus súplicas fueron escuchadas. Robert había pedido permiso para ir al baño, solicitud que la maestra concedió sin rechistar. Era la oportunidad perfecta; le daría su merecido al pelinegro prepotente y no sentiría la más mínima culpa, incluso si después era castigado.

"Ya que no tengo nada más que perder. Además, es el último día."

Con esta convicción, se dirigió hacia la maestra, mostrando sus manos ensangrentadas.

—¿Puedo ir al baño, por favor? —preguntó, observando cómo la mujer frente a él dudaba un poco—. Mis manos están sangrando, y no creo poder soportar el ardor. Por favor, déjeme ir; le prometo que seré rápido.

Sus palabras buscaban persuadir a la maestra, consciente de su reputación. A pesar de las dudas, ella accedió, no sin antes dejar una clara advertencia.

—Espero que vayas al baño, porque si vuelves a pelear, será su última vez en esta institución— advirtió la maestra con malicia.

Asintió y se encaminó al baño en busca de Robert.

𝐕𝐄𝐍 𝐀 𝐋𝐀 𝐎𝐒𝐂𝐔𝐑𝐈𝐃𝐀𝐃 𝐏𝐎𝐑 𝐌𝐈 || 𝐏𝐇𝐈𝐋𝐋𝐃𝐈𝐏Donde viven las historias. Descúbrelo ahora